Opinión
La cabeza de Juan Pueblo
Dirán las crónicas al redactarse que la cabeza de don Juan pueblo arde. Como un bombo la tiene a esta altura de la cuarentena. Casi se subrayará que no entiende nada; abunda en perplejidad.
Al principio parecía que el Coronavirus era comparable a una tradicional gripe. Sin embargo resultó más peligroso, aunque muchos ni siquiera poseen síntomas y se recuperan sin alteraciones. Entonces entre la amenaza de muerte que representa el flagelo y los cajones populares con fallecidos que se exhiben, concibe miedo al por mayor.
Por allí se le explica que no debe salir de casa, aunque sí puede escaparse un poco para pagar tributos al Estado y si tiene que trabajar, depende de qué especialidad sea, podrá salir con los recaudos pertinentes.
El consumo esencial se le garantiza a Juan Pueblo. En filas largas y tediosas, al sol o bajo la lluvia, se surtirá, guardando el metro y medio. Eso sí, nada de salir a trotar solo: prohibido.
A los facultativos nota Juan que los aplauden porque se ocupan de curar, aunque no comprende por qué empero, aparecen desubicados que exigen con carteles, el retiro de sus casas de los médicos.
Hay que transitar en soledad las calles y nadie habla con nadie; éxodo de charlas y amistades. Por suerte podrá dormir con su mujer en la misma cama, mas no caminar del brazo con ella.
Es peligroso enfrentar las multas por intentar ir a ver a alguien, aunque con permiso te vas lejos sin dramas. Ah, no olvidar el barbijo por las dudas estés contagiado. Y si no lo estás, mejor, claro que en tal caso el barbijo sólo molesta, dificulta y distancia. Símbolo interesante de control.
Los que dominan estas plagas a diario son consultados, pero Juan Pueblo no capta sus ideas contradictorias. Sostuvieron primero una tesitura y resulta que hoy, exponen otros conceptos. Se los menciona como “expertos”. En rigor de verdad no son tan sabios ya que el Covid 19 es nuevecito. De ahí, tal vez, las variaciones de estos personajes.
Se determinó en este trayecto, cuidar o directamente aislar a los ancianos. Voluntarios les hacen los mandados pero tendrán que salir a cobrar porque muchos no manejan las tarjetas o no confían en familiares para tal trámite. Harán colas de dos cuadras y regresarán después a su encierro. Para comodidad, les acercarán una silla y algo de café.
Entre suspendidos y echados, entre pérdidas de ventas y persianas bajas, surgen los nuevos pobres. Personas sin la habitual changa que son asistidas con un plato de comida. No obstante, quédate adentro que te come el cuco.
9 de cada 10 argentinos se endeudó con alguien y debe un promedio de $ 150.000. ¿Quién garantiza paz y felicidad, recuperación y orden?
Se toma una aspirina Juan Pueblo y aun así, no logra calmarse del todo. No quiere ir al Hospital porque lo mirarán mal, despectivamente, y es mejor no alterar ánimos en estos instantes tan medulares.
Por Mario Delgado
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-