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Opinión

Sin solidaridad, no habrá salida posible

Se hace menester palpar que la Gran Tribulación en cierto modo, ha dado inicio.

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Y, en este triste contexto, la voz de la caridad, de la ayuda, de la auténtica solidaridad, se manifiesta cual cara contrapuesta al rigor del minuto presente. 

Es por eso, mis amigos, que como ustedes lo pueden comprobar cada día, por distintos caminos se llega hoy a acompañar en su hora más tremenda, a un número significativo de personas en nuestra ciudad.

A la mayoría de estos casos, de estos vecinos nuestros, hemos de ubicarlos en una novel franja de damnificados por la irrupción del Covid 19, o sea nada más y nada menos que los que podríamos calificar con sumo pesar “los nuevos pobres”,  léase individuos que han quedado sin empleo o que aun teniéndolo, no pueden cobrar. Además, gran parte de este cúmulo, son cuentapropistas que hacían las comúnmente denominadas “changas” para ganarse la diaria. Gente de oficios varios que ahora luchan por sobrevivir. 

El área de Desarrollo Humano de la Comuna, por ejemplo, como para citar un organismo que acude hacia el drama, reporta la entrega desde el 3 al 7 de abril, la cantidad de  2500 bolsas alimenticias del NBI. Desde otra parte del mismo órgano social, se han otorgado 2110 bolsas de mercaderías. Por el sistema escolar SAE, se han distribuido 4200 bolsas y a los domicilios de los beneficiarios, se llevan las Tarjetas Alimentarias. Estos números incluyen a las localidades también. 

Al mismo tiempo, se apoya a merenderos y comedores que hacen alimentos para que la gente retire. Y en tal sentido, la lista de entidades sociales, y voluntarios que se han sumado de todo corazón a caminar a la par para poder auxiliar a los necesitados, es importante. 

Otros particulares o integrantes de asociaciones, preparan con denuedo a diario barbijos para el ajetreado personal médico o para quienes precisen y por ahí, no están en condiciones de comprarlos. 

La maquinaria de tinte benéfico es inmensa. Con nombre y apellido en ciertos casos, y anónima en otros. Nadie es más que el otro; todos se afanan por trabajar en una mancomunada idea proverbial de no dejar caer al prójimo. 

De seguro es para aplaudir la actitud comunal y de muchas almas caritativas. Que tal vez no sea suficiente, que queden cosas todavía por hacer, es verdad. Que a lo mejor las bolsas debieran contar con más artículos, o con mayor asiduidad de entrega, es probable. Mas la generosidad vibra, no se borró quien tenía que responder. 

Ojalá prime la coordinación entre todos y se logre tender ese puente lógico con el que necesita hoy más que nunca.  

Siguiendo con este razonamiento, con este mapeo de lo cotidiano, redunda casi considerar un aspecto a no descuidar: para muchas personas o familias no resulta nada fácil tener que ponerse en una fila por un plato de comida o tener que aguardar un bolsón en sus casas. Y no les viene en gracia tal cosa porque no están acostumbrados a pedir la mano tendida. Han obtenido siempre el puchero laburando. En lo que sea. Con la honradez como bandera. 

El golpe del yunque es tremendo, pues. Desvirtúa a los cacheteados por el daño colateral del Coronavirus. Se sienten desvalidos y humillados ante la montaña inaccesible. Sin perjuicio de tan noble semblanza de carácter, convengamos que esta asistencia momentánea es, empero, urticante y se hace sumamente pertinente. Y se irá acrecentando la nómina no bien vayan pasando los días. No mejorará nada; empeorará. Los visionarios de lo optimista son más bien profetas de la más absoluta ingenuidad. 

La bola de nieve ya se desató. Negocios han cerrado y otros le seguirán. Empresas tratarán de permanecer pero recortando empleados y sueldo. Y los trabajadores habrán de aceptar o irse por la cuneta. La industria del juicio procederá a querer captar adeptos, sin embargo será tan grande la magnitud del quebranto que no todos los reclamos laborales tendrán asidero. Después de todo, siempre se podrá recurrir a la tajante excusa de la génesis del mal: el virus coronado. 

El Estado en sus diferentes manifestaciones ha debido ya, y lo deberá seguir haciendo, salir al cruce de todo maleficio. Hoy la bolsa alimentaria primordial, de cercanía, imprescindible. Vendrán más tarde las  facilidades de pago para abonar tasas, impuestos y servicios. Todo ese proceso de acompañamiento a  cada caso, llevará consigo tiempo y paciencia.

Y propiciar la reactivación no será, no obstante, tarea seductora. La gente apenas tiene plata para comprar comida. Y va perdiendo poder adquisitivo y lo perderá aún más, aumentando el coctel de ciudadanos pobres  que ya llega en la Argentina a un 45 %. 

Por eso, creer que saldremos enseguida es mentirnos a nosotros mismos. Costará y lágrimas miles costará. Sólo se asomará la nariz afuera del pozo, con solidaridad y conciencia humanitaria. Con esta visión de asistirnos que hoy, por suerte, y como decíamos más arriba en esta columna, está intacta y activa sin pausa. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho