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Opinión

Imponderables

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El revuelo social causado por la figura, por el personaje elegido para representar este año al Rey Momo, ha superado todas las expectativas, aún de las propias entidades que escribieron una nota al Ejecutivo para que éste, reconsidere su actitud. O sea, en líneas directas, cambie “sobre el pucho” al “indio” por otra figura menos polémica. 

Además de la carta en cuestión, se oyeron luego otras voces y en cualquier comercio, era tema de conversación esta disyuntiva acaparadora de comentarios. 

Resulta evidente que se convirtió, a breves horas nomás del inicio de los Corsos oficiales, ahora pospuestos, en un candente asunto donde se han ido elaborando distintas tesituras. 

Es altamente probable que quienes decidieron dar vida a este Momo 2019, no tuviesen la intención de herir susceptibilidades de los integrantes de comunidades originarias o entes afines. O de eventuales descendientes de los indígenas de la zona. 

Es un riesgo teorizar sin argumento válido, sostener que se buscó chocar con los que defienden a los pueblos que eran los habitantes de estas tierras, luego tomadas sin permiso por los “conquistadores”. Con una chorrera incluso de sucesos posteriores de sometimiento, humillación y muerte. 

Entonces podríamos convenir que no hubo una planificación sugerida o meditada a propósito, sobre todo en estos aciagos tiempos de nerviosismos, donde cualquier excusa es validad para reñir. 

Sin perjuicio de ello, mis amigos del alma, sí tendríamos empero que interpretar que hubo, al menos eso se deduce, una falta de sutileza abismal. Una ausencia de tacto. 

¿A quién se le ocurrió un “indio” tan luego para encarnar al máximo referente de los carnavales, el Rey Momo? Por más que la intención haya corrido por otro andarivel y sin malicia, insistimos. 

Una Olavarría sujeta a cientos de dramas económicos y de aumento de violencia, se enfrasca también con esto en una discusión innecesaria. Poco constructiva además, porque divide, divorcia una vez más a la sociedad. 

Y nos presenta un par de tableros, cuando menos. Por un lado avanzan a paso redoblado y seguros de sí, los defensores de la cultura y de la idiosincrasia nativa, y por otro ángulo se escuchan las burlas o enconos de quienes sostienen que éste tópico, no amerita semejante enojo o repudio precisamente. “Olavarría posee otros dramas más acuciantes”, dirá alguien. “Es un despropósito”, regulará otro vecino.  

Callejones distanciados y sin puntos de encuentro. Líneas que no confluyen pero que manifiestan, desde sus atalayas, que algo no se hizo del todo acorde a las circunstancias. ¿Y ahora, cómo seguimos?

Las opiniones se bifurcan aquí también, entre los que ven esta posposición de una semana, por cuestiones climáticas, como una excelente forma de evaluar al Rey del carnaval y construir con premura, eso sí, un reemplazo más simpático y aceptado por la masa olavarriense. 

Y están claro aquellos individuos que afirman que nada mutará, que las aguas continuarán su curso normal, sin detenerse en menudencias tan sectoriales y nimias. 

Lo cierto es, pues, y para cerrar esta columna de hoy, que el mover de hojas se ha producido. Veremos qué postura prima, si la del continuismo o la de cambiar el cuerpo del sujeto inanimado que será quemado en breves días, ante una multitud.

Por Mario Delgado.- 

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho