Opinión
El arcón del Coronavirus
Zozobra, incertidumbre, cambios bruscos de hábitos y sobre todo, miles de muertes, es lo que trae en su arcón el virus coronado.
En tal caso, hemos de confluir en la idea que ya son variopintas las intenciones dialécticas expuestas para tratar de referenciar la pandemia.
Nos encontramos entonces, mis lectores del alma, con una interesante diversidad de opiniones, alguna rigurosamente científica, otra más o menos aproximadamente científica. Mechada en la bolsa alguna de carácter religioso y, por supuesto, en el compendio de frases y explicaciones, se caerá a su vez en posturas extremas, atribuyendo el origen a un enfrentamiento de potencias, con la sugerencia incluida de ser ésta una auténtica “Guerra Bacteriológica del Siglo XXI”.
Lo más elemental se vuelve, pues, demasiado confuso. Nadie sabe bien cuánto durará el drama y tampoco si los sanos de hoy, no nos podemos convertir en los infectados de mañana. Se basa todo en la necesidad de prevención a ultranza.
La escueta revelación del Diccionario dice que el Coronavirus es una “enfermedad infecciosa causada por el virus SARS – COV – 2. Se detectó por primera vez en la ciudad china de Wuhan, Provincia de Hubei en diciembre de 2019”.
Otro aporte más traumático expresará que ya un programa de la cadena mediática RAI, de hace al menos seis años atrás, exponía con crudeza absoluta la experimentación china de aquél momento con el pangolín, el murciélago y la mutación del mal, de la enfermedad hacia los humanos.
Si tal cosa fuese veraz, estaríamos ante un extraordinario dilema, sin dudas. En el mientras tanto, uno puede oír el clamor de algún sector de la fe cristiana que achaca este flagelo a un “mundo desobediente que se ha apartado de su Creador”. Y aluden a exposiciones bíblicas de catástrofes anteriores y sendas plagas que azotaron la humanidad en otros tiempos.
Aunque tal tesitura posee un término medio: hay iglesias evangélicas que han iniciado campañas de ayuda con barbijos y/o alimentos para quienes se ven desprotegidos.
Y así podríamos ir enunciando tantas elucubraciones, atentas todas eso sí, a desmalezar a su manera el camino neblinoso. Pero nos vamos a trasladar, si no les parece inoportuno, brevemente claro, a ciertas consecuencias del problema mundial que nos azota.
La cuarentena implementada y ampliada por el Gobierno Nacional ha sido posible por dos motivos: el miedo de la población a lo desconocido y el alto porcentaje de respaldo a Casa Rosada. Un presidente débil en su gestión ¿podría haber instrumentado semejante medida que coarta derechos constitucionales, así como así?
Perdimos por culpa del Covid 19, la preciada LIBERTAD. Ahora nos dicen qué podemos o no hacer. Increíble nivel de adaptación de la mayoría, salvo excepciones.
Cuidar la vida prima por sobre otro derecho. La mía, la tuya, la del otro. Hasta que las velas no ardan. ESO SÍ: MIENTRAS HAYA “MONEY” EN LOS CAJEROS. Sí tal no ocurriese, te quiero ver.
Y, para cerrar, otro dramón de novela lo otorga el encierro y la imposibilidad de verse los enamorados. Apelan al ingenio y, lo que antes hubiese corrido por medio de cartas, hoy se enmarca en el mundo de lo tecnológico, de modo que ya se ha promovido la modalidad de “sexo virtual”, que consiste en una manera sutil de encontrar placer con el ser amado, sin detenerse ninguno de los amantes a meditar en la distancia real que los separa.
Mediante el celular o la computadora, crean un clima distendido y cuasi romántico para ir absorbiendo palabras, movimientos y gesticulaciones de quien se halla al otro lado de la línea o red. Se atraviesan los pasos previos, el prolegómeno, hasta arribar a un “climax” sexual estratégico. Ecos de la modernidad extendidos al impedimento de verse los “tortolitos”. Y, como dijese una dama que ha usado este sistema de unión: “Obvio, no es lo mismo pero calma. Jamás soñé algo así”.
Por Mario Delgado
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-