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Opinión

Nuevos espirales de violencia

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Entre serios desmanes e incidentes derivados de las tradicionales fiestas de cierre de un año e inicio de otro y de episodios teñidos del contundente sello de femicidios, transitamos los presentes días en la ex ciudad del trabajo. 

Por un lado, está más que evidenciado que la realidad nos demuestra diversas imágenes de las que hemos de sacar conclusiones con responsabilidad. En algunos casos, los opinantes distan de medir con imparcialidad la cosa en sí.  

El desborde de alocados, borrachos y drogados fue visible. Negarlo es simplemente, un signo de utilizar  anteojeras provistas por algún motivo ajeno a la resolución concisa de los hechos. 

“¿Qué hacía una joven mamá con su bebé a las seis de la “matina” en plena calle, en la “línea de fuego”?”, puede preguntar alguien con tino receloso. Y otra persona responderle, ofuscada: “¿Qué, acaso hay restricción horaria para festejar?”. Y se lanzará al aire un casi eterno debate barnizado por múltiples expresiones, todas atendibles y entendibles, por cierto. 

Lo cierto es la crudeza con que se sostiene un dilema de bronca hacia todo lo que refiera uniforme. Entonces las piedras vuelan, los móviles son dañados, los golpes e insultos hacia los servidores de la ley no cesan. Y más, obvio, propiciados tales actos por la “valentía” del grupo y la cuestión candente de los derechos insoslayables de los menores de edad, habilitados pues, para todo. Literalmente todo. 

En esos raros menesteres dialécticos y prácticos, es verdad que ocurrió bastante. Y de ambos lados de la línea divisoria, llegan aún hoy los reclamos y testimonios. Lo que hay que enmarcar sin eufemismos es que la droga cunde (vaya novedad) y que ya son muchos quienes no desean respetar ni obedecer ningún atisbo de autoridad. Este flagelo viene de arrastre y nos hemos ido en diagnósticos sin resolver la causa patológica de fondo. 

Balas de goma versus manadas de “sacados” dispuestos a lo que sea. En el medio, lo ilógico de la presunta lógica. 

En otro contexto pero continuando el hilo conductor de la expresa manifestación de la violencia, dos mujeres han sido despojadas de lo más preciado: sus propias existencias. 

Mabel Nieves “Caki” Olguín de 38 años, fue al parecer, ultimada el domingo 29 de diciembre de 2019 en su casa de Guisasola al 4300. Difusas versiones se dieron a conocer en su momento. El horno no está para bollos y se dio vuelta la tortilla, hasta que familiares de la infortunada clamaron por “¡Justicia!”. Es que hasta el más despistado de los humanos, reconoce que no conviene sentenciar con el martillo en una comarca sensible como ésta. Mas la diferencia es abismal: ¿Quién confundiría ahorcamiento con degüello?

Y apenitas horas atrás, este sábado 4 de enero, a eso de las 11:30 horas en un domicilio de Calle 108 al 2900, fue asesinada Valentina Gallina de 19 años, hija de Valera Cazzola, quien padeció violencia como ustedes recordarán allá por 2008, en manos de su novio y murió finalmente por las heridas de arma blanca que éste sujeto le propinase.

Desgarradoras circunstancias y penumbras tétricas que van cubriéndonos sin descanso. La exposición sin restricciones de lo negativo se hace presente, adquiriendo mutaciones de pieles, pero con los objetivos intactos: matar y destruir. 

Por Mario Delgado.-  

Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho