Opinión
Antagonismos y diálogo
Se sacan chispan los dos candidatos más votados en
las PASO. Sabedores de la disyuntiva creada por ellos
mismos, se prodigan chicanas y revelan públicamente
un distanciamiento irreductible. Tanto Mauricio Macri
como Alberto Fernández, se atrincheran en sus
espacios y desde allí, se dedican a lanzarse misiles y
cohetes sin cesar.
Buscan el voto de la gente. Con denuedo. O
directamente con desespero. Apostando a desintegrar
al otro, partiendo de la suposición de que, justamente
ese otro, es el Diablo hecho hombre.
Es una belicosa idea, una táctica de combate
esbozada con la premisa de dividir aguas, cuyo
resumen claro es que profundiza el hilo conductor de
la grieta argentina. Actitud que se enfrasca también,
seguramente, en la necesidad de ambos líderes de
permanecer intactos en sus proyectos. Uno añorando
el novel período que se avecina, queriéndose quedar
en Casa Rosada y el segundo oferente, tratando
acompasadamente de abrir un portal hacia el poder,
sin eufemismos.
En el medio, encuestas, dramas económicos,
probabilidades medidas hasta el último milímetro y,
como de rebote, hemos de señalar que no se han oído
demasiadas propuestas firmes, concretas de lo que se
desea para los próximos cuatro años en un país que
ya está viendo irse a las inversoras y bancos
extranjeros.
No se podrían contabilizar, por más que nos
esforcemos, más allá de cuatro o cinco proposiciones
de cada quien. Es más fructífero azuzar los corceles de
la contienda, galopar en un campo minado de insultos
y mantener la tesitura de que si el otro gana, el caos
continúa o se viene sí o sí.
Y parece dar en la tecla tal método. Porque las
mediciones los fortalecen. Los instalan ya sin vueltas
en la recta final y sólo entre ellos, se ubica el triunfo
del 27 de este mes.
Alberto sostiene empero, que no habrá segunda
vuelta. Mauricio, por su lado, instruye al pueblo en
esa dirección, adjetivando a su oponente y
anticipando un nuevo ciclo mucho más agradable y
provechoso.
El bolsillo vacío de miles contrasta con las caravanas
en apoyo al presidente. Y ahí está otra vez el centro
del debate, lo real. Las vanguardias de ambas fuerzas
enarbolan la bandera de que sólo en su oferente, se
halla el paraíso.
Es atractiva la pelea y disimula la ausencia de
auténticas plataformas explicativas del cómo y el por
qué. Y los días van pasando sin más tónica que
achacarle al otro errores y culpas. Lo llamativo del
caso es que, por ahí, suelen hablar los políticos
citados de diálogos valorables para salir adelante.
Flaco favor le hacen ellos mismos a esa tesitura tan
aplaudible.
Lo cierto es que se juega en esta elección la vida de la
nación. Y que son dos los modelos en danza. O el
populismo o el capitalismo. El resto es “pura
cháchara”, como dijera oportunamente un fallecido
dirigente peronista.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-