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Opinión

“Nunca se vio nada igual en el fomentismo”

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“Nunca se vio nada igual en el fomentismo” es la frase, el concepto más recurrente en el micromundo barrial. Es una instancia crucial, plagada de rencores, de personalizar diferencias, de agravios, de acusaciones y de autoritarismos auténticamente inéditos e impensados en un reducto donde, se estima, ha de primar la cordialidad y el afecto mutuo. 

Quienes siguen con asiduidad estas columnas de opinión o escuchan mi programa de radio, interpretan diariamente y hasta con asombro, la intempestiva saga que hoy representa el sesgo dirigencial local en las sociedades de fomento y juntas vecinales federadas. 

La consulta que se impone por sobre el humo del incendio es: ¿Qué acaeció en aquél momento cuando el hilo se cortó? Porque es evidente a todas luces que en un punto negro del cosmos, esta seguidilla de desencuentros dio su primer y alocado paso. 

Esa inquietud flotará en el cansino aire hasta que cada quien se auto examine y haga su correspondiente descargo, en privado y en público también, por qué no. 

Y cuando cito con todo respeto a cada uno de los actores de este periplo, señalo precisamente eso, mis amigos, a cada uno de los componentes de este lío de ribetes novelescos. 

¿Cómo es factible tanto enredo dialéctico? ¿Tanta incomprensión o doble entendimiento de las cosas, sobre todo claro, del archi mencionado Estatuto? ¿Acaso han sido realmente necesarias las innumerables reuniones, esas charlas agitadas y los contactos telefónicos tan sugerentes y asiduos? ¿No se debiese haber actuado de diferente manera, tirando de idéntico carro, con proyectos comunes?

No. No ha sido así. Se ha profundizado la ya existente grieta que nació hace ya varios años atrás. Es más, ha habido un manejo expreso, bien adrede por parte de un par de personas para que tal brusquedad se afiance maliciosamente. 

Y esto también habría que captarlo con sinceridad: es minoritaria, muy minoritaria, la voz displicente, la sonoridad equívoca. Mas resuena con estruendo de multitud. Insisto: esto ocurre porque cuando fue el tiempo de cortar la maleza, hubo quienes prefirieron optar por dejarla crecer aún un poco más. ¿Miedo, cobardía, ingenuidad, conveniencia o simple indiferencia?

La noche se posó grisácea, hasta cruenta entonces. Cargada de sospechas y de atajos leguleyos. Y quien es nuestro vecino, nuestro colega fomentista, que no cobra un mango por su actividad, se convirtió en un ser despreciable al que tenemos que vilipendiar, estrujar cual trapo sucio o, directamente, excluir del rebaño cual leproso. 

Muy estremecedor, más aún cuando esta empresa no se trata de separar pretendidos malos de buenos, ovejas de cabritos, aludiendo a la Biblia si me permiten ustedes. No creo modestamente, y corríjanme si yerro, que sea labor del cenit fomentista juzgar al otro referente, al par, al amigo o no de ayer, pero compañero de anhelos en definitiva.  

Las obligaciones se han transmutado enormemente. Y en tal contexto, se presenta un detalle intrincado: da la impresión al menos, que la entidad cabecera en vez de proteger, cual gallina a sus polluelos, agrede y/o selecciona a los miembros de su congregación. En estos días apesadumbrados, actitudes patoteriles de ciertos líderes fomentistas, han sido explicitadas por sus presuntas víctimas. ¿Será tan así o hay en medio un espíritu de tergiversar las versiones? 

Mucho río revuelto y poca candidez. El molino de viento cruje. Y el agua corre conmovida. Algunos ansían de corazón la verdad y otros sólo el bienestar personal, la utilización del fomentismo para escalar a otra etapa de sus vidas. 

Nadie puede confiar en nadie, al parecer en este atrapante culebrón televisivo. A propósito, ¿qué es de la existencia del Municipio, como ente regulador?

Por Mario Delgado.-     

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho