Opinión
Ahora vendrán caras extrañas…
Sábado negro fue ayer, con intensidad de sospechas epidemiológicas hechas realidad.
Sábado negro fue ayer, con intensidad de sospechas epidemiológicas hechas realidad para lamentación de miles de almas que cumplieron con sentido común y responsabilidad, la medida impuesta oportunamente.
Ahora vendrán caras extrañas a decirnos variedad de comentarios y a argumentar en favor o en contra de tal o cual postura. A pontificar y echar sendas culpas. Y en el medio, haciendo equilibrio sobre un gran abismo, el Estado Municipal y su participación por su rol particular, en todo este ítem tan delicado.
En más de un hogar la tristeza se adueñó de las caras presentes cuando el señor Intendente Ezequiel Galli, confirmaba en la noche de la víspera, la cantidad de casos positivos del virus coronado por estos pagos (ver nota aparte en este portal). A más de un padre o madre, se la habrá caído un lagrimón por el largo, prolongado encierro de los niños fundamentalmente, muchos de los cuales ya están sufriendo la situación consabida de aislamiento.
Indudable es que las causas del desmadre ¿repentino? son diversas, como así también las responsabilidades. No existe un único reo. El punto tétrico es que nadie se hace cargo como corresponde, ni hará jamás mea culpa.
PRIMER TEMA.- La increíble locura de continuar, aún en la restricción, con el proyecto Lamalí II y la llegada a la ciudad de trabajadores foráneos cuando en la ciudad existen empresas capacitadas para la supuesta tarea específica de una compañía de San Nicolás, cuyos dependientes se alojan en un conocido hotel. De ahí devino el interés repentino de habilitar los hoteles justamente.
¿Cómo se facilitó tan dócilmente la injerencia de este cúmulo de personas cuando acá se exhibía el control más estricto? Algunos sostienen que la empresa sannicoleña vino porque es la misma que realiza trabajos en todas las fábricas de la ex Loma Negra. ¿Lo concreto? Entra y sale personal como si nada fuese.
Pero además días atrás se vivió en una clínica local un cuadro intrigante: Dos operarios chinos y un traductor, también de origen chino, fueron con serios síntomas a hacerse controlar. Cuando les dijeron que fueran inmediatamente al Hospital, huyeron del sitio.
O sea, mis amigos, seamos claros: desde enero cada mes, alrededor de 100 chinos entraron a Loma Negra; todas las semanas vienen camiones de Brasil a la cerealera de Avenida Saavedra al 3200 con la misión de cargar alpiste; camiones de Chile arriban lo más campantes a FABI en Hinojo; y este entuerto de 45 personas de San Nicolás que pareciese quieren desmitificar y purificar con agua bendita.
Las entradas y salidas de la ciudad tuvieron diversas fases de control: desde el ritmo más estricto hasta el relajo, sobre todo cuando la policía comprobó que no les pagan todavía las horas extras. Y se avivaba más de uno y se colaba por algún lugar no vigilado. Y en ese lío, aparecía cada tanto algún camión del conurbano a un negocio de autopartes sin ningún tipo de revisión, dado que el puesto de mira está más adelante.
Se dice en esta telaraña que alguien incluso mentía su destino e iba a Buenos Aires en busca de dólares. Versiones y datos que emanan para recrudecer la teoría de las irresponsabilidades.
SEGUNDA LLAMA ENCENDIDA.- Las reuniones, asados y fiestas familiares que se fueron dando, violando la cuarentena y el deseo de miles de salir cuanto antes de este embrollo. Imbéciles de toda imbecilidad que han terminado perjudicando a comerciantes y laburantes que no podrán hacerse cargo de su trabajo, al menos hasta el martes 16 del corriente. ¿Qué habría que hacer con esta bandada de inmundos seres despreciables?
TERCER SUCESO.- La divulgación de secretos detalles hospitalarios de “sospechados” y contagiados del Coronavirus, es un tópico que amerita un sumario interno y luego la acción de la Justicia. Empero no es algo tan novedoso o imposible de imaginar que pudiese acaecer. Siempre hay traidores o intereses cruzados. No obstante, revela la fragilidad del momento y precipitó, uno intuye, todo el desmoronamiento de la senda hacia un porvenir más flexibilizado. La suciedad de la política mete su cola, sin dudas, luego de la encuesta por Twitter y de la afirmación del Jefe Comunal de “no volveremos para atrás”.
El hartazgo entendible por la cuarentena más extensa del universo, colisiona entonces en un segundo, con la apoteosis de los miedos recurrentes al Covid 19. Ahora vendrán los apuntes, los audios, los mensajes de intimación o sujeción a tal o cual idea. Sí, ya los estamos divisando. Y proseguirá el canto triste de millares de olavarrienses sin comida, sin trabajo, sin rumbo.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-