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Opinión

De la cuarentena y el Coronavirus

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Si hacemos un breve balance de todos los condimentos que han ido nutriendo a esta medida inédita de la cuarentena en el país y en nuestra ciudad, en medio de la triste pandemia del Covid 19, iremos encontrando al alcance de la mano, queridos amigos, una variedad de cosas dignas de analizar con imparcialidad y paciencia. 

Quizá el primer escollo a vencer y que se afianza, es la evidente GRIETA establecida alrededor de las opiniones que se vuelcan sobre todo lo referente a la medida de aislamiento en sí, pero también ahora con la consecuente tétrica aparición y confirmación de casos positivos de esta novel enfermedad infecto contagiosa. 

Las brechas en la Argentina no son una temática difícil de ubicar para quien rastree la historia de la nación. Antes inclusive de 1810, ya existía este proceso divisorio. Mas su afianzamiento en los últimos años es muy palpable. De modo tal que cualquier comentario o idea puesta de manifiesto, por ejemplo en Facebok, es un claro hito de discusiones y gruesos epítetos de una persona hacia otra. 

La línea divisoria es una gran lástima. Y, vuelvo a insistir con incisivo bisturí, los ejes del sano diálogo sin suprimidos por la discordia y el odio liso y llano. 

Otra cara visible hoy es el incremento de LA SOLEDAD. La introspección, el divisar al otro como un enemigo es moneda corriente. Muchas almas, agobiadas por la inoculación estatal y mediática del miedo, se recluyen en sus propias vidas, desechando cualquier contacto. Y hay quienes están solos de verdad también en lo físico, aislados por la obra cuarentenera oficial. 

Un AHOGAMIENTO físico, mental y espiritual es otra vertiente a comprender y asistir. Ahoga esta incertidumbre, este no saber qué cornos va a suceder mañana. Este permanente carrusel maldito de avance y retroceso, siempre gobernados desde arriba.  

No han de faltar a la cita del desequilibrio emocional, las ENFERMEDADES PSÍQUICAS. Cientos de personas ya padecen por los despojos  arrojados por el encierro obligado cual dictadura fatal. Chicos con traumas y temor a salir a la calle. ¿Quién reparará este vil daño?

Y se nota sin demora alguna, la poco sutil DESCONFIANZA entre humanos. Todo es válido para apartarnos o para no creer, ni en el prójimo ni en las estadísticas, ni en nada casi. Esta actitud lleva sin escalas al puerto del resentimiento y la desazón. Hostiles y “embarbijados” en las filas, aguardando sin hablar con nadie y que no se te ocurra toser…  

Ha ido generando a su vez un aspecto antes tal vez no imaginado este ambiente tan gris y opaco: atender los movimientos del otro y ver fantasmas ocultos en quien hasta ayer, era nuestro amable vecino. De ahí a DENUNCIARLO  ante cualquier sospecha, habrá un pasito apenas. 

En tales circunstancias, apreciados lectores, hasta el concepto de amor se bastardea. Y se sufre la congoja de no ver al ser amado o verlo a escondidas, cual fugitivos. Tremenda oleada de desquicio. Nervios ocasionados en algunos por la ausencia de buen sexo y parejas, por otro lado, al borde del final por la inconsistencia que les produce estar continuamente juntos bajo el mismo techo. Aburridos, hastiados sin metas ni propósitos. 

Y la VIOLENCIA DE GÉNERO aumentando su volumen. ¿Cómo se frena esta locomotora lanzada al vacío?

En medio de la crisis, surge empero la SOLIDARIDAD para intentar que aquellos que no poseen alimentos, puedan comer. Desde el rol del Municipio, hasta entidades sociales y particulares que se desloman por cumplir un cometido de auxilio imperioso.

Es un tópico a subrayar. ¿O el único en verdad? Porque da la impresión que no se ubican más resortes, más bases sólidas de un tiempo nuevo mejor, de un noble porvenir, luego de que trascienda este virus coronado y todo sea de otra forma. 

Sobra lo negativo y una pequeña migaja, una ínfima dosis de positivismo uno encuentra, rascando en el fondo del tarro. El Estado aprieta los zapatos con el aislamiento, y las horas se deslizan por el reloj sin sentido, sin risas, sin planes, sin alegrías auténticas. 

Como telón mudo de fondo, la inusitada, hasta exasperante PASIVIDAD Y MANSEDUMBRE del cascoteado pueblo argentino. Otra vez es llevado de las narices sin reaccionar. 

Pobres de aquellos visionarios leales que intuyeron con fe, aunque sin argumentos, que se vendría un mundo más exquisito, más vivible.

Por Mario Delgado.-   

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho