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Quizá sea conveniente partir de la base de coincidir en lo elemental, en lo fundacional: el negocio de la noche tiene varias etapas y aristas, pero lo que menos posee es inocencia. 

Quien desconozca los aspectos más salientes del mundo nocturno, se asombrará pues, luego, de las cosas que se dan con cierta naturalidad en bares, boliches bailables y en la misma calle. Aquí en nuestra ciudad, debiéramos agregar las quintas como escenario de encuentros juveniles, más allá de permisos o prohibiciones vigentes. 

El consumo de alcohol y de diversas sustancias, está instalado desde hace años en la sociedad. Y atraviesa a las clases, difiriendo en tal caso, la calidad de lo que se tome o aspire. Mas no es una cuestión de estigmatizar pobres o desvalidos solamente, a los que se dice con soltura impensada que el Estado no ha cobijado ni tenido en cuenta para nada. 

Los ricos también hacen escándalos y matan cobardemente. Tienen empero la anuencia del apellido que suelen portar, de la cuenta bancaria de sus progenitores y del sustento rápido de los señores abogados prestos a cumplir su misión rescatadora. 

Las altas esferas pueden estar frustradas de tener tanto a su alcance. Aunque les falte amor filial y decoro. Suelen apalear a chicos pobres o violar pibas como si esto fuese parte de un rito macabro de iniciación.  

Hoy los pibes y chicas, te confiesan sin demora que una salida de fin de semana, sin alcohol, cuando mínimo, no existe ni en sueños. Y la idea es beber sin moderación y sin un objetivo clave y pretendidamente sustancial. O sea, en alguna época, un muchachito medio tímido, accedía a un vaso de buen escocés para abordar a una damita de su preferencia. Ahora ni eso; se “maman” porque sí. En el frenesí de la noche loca, no hay límites marcados ni reglas que se veneren. 

¿Y los padres? Bien gracias. Es que familias quebradas o padres con amantes, no sirven para mostrar autoridad. Un joven le pidió a su progenitor la camioneta nueva para salir un rato, un sábado a lo noche. El señor le respondió que no por su corta edad, 15 años. El adolescente, lejos de inmutarse o desalentarse le refregó a su papá: “Esto es simple: si no me prestás la camioneta, le cuento a mamá de tu amante”. Al rato lucía el vehículo lleno de amistades del pibe. 

Los adultos son los principales responsables de las irracionales realidades que hoy son costumbres sabidas. Pero ha sido más fácil trasladar la cuestión tan quemante a la esfera abstracta del Estado. 

Y desde allí se bifurcan los caminos hacia otras personas y sucesos. Los empresarios conocen el paño y se perfilan hacia dónde va el río, so pena a veces de multas o clausuras momentáneas. 

Menores, que se cuelan en boliches con documentos apócrifos, riñas que se dan por nimiedades y violencia sin pausa, son estigmas verdaderos de la nocturnidad contemporánea. Ambos sexos sin distinciones de adhesión al trago y a los desmanes. Luego las penas y las sentencias arribistas de los personajes de pacotilla habituales. Y los gritos lanzados irónicamente al cielo, esquivando el sonido de la consciencia. 

Y los presupuestos “machos” que se enseñorean de un pobre chico indefenso. Y un coro de imbéciles arengando al pateador. Y otros filmando en celular lo que acaece. Consecuencia sin eufemismos de ingredientes diarios. Potencialidad del grupo. Homosexualidad reprimida en algunos. Y un machismo tan irritante e idiota como la adoración a ultranza del feminismo tozudo. Mezclas explosivas de rabias y falta de limitaciones a tiempo y en la propia casa. Porque, volvemos al punto cumbre: de la casa sale el bien o el mal. No jodamos más con la excusa arribista del Estado indiferente, que dicho sea al pasar, somos todos nosotros, cuando no podemos gobernar nuestro propio hogar y los chicos se desmadran cual bestias sin razón. 

Por Mario Delgado.- 

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho