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Opinión

Dimes y diretes del virus coronado

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Cientos de controversias y enfrentamientos verbales en medios tradicionales y en las redes sociales va trayendo a colación en nuestro país y ciudad, el Covid 19. Lo cierto es que un Gobierno Nacional sin Congreso y sin Justicia, dispuso con el amparo intrínseco de gobernadores e intendentes, una serie de medidas restrictivas en aras de preservar se nos expuso, la salud pública por sobre cualquier otro interés. Esa muletilla va perdiendo consistencia.  

Ahora, con el devenir de los días y de las novedades de casos efectivos, surgen punzantes preguntas o ideas de cómo continuar, una vez claro que ya casi toda la economía del país tambalea. Pero no es solamente una cuestión de rivalidad entre ambas cosas, es mucho más compleja la realidad de este momento incierto. 

Se ha decidido encerrar a 44 millones de almas como si tal situación fuese un canal de cuidado. Y es importante subrayar que en la primera instancia fue un método preciso puesto que permitió poner a punto la prioridad de los sistemas sanitarios, equipando incluso a aquellos que pudiesen no contar con los elementos imprescindibles a la hora de responder a la demanda por el arribo de pacientes con el Coronavirus a cuestas. 

Luego devino el martirio. Y recién hace unos quince días, se toparon con lo que hasta un niño intuía: el gran bonete de cuidado se ubica en el área metropolitana y alguna zona de la Capital Federal. 

Tantas horas y semanas de aislamiento impuesto ha traído también, por si alguien no se dio por enterado, un sinfín de acciones gubernamentales tendientes a incrementar un control increíble sobre la población. Ni que mencionar las consabidas censuras en Facebook por ejemplo, a publicaciones no comulgantes con Casa Rosada. 

Pero el carrusel describe más apostillas dignas de citar al menos, como un mojón de pensamiento no avasallado por la tesitura de mantener a la gente encasillada, encapsulada mentalmente. Veamos.

A.- Dicen los expertos, los virólogos, que este nuevo problema mundial llamado Covid 19, se transmite por las gotas de la saliva humana, no flota en el aire ya que no es lo que ellos diagnostican como un “virus pesado”. 

B.- Hemos de permanecer a dos metros del otro en un negocio para evitar cualquier inconveniente. Ahora bien ¿cuál es la diferencia con estar también a dos metros en una plaza?

C.- Va saliendo a relucir el trauma que se genera en la niñez a raíz de este loco encierro. 

D.- Un párrafo aparte y en tinta roja, nos lleva la insólita APP “CUIDAR”, herramienta que se insta a utilizar por obligación y que debe brindar sin dilaciones todos los datos personales, volcándolos, ofreciéndolos para que expresamente sepan todo de cada usuario. Imposible no creer que se ideó tal aplicación cual carpeta de datos.

E.- La metodología de la cuarentena ¿no es acaso un resguardo para sospechados de la enfermedad y para quienes la han contraído? ¿Por qué insistir con este impulso compulsivo de “encuarentenar” a individuos sanos que tendrían que ocuparse de otras cosas, como sus tareas habituales?

F.- Se nos asusta con cifras de muertos por el virus coronado, mas nada se expone de otras patologías como la influenza que se lleva 32.000 víctimas promedio cada año en nuestro bendito país. Pero hay más: en 2015 por causas respiratorias, fallecieron 56.901 personas. En el 2017, la nómina ascendió a 64.869. Y los trastornos coronarios que ocasionaron decesos en esa idéntica temporada fueron 97.219. 

G.- Y cierro para no cansar a mis queridos lectores con un aplauso inmenso para los señores efectores de la salud, médicos y enfermeros que por cuidar la vida del prójimo, han contraído el virus. Lejos de molestarlos, debemos solidarizarnos con cada uno de ellos y eso sí, inquirir con incisiva voz: ¿Por qué cuernos el Poder Ejecutivo ha podido soltar tantos billetes sin ningún respaldo para millones de personas, muchas sin merecer tal dádiva, y no ha sido aún capaz de ocuparse como es menester de este sector que, a veces, ni barbijos posee?

Por Mario Delgado.- 

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho