Opinión
Abogado Marcos Alonso: requiem para un mito
Se resquebrajan los almanaques, nomás. Se “amarillentan” y archivan los días y los años. Sin embargo existen sucesos puntuales que se inscriben fijando fechas para recordar, para el ejercicio de la memoria. Cuestiones medulares que acaecieron y han dejado huellas.
El caso del asesinato brutal, despiadado y cargado de suspicacias sufrido por el abogado penalista Marcos Alonso, cuando tenía 42 años de edad, un 25 de enero de 2010, ha descripto una parábola auténticamente indescifrable aún.
A su pesar, sirvió, en aquel momento fatídico, este crimen por encargo, para abrir puertas vedadas por entonces al público común. Lo que se intuía o se conocía a medias en los pasillos leguleyos, salió del closet, llegando de golpe a la superficie, manchando en tal recorrido la vestimenta y la humanidad, supuestamente impoluta, de varios individuos. Y otros todavía se estima que permanecen en las sombras, acechantes, porque lograron, es evidente, burlar la diestra de una Justicia tocada en parte por la fetidez de circunstancia tan incómoda.
Los vaivenes posteriores, con ciertos actores en la mira, fueron reafirmando lo sospechado apenas en ese verano trágico. Ya nada volvió a ser igual, porque la desconfianza cundió y muchos incluso, se animaron a ir destapando ollas con contenido de mal o pésimo gusto.
Al ascendente letrado lo dejaron atado en el asiento de atrás de su Peugeot 307 en Chiclana entre Pellegrino y Avenida Del Valle. Su cuerpo inerte exhibía siete orificios de bala y en su boca, lucía un billete de un dólar norteamericano.
Su pareja, Fabiana Márquez dio la voz de alarma a los servidores del orden. Los habituales mensajes o llamados de su amor, no llegaban. Ella se preocupó y la incertidumbre arrojó el peor de los resultados.
Las investigaciones empezaron a bifurcarse para varios lados, esgrimiéndose diversidad de argumentaciones para dar con los por qué de este horrible e inédito homicidio en la Olavarría nuestra.
Las llaves abrieron una hipótesis y en torno a esa idea fuerza, se tejió el núcleo de la historia tétrica. La teoría oficial, aceptada y rechazada a la vez, según el cristal del lente con que se observara, apuntaló la creencia de que dos matones de escaso vuelo, ultimaron al abogado por cuenta y orden de un pájaro de averías: Walter Gallastegui, quien era defendido por Alonso.
Todo se encuadraría, siguiendo el hilo conductor de tal razonamiento, en un ajuste muy preciso ya que Marcos le habría prometido a Gallastegui un cambio de carátula de una causa que mantenía preso en Tapalqué al citado delincuente.
Es que el 14 de noviembre de 2009, Gallastegui le llenó la anatomía de plomo a Fabricio Armendano en un tugurio de la calle Vicente López. Así que el sujeto defendido por Alonso, entregó dinero al abogado para que éste, vía el Juez Cayetano Saladino, mutase la carátula de la causa. Eso no pasó como se preveía en la teoría y Gallastegui enfurecido, opta por cobrarse venganza en su defensor.
La caída laboral del magistrado Saladino se fue dando, luego. Pero además, circularon nombres de personas influyentes, vinculadas al parecer a la piratería del asfalto y venta de autopartes de incomprobable procedencia.
La hediondez se extendía, mas la cerradura se colocó presta en el esbozo del crimen encargado por esa temática de enojo y aviso para el resto de la tropa.
El silencio de los amigotes de Marcos, que comían muy seguido asados con él en su quinta, fue ominoso. Sepulcral realmente. Al Juez le otorgaron custodia en principio y se temió por probables nuevos muertos.
Si algo ha expuesto con supina claridad la muerte de Alonso, es que nada es lo que aparenta en ciertos ámbitos.
Para otros, empero, como su hermano, la cosa la va por otro carril.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-