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Opinión

Ver toda la película

Es atrayente la observación de esta ciudad, con sus variadas asimetrías, sus complejas acciones y su eterna intención de dejar de ser una localidad ultra conservadora, con su molesta “vuelta al perro”, tan setentista y perturbadora para el tránsito actual.

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Uno puede divisar toda la película o parcializarla y quedarse en el molde, contemplando sólo un cuadro. De hecho, las circunstancias nos irán demostrando, a lo largo de los años, que existen quienes prefieren segmentar la imagen. Desde la política hasta el periodismo. Sí, señores míos.
Todo, claro, barnizado por el pincel de la conveniencia del momento. De tal forma habrá cortes de rutas más o menos permitidos; otros más repudiados, barrios asistidos y otros jamás oídos y así por el estilo.

Y habrá que resaltar que también hay deudas pendientes que conmueven, pero de las que nadie habla ya en público. Un caso emblemático de locura total es la toma o usurpación casi en tropel de más de veinte casas frente mismo a una Unidad Carcelaria en la querida Sierra Chica. ¡Tomá, para vos! Dicen los que saben que allí se han instalado familiares de detenidos y como Pancho por su casa, actúan los visitantes, ahora ya residentes locales.
Una maestra sierrachiquense le confió cierta vez a quien esto suscribe: “Al preguntar a varios niños de dónde eran, nos fuimos dando cuenta de que no eran de acá”.
¿Y las usurpaciones del barrio Independencia? Tal situación saltó tanto a la luz del día, porque no quedó más remedio que efectivizar alguna escena leguleya. Pero si hasta un señor escribano muy afamado, se hallaba inserto en una operatoria bien aceitadita para embromar a incautos y perjudicar a auténticos propietarios de las casas del conflictivo hábitat citado.
¿Y los focos de venta de drogas que nadie coarta? “Estoy podrido de denunciar a quienes venden aquí en mi barrio”, me dijo un señor muy angustiado y frustrado, “y nunca hacen nada”, sentenció preocupado y directo.

Si los remiseros saben, si los vecinos conocen las andanzas de los pérfidos, ¿qué más hace falta? Quizá cojones u órdenes de los jueces que lleguen a tiempo. Pero ustedes entienden que se cacarea más de la cantidad real de huevos que se ponen.
En las profundidades de la periferia olavarriense, se cuecen habas. En ciertos casos, la miseria asola y los vecinos tratan de capear el temporal como pueden, agudizando el ingenio. En otras instancias, se plantea un “todo vale” demoledor y desprejuiciado. Muy pocas almas se atreven a palpar de cerca la ansiedad y los estigmas del “periférico”. Y sobre todo, en el día a día, en la soledad fría de los niños sin zapatillas y en la ignorancia que a veces, corroe.
El que no sabe es sinónimo del que no ve. Lo realmente triste es el que sabe y hace como que no. Espirales de violencia envuelven a generaciones íntegras. Abuelos, hijos y nietos, son carne de cañón. Sin posibilidad alguna de escapar. A cinco o diez minutos del centro. Raid espasmódico de la demencia y la promiscuidad también. Porque en las esferas grises, no se miden las conductas de igual sentido que acá, en el llano de la intelectualidad.
En, fin, solamente quien se arremangue y se ensucie el calzado con asiduidad, captará lo que expongo hoy como un lamento boliviano. Quien no, podrá sin embargo, continuar su vida bajo las tentadoras luces de neón del centro urbano local.

Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho