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Opinión

De Casa Rosada viene bajando otra cuarentena

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En la noche del 19 de marzo nos enterábamos oficialmente de algo que ya se venía hablando por lo bajo: el país era sumido desde Balcarce 50 en su primigenia e histórica cuarentena con la excusa ideal de proteger al gran pueblo argentino del virus coronado. 

Sin el Congreso ni la Justicia funcionando, el Poder Ejecutivo fue el dador de las órdenes con los gobernadores e intendentes bien serviles, en una nación supuestamente federal. 

Rodeado de un coctel de “expertos” inició el Presidente un martirio social y económico donde todos perdimos libertades, dinero o trabajo por citar solamente algunos ítems de los despojos de esta medida tan precámbrica. Nos zambulleron en un tonel de prohibiciones y “fases” para indicarnos que no somos otra cosa que ovejitas transportadas. ¡Qué lejos quedaron aquellas marchas contra la Dictadura!

Eso sí, la imagen positiva de don Alberto Fernández era en ese punto crucial de 80 %. Hoy ha descendido a 65,2 %. Y viene en caída libre sin lograr formar un núcleo duro de “albertistas”. 

La idea central de meter a la gente en el redil, replico cual mansas ovejas, y activar el dorsal de la salud, no ha dado el resultado esperado puesto que continúan con los preceptos de guardar las camas para una posible invasión de infectados. 

Con 128 casos contabilizados se arrancó aquél ya distante 20 de marzo un asedio sistemático a los derechos inherentes al ser humano. Los pasos subsiguientes, irían arrojando detalles y mojones para enmarcar hitos imposibles de no advertir. 

El 9 de abril el señor Juez Federal Víctor Violini nos enrostra la necesidad de que los presos puedan ver la luz del sol. La cuestión era simple: podrían morir del Covid 19 en sus celdas sucias y llenas de ratas. 

El 24 de abril, a propósito de encarcelados, se produce el motín en Villa Devoto. Previamente, se registró un alzamiento presidiario en la Unidad de Las Flores, Santa Fe, con cuatro muertos. 

El 8 de mayo, se da la cuarta extensión “cuarentenera”y el Jefe de Estado irrumpe en las filas de los yerros comparativos. Suecia y Chile caen en la volteada errónea.  

El 17 de mayo suena una fortísima alarma cuando la Diputada Fernanda Vallejos desliza que el Gobierno Central bien podría quedarse con una porción de las empresas que asista en este marco de contingencia. 

El revuelo es tal que hasta el propio Alberto sale a desmitificar. Pero ya la cancha estaba embarrada. Por algo ladra el perro. 

El 28 de mayo se da un ejemplo nefasto: el líder político de la Argentina, felicita a Gildo Insfrán, insufrible Gobernador formoseño. 

El 8 de junio surge de la nada, eso creerán los ingenuos, un rápido plan de Casa Rosada para ¿“salvar”? a la empresa casi ya centenaria “Vicentin”. El proyecto medio se licúa y queda mal parapetado el staf del oficialismo. 

El 12 de junio el Coronavirus asedia al Intendente Martín Insaurralde y una lluvia de funcionarios se anota con el problema. Se para de golpe la impetuosa campaña de Fernández, “recorredor” incansable de distritos en medio del flagelo pandémico. 

El 20 de junio se realiza la primera manifestación pública masiva en contra de Balcarce 50 con un banderazo por la ya citada Vicentín y por el sostenimiento a ultranza de la propiedad privada. 

Y el 26 de junio, el mandatario argentino actúa ante las cámaras y sin periodistas a la vista, ofrece en bandeja una novel rama del árbol cuarentenero. Con rictus paternalistas, subraya la necesidad de “hacer un último esfuerzo” por preservar la vida en contra del virus y sus consecuencias. “No crean que me he enamorado de la cuarentena” esboza socarrón. 

En el medio de la escena se ubican desde el vamos, Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta. Habría que recordarle a estos buenos señores que la Provincia de Buenos Aires, salvo Alejandro Armendáriz, UCR (1983 – 1987) o María Vidal, Frente Cambiemos (2015 – 2019), estuvo en manos justicialistas y que jamás se le dio al área metropolitana la calidad de vida que requería. Ciudades enteras sin agua corriente, sin cloacas y sin asfalto en cientos de calles. Con los barones del conurbano peleándose entre ellos y con perjudiciales punteros políticos devastando la zona. 

Aunque ahora es más fácil despegarse y culpar a los corredores de a pie de Capital de todos los males presentes. Larreta encriptado entre la coparticipación y los aprietes, calla y otorga, negociando apenas migajas. 

La emisión de dinero sin respaldo, los millones de IFEs y demás programas, sostienen la columna de un gobierno sin destino económico. Al pueblo hubo que entregarle plata para que no chille. Aprendieron la lección del 2001. Pero no es todo: pérdidas de puestos de trabajo, dramas psicológicos a causa del encierro obligado, deudas impagables y caída del PBI son apenitas algunas grageas de esta proposición fernandista. 

La señora Vice mientras, acomoda sus chanchullos leguleyos y el andamio tambalea. La patria hace agua y nadie acierta a pronosticar una elegante salida, un fin de la trasnochada etapa actual. 

De mirar a la salud, poco y nada. Me decía días tras un médico: “Este traje que me obligan a usar (con la marca a la vista “3M”) me cuesta $ 1800 y además barbijos y guantes. Teóricamente me ordenan tirar el traje cada tres pacientes atendidos.”. Comentarios al pie de página. 

Además de todo este suplicio, la medida aislacionista, nos ha dividido una vez más. Ha profundizado la grieta entre hermanos y nos hace ver al otro como un posible enemigo. Ostracismo y silencio a la orden del día. Y plena sumisión a raíz de la potente inyección de miedo inoculada cada minuto. 

Ojalá que cuando el pueblo mansito despierte haya todavía país independiente y democracia. 

Por Mario Delgado.-   

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho