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Opinión

¿Se reformó la Constitución?

Si alguien está al tanto de una nueva reforma de la Constitución Nacional, por favor avisar ya.

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Porque, por lo que yo tengo entendido, el “retoque” a la Carta Magna hecho en la Provincia de Santa Fe en el año 1994, fue el último hasta aquí.

Sin embargo las circunstancias tienden a evidenciar una transformación política por estos álgidos días, con un Poder Ejecutivo que, desde Balcarce 50 y con un grupo de respetados asesores, muy prominentes ellos quizá, pero que nadie votó, digita los destinos del país. Reformateando la cara de un país republicano.
El Legislativo se entremezcla en discusiones varias y vanas, por resolver el cómo y el cuándo volver a sesionar, con la intromisión lógica de la señora Vicepresidente que apeló a la Justicia, generando así un perverso dilema.

Y los señores jueces mantienen en general su feria, de modo que sólo un ángulo de mando se advierte, sin presencia ni decisiones del resto y, por supuesto, con gobernadores que, por lo bajo exigen el fin de este martirio, mas en la praxis asienten al Jefe cual mansas ovejas. Es simple: no poseen los cojones como para tomar el toro por las astas en sus territorios y prefieren no tener que cargar con culpas.

Entonces el doctor Alberto Fernández se pone el traje del súper poder y declama, cada quince días para dónde ir o qué corno hacer. O no hacer. En el mientras tanto, los vehículos de transporte de personas circulan sólo hasta las 17 horas en una ciudad como ésta. Después, morite tranquilo. Es evidente que quienes nos mandan, jamás fueron ciudadanos de a pie.

Brilla en el cielo la autoridad unipersonal del señor Jefe de Estado que, sin diputados ni senadores al alcance, opta por irse del Mercosur y ofrecer una precaria renegociación de la deuda que, si no es aceptada por los acreedores, nos instala en la puerta misma del default. Silencio de radio.

A todo esto, el señor ministro de Salud Ginés García, dijo en marzo que el pico del Covid 19 se vería en abril. Cambió de planes y de meses: mayo y junio serán ahorita los tiempos difíciles. Improvisación total.

Pero nada es suficiente para este “unicato” increíble: por falta de recursos o para evitar supuestos males mayores, emulan a don Héctor Cámpora y liberan una sarta de presos de toda calaña. Y se evalúa además, darles un subsidio en sus casas.

En este período en que recibimos tan peculiares órdenes sin inmutarnos, todo se viene abajo y pocos lo exclaman; prefieren sujetarse como los gobernadores a la coyunda oficial, pero 45 % de argentinos la sufren más que nunca a esta crisis.

Casi 5 % más de pobres cuenta hoy la Argentina nuestra a raíz del Coronavirus y del parate impuesto por el Gobierno Central que emite y emite dinero sin ningún respaldo y proclamando el triunfo cotidiano de la inflación.

Percianas cerradas y gente formando fila… para recibir un plato de comida. Enfrentamientos verbales entre pares muchas veces y soluciones negadas.

Se intenta todavía disfrazar la realidad, ocultar la verdad. Económicamente nos venimos a pique y aumentan los asaltos y robos, también silenciados.

Un auténtico desastre y la enorme pasividad de un pueblo con miedo. Nos inocularon el temor. Pero de los desastres del encierro, nadie por hoy da cuenta. Hasta que todo pase, si pasa, y de a poco, nos vayamos enterando.

Mala cosa gobernar por Decreto. Pésima idea bastardear el Artículo 22 de la Constitución. Cobardes los serviles que no levantan la voz.
Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho