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Opinión

Veníamos bien

Era casi un juego didáctico y espontáneo del día a día. Sin detenernos a meditar ni valorar lo que teníamos. Con la presión impresa en la frente y en la espalda, corriendo de un lado a otro, de un laburo a otro. Con el estrés a cuestas. Sin mirar para atrás, los amantes se daban citas vía celular y se encontraban, dibujando parábolas de distracción, de recargar pilas para enfrentar la rutina. Y las quejas hacia la pareja que ya no iba. Y los novios se veían alborozados, haciendo planes a futuro, a veces cercano o lejano. Y el smog de la ciudad. 

¡Ah, tiempos felices aquellos! “Veníamos bien”, dirá a mi oído una señora vestida de luz. Y sí, veníamos bien: éramos libres en nuestras prisiones cotidianas pero auto impuestas. Sin que nadie nos diga qué hacer o dónde ir tal o cual día. 

Era tan maravilloso respirar el aire del “yo puedo” sin excusas. Los movimientos nuestros eran dinámicos, absorbían los antidepresivos y los complejos vitamínicos como de costumbre, sin recurrir a manuales explicativos. 

Se poblaban los gimnasios de esbeltas figuras y de gente común también. Y los bailes bullían de señores en busca de soñar con tener alas para volar lejos. O, al menos, hasta la cama de cierta doña que les dé cabida una vez al menos. Después de todo, la vida suele ser eso: trabajar toda la semana para bailar el sábado y compartir soledades. 

La normalidad era simplemente. Existíamos y vivía todo a nuestro alrededor. Sin demasiadas consultas o preámbulos. De tal tarea engorrosa se ocupaban los filósofos, el resto, cual ovejas mansas, nos alineábamos frente al trabajo o estudio sin chistar. 

Las discusiones se sucedían por cuestiones triviales o enfervorizadas.  Los domingos correspondían al universo de la pesca, el automovilismo o el fútbol. Y de ahí a inventar otras alternativas hogareñas o barriales. 

Ardían los moteles y se poblaban restaurantes. Los mercados atestaban de clientes y la protesta era consabida: el imparable aumento de precios. 

Y los autos a la vera del arroyo, huyendo del Estacionamiento Medido. Y las búsquedas de temas para plantear propuestas al oficialismo. Y las especulaciones del fomentismo en llamas. Y el carrusel incesante de un país, de una ciudad, de una familia. 

Veníamos bien, de acuerdo. Pero llegó el virus coronado made in China y todo mutó. Nos mandaron a guardar el primordial derecho humano que es la libertad y nos dictan órdenes, sin manifestar la propia improvisación del Estado que jamás prevé nada. 

Y, corderos humildes del rebaño, acá estamos. Inconstitucional es la cuarentena prolongada. Recién ahora algún medio se atreve a decirlo. Caos sobre caos es el hoy y lo que vendrá. Gente encerrada cual presos y los presos libres en sus casas. 

ERA MEJOR ANTES. Así con mayúsculas. Aunque sea por lo elemental: éramos libres. Hoy somos máscaras llevadas al teatro de la incertidumbre. 

Por Mario Delgado.- 

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