Opinión
Entre la creciente ola de inseguridad y los negocios vacíos
1.- Salpicada atrozmente de una nueva devastadora contingencia de violencia, Olavarría se sacude danzando espasmódica con estertores de impotencia y asombro, ante una andanada de hechos delincuenciales de proporciones mefistofélicas.
La visión horrenda de un remisero ultimado de una certera puñalada, y varios hurtos y robos, entre ellos la mismísima moto birlada al señor presidente del HCD, implica una voz de alarma generalizada en un pueblo absorto.
Ni que hablar, mis amigos, de las decenas de casos que se podrían mencionar en los Corsos, donde desaparecían mochilas, celulares y billeteras como por arte de magia. “Un pequeño de no más de seis años, me quería sustraer el bolso del dinero de las ventas en nuestro puesto. Lo vi, por suerte y le dije. Se rio muy campante en mi propia cara y se fue” Testimonio vívido de una señora de una entidad que no puede quitarse esa imagen.
A otra señora le robaron su mochila con dinero y celular adentro. Le arrojaron la mochila a unos metros y alcanzó a recuperar sus documentos.
En fin, no queda área ni barrio exceptuado del voraz despliegue de los fuera de la ley. “En la noche hay mucha droga”, expresó hace horas un señor muy compungido por la muerte de “Pajarito” Silva. ¡Vaya descubrimiento éste!
La ambición de los lobos rapaces, supera al parecer, la acción bienintencionada de los efectores municipales con su extensión en la colocación de cámaras de seguridad. La rispidez del momento amerita, empero, un segundo de profunda meditación.
Sobre todo si se toma debida cuenta de los presuntos autores materiales del crimen del ex árbitro, acaecido en la madrugada de este domingo 17 de febrero, donde los aprehendidos son dos sujetos jóvenes: uno de 16 y el otro de 18 años de edad. Aunque tampoco hemos de confundirnos y tildar de “chico” al supuesto matador. En todo caso es un adolescente, pero no un “chico”.
A los 16 años un individuo puede votar, manejar y hacer diversos trámites. Se lo considera plenamente consciente como para discernir entre lo óptimo y lo negativo. Apartémonos entonces de esas expresiones equívocas y garantistas que son permeables a favorecer al malhechor.
Los caminos se presentan inciertos y cruciales. Y encima, como si todo este cúmulo fuese poco, se investiga por estas horas, la sospechosa situación de una mujer de 47 años, hallada sin hálito de vida en el baño de su vivienda, en Roque Sáenz Peña al 2900. ¿Otro eslabón para la cadena chirriante?
2.- En otro orden de cosas, lectores míos, se mantiene delicadamente en pie, el “síndrome del negocio vacío”, con escases de clientes ingresando y con dilemas maestros sin resolver.
Tan angustiante es la senda que se recorre que un grupo de comerciantes formó el jueves pasado el núcleo denominado “Comerciantes Unidos de Olavarría”. Se ha desprendido de ese novel encuentro, una batería de cuitas y de dramas concretos que afectan y preocupan al sector, abarcando distintos rubros del ambiente comercial.
Se puso la lupa en los altos costos tarifarios, en las líneas inflacionarias, en la pérdida del poder adquisitivo de la gente, y en el Sistema de Estacionamiento Medido que está acarreando dificultades al por mayor.
Una veintena de iniciadores abre el juego. Pero ya se estima que para una venidera reunión, serían más los concurrentes porque la cotidianeidad es trágica en verdad. Ayer un señor de un tradicional local de informática, refería a eso de las 18 horas: “Estamos en plena calle Necochea. Pleno centro, mi amigo, y no ves un auto pasar…”
Remangarse los pantalones, colocarse el overol y actuar en consecuencia. Deberes que se espera cumplan quienes tienen cierto viso de autoridad como para revisar la dureza de la realidad.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-