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Opinión

En cinco días, a votar

Ya los dispositivos están en plena marcha. La acción es intensa y cada búnquer, despliega sus encantos para tratar de seducir al electorado.

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Sobre todo, y es lógico, a aquellos electores que todavía no han manifestado aún en público, o no han decido todavía su opción política con vistas al venidero domingo 27. 

El oficialismo parece haber comprendido en sus tres niveles, quizá en algún caso ya medio tarde, la implicancia del diálogo con el pueblo. La simpatía que se genera con los ciudadanos, cuando el gobernante está allí, donde viven, donde sueñan y donde también sufren los argentinos. 

Pero la discusión interna dañó las relaciones en algún sentido, pensando en tal función. Porque no siempre se mantuvo esa generosa oferta de la autoridad oyendo paciente los sonidos de las voces de sus compatriotas. 

Es que hubo una parte del Gobierno que creyó, a lo mejor con sinceridad, que no era tan necesario el contacto a diario o periódico al menos, de modo que optaron por apoltronarse en cómodos sillones y manejar a gusto y placer las queridas redes sociales, herramientas elocuentes y efectivas, desde luego, y muy al alcance de diversas generaciones de compatriotas. 

Sin perjuicio de ello, tal vital servicio social, no basta. Y, demostrado viene quedando, que no bastó. Una birome o lapicera sin tinta no escribe. Y un dirigente de fuste que no contemple tal imperio de su trabajo, llegará a comprender, tarde o temprano, lo lamentable que puede ser deshacerse de esta modalidad de cercanía. 

Hablar y transmitir algo consistente. Tampoco caer en ilimitadas promesas a sabiendas que no podrán cumplirlas jamás. Eso también se convierte en un proceder contraproducente. Reafirmemos sin temor: estos dos ejes han colisionado en estos últimos años, dentro del seno de Cambiemos. Y los resultados de tal disyuntiva, de esa tirantez advertida o disimulada, se han empezado a hacer visibles. 

No obstante, el oficialismo cree en su fuero íntimo, que todavía existe una luz de esperanza de trepar a un objetivo hoy histórico: derribar el fantasma de la realidad económica, manifestado a pleno en las PASO, corregir errores y distanciamientos con las clases más castigadas y tomar el timón con firmeza hacia otro tiempo, más fructífero y venturoso. 

El problema es medir con criterio imparcial la auténtica credibilidad que ostenta el Frente gobernante. Y, por otro lado pero a idéntico momento, se sumergen los actores del poder en plantear la dicotomía política, social y económica que se halla en ciernes. Porque no escapa a nadie que la República Argentina vive días previos a un sufragio de caracteres sublimes: se pondrán en juego el 27 de este mes, dos modelos totalmente diferentes. Se evidencia que está enquistado, bien encarnado este planteo como un hilo conductor de la elección, desde el vamos. Y con una polarización de alto impacto que consolida esta teoría. A ver, como dicen los jóvenes: o se va rumbo a un socialismo – comunismo – populismo con Alberto y Cristina o se ahonda en un capitalismo que deberá enarbolar las banderas antes mencionadas aquí, con Mauricio y Miguel Ángel. 

Las esferas de contraste son varias. Encima en un contexto de terror. Con un país diezmado, que no crece a términos verdaderos desde el 2011. Y con el diablillo desbocado de la recesión tocando timbre en cada casa desde el 2018. 

Y con los servicios públicos por las nubes. Y con la expedita maldición de una temible inflación que no ha sido ni siquiera controlada. Casa Rosada aumentó empero los planes sociales: 8.000.000 de habitantes de nuestra bendita nación reciben esos planes y, en la gran mayoría de los casos, sin contraprestación alguna. Así no habrá cuero que aguante. 

La Nación que usted integra, mi apreciado lector, debe US$ 337.000.000. ¿Cómo se encara semejante toro enceguecido y además con la industria descuajeringada y con las estoicas pymes sobreviviendo como en la recordada canción de Víctor Heredia? 

Pero del lado de enfrente, nada es tan cálido, tampoco. Y los antecedentes no priman, ni juegan mucho a favor. Aunque poseen en su haber el beneficio de la duda y de la contingencia del voto heladera o billetera, ya contemporizado el 11 del octavo mes. 

Por Mario Delgado.-   

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho