Opinión
Trepando la ladera
Las cortinas de seda del oficialismo se sacuden movidas por el fantasma inquietante de Cristina Fernández. Claro que también ayuda bastante la magra realidad económica de miles o millones de argentinos que no la están pasando nada bien.
Las últimas encuestas son contundentes en marcar tendencia: Unidad Ciudadana con la actual senadora incluida, marcha férrea en la puja por conquistar el electorado, de cara a las PASO.
Tal circunstancia se traslada por carácter transitivo, si se quiere, al panorama local. Un redoblar de tambores anuncia que varias encuestas, de distinta procedencia, indicarían significativas ondulaciones del péndulo.
Los márgenes son cortos, convengamos. Pero ya es algo. La cosa en sí, como diría Kant, es delicada por cierto, para las huestes gobernantes: suben Federico Aguilera y José Eseverri.
Y, fíjense ustedes, apreciados lectores, como se dan los caprichosos numeritos, ya que hay para ambos gustos. O sea, una encuesta pone primero a Federico y otra a José. Con un equivalente común, es verdad: el Gobierno Municipal cambiaría de esta forma de manos.
Lo de Aguilera es meritorio, si se toma en cuenta su trabajo, su apego a los barrios y a recorrer. Llegó a ser edil sin ser demasiado conocido por la gente. Comprendió al poco andar tal realidad y tomó pues una determinación: cambiar tal cuestión.
Con un fotógrafo siguiéndole los pasos, salió a la calle. Vino luego la cruzada por la garrafa social. Y desde el ámbito del Concejo Deliberante, buscó la metodología adecuada para construir una oposición a todo lo que redundase en aumento de tasas.
Algunos le avalan su postura, su chapa de referente máximo del cristinismo puro. Otros, en cambio, no se lo perdonan y sangran por la herida, dolidos y reclamando venganza.
Hoy necesita unir y no destruir. Ya algunos sectores sociales y gremiales, manifiestan su apoyo a su precandidatura. Pero no son todas las ramas del gran árbol las que lo secundan. Y tendrá que convencer al gran gigante de al lado, léase al peronismo no cristinista, que, de paso, detesta a La Cámpora.
El caso de Eseverri es más previsible. Hoy observa el campo, ve los claros por donde caminar y se prende al ruedo. Cualquiera reconoce que José va a disputar la carrera si interpreta previamente que puede ganar. No le apetece jugar por jugar, por el puro placer de participar.
Por tal motivo, ahora que su nombre vuelve al candelero mágico, se reaviva la llama de la presunta postulación josesista. Es tan complejo el minuto que bien se apela al pasado, con un dejo de nostalgia.
El sendero del Intendente Ezequiel Galli, se tamiza con obras cristalizadas en barrios otrora olvidados. Con un apuntalamiento a la infraestructura escolar y con una visible moderación en su forma de funcionar, sin grandes anuncios.
Le pesan en la espalda las mochilas nacionales, esta vez. Se revierte al menos hoy, el impulso macrista de hace casi cuatro años atrás. Ayer Macri era luz; por estos tiempos empero, es oscuridad.
Olavarría no huye a las generalidades de la ley. Los habitantes se lamentan y quejan por una temática recurrente: la escasez notoria del valor del peso, de la moneda nacional.
En tal contexto, el novel Sistema de Estación
amiento Medido, hecha leña al fuego. ¿Sentará las bases de una materia digna de analizar, llegado el instante electoral, o se diluirá cual agua?
Los opositores le refriegan al Ejecutivo su falta de gestión y su poca visión urbanística. Le clavan el puñal de no tener un “proyecto de ciudad” y, por ende, de moverse a ciegas, simplemente improvisando.
En este espacio, en este juego de seducción, todo será validado para atraer o para retener adeptos. El malestar se palpa, eso es verídico. Ha faltado comunicación con las propias tropas leales, y al oficialismo vernáculo se le plantea un dilema: el asunto de la muchachada de las boinas blancas. No olvidemos que hay quienes agitan la premisa de una interna en el mismísimo corazón de Cambiemos.
Lo cierto es también, ya para ir cerrando esta nota, que lo que suceda en aras de mejorar la calidad de vida del pueblo, irá insumiendo desde el punto de mira anímico.
El método de estudio consistirá en ver si Macri logra dar vuelta la tortilla o si, indefectible, la noche lo catapulta. De tal misterio depende, quiérase o no, en gran parte, el destino local por supuesto.
No todos los renegados con el Gobierno actual, se bancarían la vuelta de Cristina. Y no todos los contrarios a Galli, se hincan ante José.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-