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Opinión

Desprolijidades que continúan

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El universo fomenteril local es amplio. Posee por ende, sus propios axiomas, sus intrínsecas definiciones y particularidades. Y los tiempos transcurren deshojando almanaques y siguen las aristas buenas y aquellas cosas que aún, no se han depurado. 

Es un ambiente apasionante. Pero también variopinto en sus convicciones. Con discusiones que se exhiben sobre el mantel de una mesa y otras que todavía, se guardan bajo siete llaves y sólo se producen en la intimidad de algún diálogo selectivo. 

Una pena que las excelsas intenciones de ayudar al prójimo, a veces se oscurezcan con circunstancias medio difíciles de digerir así nomás. De una. 

En tal situación hemos de ubicarnos en una teórica Asamblea que, finalmente, no se cristalizó en aras de renovar la Comisión Directiva del barrio “Carlos Pellegrini”. 

Este viernes próximo pasado, 17 de mayo, en Lisando de la Torre 4864, se predispuso todo lo inherente a  reunión tan significativa. Aunque con un aditamento especial: un adelantamiento de la fecha real de culminación del actual mandato, que vence allá por julio de este año.

Las puertas del domicilio en cuestión, se iban abriendo, dando lugar a vecinos que venían a votar. Sin embargo, los minutos fueron trayendo también otra clase de concurrentes: personas que se mostraban intrigadas por saber por qué se había mutado la fecha de la Asamblea. 

Los tonos de voz confluyeron en elevar el contenido polémico a la cosa en sí. Para colmo de nerviosismos sin curar, no llegó al sitio ningún referente municipal. La señora Directora de Relaciones con la Comunidad, ya estaba a punto de dar a luz, de ser nuevamente mamá. Así que no fue, como ya le había anticipado a este medio días previos. 

Una lista oficialista se blandía en la noche. Y otra opositora que quiso sumarse sin éxito, ya que no se registró en tiempo y forma ante las autoridades comunales. Tal contingencia, instó a representantes de esta nómina a vociferar su disconformidad con la hora tan crucial y sostuvieron, con el aval de varios, que era menester postergar el comicio hasta tanto Rivadavia y San Martín, se expida. 

Naturalmente no faltaron baldazos de agua fría contra el Palacio San Martín, esgrimidos por algún dirigente encumbrado de la entidad cabecera del fomentismo. Las dudas eran sobrecargadas de teorías nuevas y de interpretaciones personales. 

Los interrogantes coparon la banca e hicieron, fue evidente, colapsar cualquier acuerdo previo. Porque, pese a las averiguaciones de rigor, no se ha dilucidado todavía, lectores míos, esta incógnita tan sugerente y drástica, si se quiere: ¿Cuál fue el motivo real del adelantamiento eleccionario?

Los de la vereda de enfrente, adujeron con firmeza que no se había avisado como es obligación del día exacto de votación. Y subrayaban a quien deseara oír que no había ningún argumento válido para cambiar la fecha inicial de recambio de autoridades.

La franja oficialista se quedó en el molde. Sin un vocero convincente y directo, la noche los devoró a los presentes sin resolver nada. O, en su defecto, optando sí por la posposición de la Asamblea Ordinaria.

Las sombras de las elucubraciones lo cubren todo, ahora. La desprolijidad suma otra victoria. Y en el medio, las preguntas que resuenan con eco persistente. ¿Fue producto de la casualidad? ¿Era una maniobra orquestada para evitar listas opositoras? ¿Fue un error de cálculo de día y mes? ¿Quién sugirió este cambio? 

Mirando hacia todos los costados, los oídos esperan una contestación veraz que disperse pronto los vahos de una triste desprolijidad que, reitero, por estos minutos, no tiene autor responsable. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho