La Región
El marplatense que cruzó el océano para reunirse con sus padres llegó a la ciudad
Con una amplia sonrisa, grabó un video para los lectores de LA CAPITAL agradeciendo el acompañamiento. El abrazo con sus padres está cada vez más cerca.
Ni el frío, ni la lluvia, ni los pasos que deberá seguir antes de poder finalmente abrazar a su familia pudo con la alegría que reflejaba en el rostro este mediodía Juan Manuel Ballestero, quien después de 85 días en alta mar llegó por fin a casa: Mar del Plata.
En tiempos de pandemia, con fronteras y aeropuertos cerrados, el marplatense de 47 años se incursionó, el pasado 24 de marzo, en una travesía transoceánica desde Portugal con un solo objetivo: volver a estar junto a sus padres Carlos Ballestero, de 90 años, y Nilda Gómez de 82.
FOTO. Pablo Funes | @dronmardelplata.
Pocos detalles se saben de sus días y noches en el mar. Si bien no tuvo grandes inconvenientes, en algunas comunicaciones Ballestero aseguró haber enfrentado condiciones climáticas adversas, que incluso lo llevaron a recalar hace algunas semanas en Porto Belo, a pocos kilómetros de Camboriú. Luego llegó Imbituba y de ahí a La Paloma, la última parada antes de completar la odisea y tocar el suelo marplatense, donde sus familiares lo aguardan ansiosamente.
Finalmente, este miércoles, cerca del mediodía, Ballestero llegó a destino. Con una sonrisa de oreja a oreja y atento a quienes lo esperaban cerca de la costa, el valiente marplatense pudo volver a ver su ciudad. El abrazo con los suyos, en tanto, tendrá que esperar un poco más, al menos hasta finalizados los protocolos vigentes en este contexto. De todas maneras, hoy eso ya no le pesa, después de más de dos meses de aventura, está a salvo en casa.
Mensaje a los lectores
“Buenas tardes, Mar del Plata. Ahora sí, que estoy llegando y ahí está Mar del Plata a la vista, les quiero agradecer a todos los que estuvieron dando mensajes de ánimo en el diario La Capital, que los leí en Victoria (Brasil). La verdad es que estuvieron conmigo en cada milla”, agradeció el marplatense, mientras enfocaba la costa de la ciudad.
Pese a ser consciente que todavía le queda un trecho antes de poder abrazar a los suyos, Ballestero, con la mirada puesta en La Feliz, lanzó el deseo que motivó toda la aventura: “Estoy listo para estar en familia y pasar la cuarentena como todo el mundo, con los viejos, tomando mate y viendo qué pasa. Espero que mejore la situación”.
LA CAPITAL publicó en los primeros días de abril la historia del marplatense que, ante el cierre de fronteras por la irrupción del coronavirus en el mundo, decidió dar inicio a un viaje hacia donde quería estar: en casa y con los suyos. En Mar del Plata lo esperan sus padres, Carlos Ballestero, de 90 años y Nilda Gómez de 82.
FUENTE: Diario La Capital de Mar del Plata
La Región
Abandonaron una camioneta con cuatro cadáveres electrocutados en el hospital de Bahía Blanca
Según las primeras investigaciones, se trata de los cuerpos de cuatro personas que intentaron robar cables de una línea de media tensión en cercanías de la ciudad, y recibieron una descarga de 33.000 voltios. Además de los muertos, había un herido, que sobrevivió.
A última hora de anoche, una camioneta sorprendió al personal del Hospital Municipal de Bahía Blanca. Porque en su interior había cuatro cadáveres y un herido, y el conductor trató de huir luego de dejar el vehículo estacionado, aunque fue detenido. Los fallecidos y el herido habían sufrido una descarga eléctrica mientras intentaban robar cables.
Las primeras informaciones, según La Nueva Provincia, aseguran que todos se hallaban robando cables en un campo del kilómetro 57 de la ruta nacional 33 -pasando el paraje García del Río- y sufrieron una descarga eléctrica de 33 mil voltios. El incidente ocurrió después de las 23 del lunes.
En esas circunstancias, las víctimas fueron trasladadas por un sexto hombre a bordo de una camioneta Volkswagen Amarok, patente NUD 310, que quedó estacionada en la puerta del centro asistencial.
“Una descarga descomunal”
Si bien el conductor se dio a la fuga, horas después fue capturado tras un allanamiento en una vivienda de La Pinta 377. El detenido fue identificado como Ángel Daniel Gallardo, de 66 años.
Los fallecidos, según la Policía, eran Facundo Uribe (32), Joaquín Acosta (18), Fernando Gallardo (25) y Federico Strick (28). También ingresó con quemaduras por descarga Emanuel Chamorro Sepúlveda (20), pero se encuentra consciente.
Los ladrones recibieron una “descarga eléctrica descomunal”, señalaron desde la empresa distribuidora EDES a La Brújula 24, en referencia a los cables de medita tensión que estaban manipulando.
En el vehículo ocupado por los cuatro fallecidos, a su vez, se secuestró un handy con la frecuencia policial, elemento que ahora está siendo sometido a una investigación.
Perseguida
Al filo de la medianoche, la llegada de la camioneta provocó un revuelo en el Hospital, donde arribaron de inmediato el superintendente de la ciudad, Gonzalo Bezos, el secretario de Seguridad de la Municipalidad, Federico Montero, y el jefe policial Gonzalo Sandoval.
Se supo que la Amarok venía siendo perseguida por un móvil policial de la Patrulla Rural, que había advertido su presencia sospechosa en un campo de aquel distrito, que ya había sido blanco de delitos similares.
Los policías, al parecer, habrían perdido el rastro de la Amarok al ingresar a Bahía, pero con la ayuda del Centro Único de Monitoreo (CEUM), se pudieron determinar su llegada a la guardia del Municipal.
Para este martes se harán peritajes con el personal de EDES en la zona, ubicada a unos 30 kilómetros de Bahía Blanca. (DIB) MM
La Región
Un poco más solos
Y entonces sabíamos que iba a pasar, que algún día esa suerte de ausencia larga a la que lo había llevado la vejez y el extravío de la enfermedad se iba a convertir en un hueco definitivo. Eso al fin hace la muerte: reduce el último vestigio de lo cognoscible. Pero -y aquí el adversativo funciona a favor- queda el resto, la intensa y perenne memoria de lo que hizo, de lo que dijo (hizo mucho más de lo que dijo), de lo que fue, desde que silenciosamente llegó a la ciudad que lo abrigó.
Ha devuelto largamente esa manta que lo contuvo cuando llegó a Tandil, allá por 1988, cuando empezó a cifrar su sello en la Parroquia de Begoña y el definitivo, en la Parroquia del Santísimo Sacramento, allí donde siempre -rompiendo una tradición católica de más de un siglo- había imperado una visión católica integrista, muy lejos -o en antítesis- al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, del que él participó, surgido en la década del 60.
Secuestrado por la Triple A en plena dictadura militar -estuvo detenido de 1976 a 1981 en La Plata, bajo la órbita del torturador Etchecolaz- un obispo literalmente lo rescató y le salvó la vida. Fue Emilio Bianchi di Cárcano, que le dio cobijo en Azul. Su próximo paso fue Tandil y de aquí no se fue más. Si hay algo tan inobjetable como su labor pastoral fue la intuición que tuvo Raúl Troncoso para entender la matriz idiosincrática de la sociedad lugareña, y vale aquí incorporar el oxímoron ideológico del conservadorismo que hace.
El sacerdote detectó enseguida cómo funcionaba nuestra comunidad y, sobre todo, el círculo de poder. Y actuó en consecuencia: fue el hombre que durante más de treinta años supo hilar con tacto e inteligencia una malla de contención entre los más pobres y los más ricos. Ese puente sólo pudo tenderlo Raúl y está hecho de gestos mínimos, de política, de guiños y sobreentendidos.
El estallido social de 2001 encontró en su figura una suerte de liderazgo ecuménico, silencioso y eficiente para evitar males mayores a la hora de aquellos saqueos que aquí no se produjeron.
Fue el cura que menos habló políticamente en sus sermones pero que más hizo por los que peor estaban. Esta opción -que seguramente le valió algunos reproches de quienes esperaban algo más desde el púlpito- fue el acto más pragmático de su vida: en el púlpito que había sido de Actis y de Mosse, el primero un cura popular visceralmente anticomunista y el segundo un sacerdote abiertamente cerrado y aristocrático- tomó por el atajo del bajo perfil, la apertura de la Iglesia y las obras como prioridad; también de la real politik (el teléfono de Troncoso fue un ícono del poder en los más altos niveles y sus charlas a solas eran memorables) para la construcción de su gran misión a través de la Iglesia, como la labor de Cáritas, las Casas de la Esperanza, y su compromiso con el patrimonio serrano y los derechos humanos.
Por eso mismo nunca dejó de estar donde debía y si hay una imagen que revela este compromiso, fue cuando a principios de los 90 lideró la desoladora marcha de un puñado de personas que pedía justicia por el asesinato de Gilda Mansilla, una doméstica cuyo crimen aún hoy permanece impune. O en lo que tal vez sea la marcha de silencio más dolorosa y terrible que recuerde la historia de Tandil, que sucedió tras la explosión de un horno en Metalúrgica Tandil y la muerte de tres jóvenes trabajadores.
La muerte de Raúl Troncoso, justamente en estos días tan difíciles, no sólo duele por el vacío que abruma, por su pérdida irremediable, y por el largo adiós que acaba de comenzar. Nos duele también, a muchos, porque sin duda hoy estamos un poco más solos que ayer.