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Opinión

Derecho a vivir sin derechos

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La Constitución argentina, adhiriendo incluso a pactos internacionales, como el de San José de Costa Rica, indica si mal no leí, una serie de inalienables derechos humanos que, a todas luces desde hace más de sesenta días, no se respetan; es más se vulneran en base a un designio del Poder Ejecutivo Nacional, con la vista gorda de los demás poderes muy sujetos y enclenques, y con la actitud timorata de gran parte del arco opositor.

Los derechos a transitar, a trabajar, a acceder a la Justicia, a tener una óptima salud pública, y a protestar por ejemplo, fueron quebrados en aras de un pretendido “Club de Expertos” que asesora al señor Presidente. 

La manada dice “Sí, señor” y allá vamos, sin previsiones ni datos certeros y confiables. Poniendo el dedo en cifras extranjeras que no siempre son tan ciertas. 

De aquella primigenia cuarentena de catorce días, sólo queda el mal recuerdo. Sin embargo, la mirada de Casa Rosada continúa siendo drástica, sin reconocer un ápice de una irrefutable verdad: el gran dilema está en las villas superpobladas y con casas precarias donde se hacinan las familias. 

A todo esto, los líderes del país no se bajaron el sueldo, las decenas de causas contra la actual Vicepresidente sospechosamente se congelan a diario, el campo sigue sin ser puesto en el centro de una inminente y necesaria reactivación productiva, los jubilados están atados y es bien sabido que, en la praxis, varias tarifas incrementaron su monto en estos tiempos de pandemia, contradiciendo a la voz oficial. 

Cristina Fernández viuda de Kirchner arrasa mientras con lugares, cargos y cajas estatales, con un peso específico imponente de su brazo camporista. Como tímida contrapartida, parece que algunos kamikazes salen a la arena política con serias, aunque todavía veladas intenciones, de armar en el territorio que sea fértil el “albertismo”. 

Es muy sencilla la ecuación: don Alberto detenta el gobierno pero debe acceder a las peticiones o exigencias preexistentes y de ahora, de la ex Jefa de Estado. 

El manto de impunidad cristinista empieza a extenderse al son de una actividad justiciera medio paralizada. Con denuncias entrecruzadas y con jueces que se hacen los desentendidos, la extensa medida de aislamiento va cumpliendo su cometido de distracción impresionante. Y la dama de los mohines acumula energías y espacios interesantes. 

La lámpara albertista se prendió con el inicio prematuro o a tiempo de la medida restrictiva. La relativa tranquilidad obtenida por su rapidez, fue un elemento a considerar en la popularidad y sostenimiento de su buena imagen en el pueblo. Sin embargo, la lentitud de la puesta en vigencia del retorno con ciertos cuidados obvios, a la normalidad, sobre todo laboral, va minando su figura. 

Los científicos seguro son muy respetables. No hemos de dudar de ellos. Pero hay dos cuestiones a tener en cuenta: una, no fueron elegidos, no fueron votados por nadie y la segunda, van quedando demostradas a nivel internacional, las contradicciones en cuanto a cómo actúa el virus coronado.

O sea, la gente común paga impuestos, compra comida y sufre el ostracismo. Y no ve ningún sacrificio en las altas esferas. Por el contrario, se aproxima un nuevo default para la Argentina y Balcarce 50 emite y emite dinero para calmar las aguas. 

El estatismo arremete y ahora filtra las redes sociales. Un espionaje intrigante que detecta pensamientos no afines. ¿Las consecuencias? Podrían ser diversas y negativas por cierto. 

Y en tal contexto, nada nos explican de las víctimas de otras patologías o circunstancias que son más letales que el Coronavirus. Porque la idea ha sido y es central: inocular miedo. Y desde el temor generalizado, sujetar de la rienda a la población. 

Para cerrar, quiero graficar esto último que citaba. Veamos los datos de víctimas (muertes) hasta el viernes 22 de mayo a nivel mundial. 

14.912.614 abortos;

4.553.520 enfermedades infecciosas; 

2.881.013 cáncer;

2.666.173 niños menores de 5 años;

1.753.455 fumadores;

877.276 por alcoholismo;

473.487 accidentes de tránsito;

376.135 suicidios;

344.054 malaria; 

295.376 muertes relacionadas a beber agua no potable, y

274.171 por Covid 19.

Por Mario Delgado.- 

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho