Opinión
Las encrucijadas por el Covid 19
El imparable ascenso de personas con al menos la sospecha de ser víctimas de esta enfermedad que nos está moviendo el piso a todos, trae consigo serios inconvenientes y un sinfín de elucubraciones que todavía no hallan respuesta convincente que calme la voracidad de necesidad ciudadana de datos fehacientes.
Para arrancar, diré, mis amigos, que el 3 de marzo hubo alguien perteneciente a Lamalí que fue internado por esta circunstancia del virus coronado. ¿Qué fue de los chinos que se hallaban con esta persona? Hablando de ciudadanos orientales, ¿qué habrá sido de los tres, incluido el traductor, que fueron con fiebre alta a la clínica CEMEDA hace casi 21 días atrás y huyeron del lugar cuando les indicaron que debían dirigirse urgente al Hospital?
Por otro lado, siguen las divergencias con los camiones de Brasil que arriban cada semana a la cerealera de Saavedra al 3200 a cargar alpiste. ¿Existe o no un estricto control con estas unidades que llegan de un país tan medular en esta causa?
A la fábrica FABI en Hinojo, también vienen con asiduidad camiones, en este caso de Chile. Por tal motivo, es imprescindible indagar ¿cómo es factible que tales cosas sucedan con tanta docilidad?
Es evidente ya, a esta altura de los tristes aconteceres lugareños, que la empresa Loma Negra deslinda automáticamente responsabilidades y tampoco nadie asume el riesgo con los trabajadores de San Nicolás. 45 individuos dispuestos en un hotel cuando todavía la actividad hotelera, no se había abierto.
La tarea de fumistería, que ellos vinieron a concretar, se hizo antes con operarios de acá. Recuerdo perfectamente un conflicto obrero muy famoso, allá por 2011, con una compañía local. De modo tal que no es una visión acertada suponer, o intentar imponer la idea de que tal acción laboral es imperativa de trabajadores foráneos.
La intromisión de extranjeros y la quita de mano de obra vernácula, nunca ha sido tratada con actitud tajante. Cierta vez se citó tal cuestión en el HCD pero sin mayor profundidad.
Pero, continuando con las apostillas virales, cabe la consulta del millón: ¿El virus vino efectivamente de afuera, traído por almas de afuera? Si la contestación resultase afirmativa, habrá que sugerir que hubo a su vez una ayudita nativa: la colaboración de idiotas de acá que se iban a otras ciudades en busca de aventuras monetarias, por ejemplo, y con el silencio empresarial de la cementera citada con anterioridad que hizo desaparecer a sus empleados con síntomas.
¿Dónde han visto acaso ustedes algún informe del área de Seguridad e Higiene de Loma Negra? ¿Alguien ha podido divisar el listado de chinos que trabajan en Lamalí? ¿Están a mano los registros del estado de salud de cada uno de ellos?
Ante tanta locura y con un asado muy desmentido pero real en el medio, ¿quién se pone el sayo? Es un combo de situaciones y de culpabilidades. A propósito, bien vale observar que un policía no puede estar ocho horas controlando en un puesto de vigilancia. Su concentración decae a las dos horas. Debiera existir un recambio que renueve el ánimo y el espíritu de la tan delicada labor.
Nos situamos taciturnos frente a la pandemia aguda y sus desastres. En breves horas, mutó la escasa tranquilidad que supimos adquirir. Por unos pocos pretendidos vivos, abonamos todos la factura. Así no debiera ser. La tremenda irracionalidad de ciertos sujetos, cobra hoy un alto precio, ante la pasividad del resto que se pliega a estériles polémicas por las redes.
Cantos de sirena para distraer. Y vuelta al vacío, a las pérdidas económicas, a más miseria y deudas que se eternizarán.
Tibias explicaciones que no llenan el vacío de la ansiedad. Meas culpas nunca expuestas por nadie y un pueblo a expensas del temor al contagio. Ya lo dijo Miguel Mateos en 1984: “En la Argentina hacen falta huevos”.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-