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Opinión

Frente Cambiemos ¿con cortocircuitos?

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Los murmullos que nos van llegando, como al descuido, no son los mejores por cierto, de la actual relación entre los primordiales componentes del Frente Cambiemos, léase el PRO y la UCR.

Tal circunstancia se da a todo nivel, o sea nacional, provincial y local, con mayores o menores vías de entendimiento según el distrito.

A decir verdad la cosa no estuvo muy bien observada desde su génesis por varios estamentos de los émulos de don Leandro Alem. Tengamos presente aquellas discusiones previas a la Convención Nacional celebrada en Entre Ríos que le otorgó finalmente el aval al radicalismo para afrontar el compromiso aliancista especialmente con Mauricio Macri.

Ernesto Sanz fue un artífice ponderable de aquellos momentos. Pero era evidente que muchos dirigentes y militantes de la boina blanca, no terminaron de digerir semejante unión matrimonial política.

Y los años fueron transcurriendo sin novedad aparente (al menos hacia afuera “del rancho”), hasta que la presión de la olla se comenzó a sentir en distintos ámbitos. Casi idéntica se manifestó la proclama de protesta: “No somos tenidos en cuenta”, se oyó por los pasillos y de a poco, las voces se alzaron por todos lados, primariamente algo tímidas, habida cuenta del descalabro sufrido por el ya centenario partido yrigoyenista luego del fracaso de la “Alianza” tan promocionada en su hora.

Las puertas se abrieron con rechinar de goznes protestantes. El radicalismo, sin nóveles figuras de peso, a excepción de Morales y Cano, inició una brecha en las huestes del oficialismo. “Queremos ser protagonistas, que nos consulten, que nos respeten”, dirán también por estos pagos cementeros.

La estrategia del PRO fue entonces torcer la mano alzada. En lugar de procurar amistarse con los que planteaban dudas e inquietudes, se los ninguneó poniendo el dedo en la llaga ardiente: se les interceptó con una postura directa contestataria. Batiendo palmas, el PRO decidió inmiscuirse en los asuntos de la familia radical.

Ni bien anunciada la fecha de elecciones intestinas de la UCR en 2018, los líderes del PRO de varios sitios, incluyendo a nuestra patria chica, optaron por fogonear una lista que los posicionara dentro de las paredes del comité “correligionario”.

En los prolegómenos, hasta el potro se desbocó y en una cena de presunta camaradería, el señor Jefe de la tropa vernácula, expresó su anhelo más profundo de que: “No quiero que tengamos en el 2019 ningún tipo de inconvenientes. Tenemos que gobernar el radicalismo”.

Hete aquí que un referente “radicheta” de fuste, presente en ese encuentro gastronómico, no soportó tal actitud y le recriminó al Intendente tal gesto de desprecio y soberbia. Las excusas fueron nimias en comparación con lo amplio del concepto ya vertido.

Siguiendo este razonamiento de inmiscuirse, ya se había notado un par de años atrás, como el experimentado arquitecto y entonces legislador local, don Ernesto Cladera, había apuntado con fibrón rojo ciertos nombres para la nómina de ediles, pese a cierta resistencia de sus compañeros de equipo político.

Pero volvamos a la interna del año pasado. El Palacio San Martín largó la carrera de Guillermo Lascano en contra de Francisco González. La votación con su resultado, lapidó sueños de algunos y fortaleció peticiones de otros.

Pero don Ezequiel Galli no conquistó el cenit como hubiese querido. Fue derrotada su intención y su lista. Y desde allí se palpan resquemores, recelos y grietas entre los dos principales ejes partidarios de Cambiemos.

Una excelente fuente avala ya la teoría de que en algún distrito bonaerense, ya se menciona la posibilidad, de que los radicales “puros”, si no se los toma en serio de una vez, estarían muy dispuestos a  hacerle internas a los intendentes. Lógicamente habrá que estar muy atentos a los golpes de gong de Capital y de la Provincia de Buenos Aires entonces.

¿Quién gana si se aprueban internas distritales en el tándem oficialista? ¿Sería acaso, óptima publicidad en medio de un caótico temporal económico que azota al país?

El tema es apasionante porque no solo el redil radical se halla descontento y desconforme. La mismísima luz dentro del PRO ya no ilumina como otrora, resplandeciente y radiante. El poco (o nulo) diálogo con los concejales del Ejecutivo, no es buena señal. Por otro lado, los lindos encuentros tan frecuentes y amenos entre militantes y dirigentes en la calle Vicente López, en la “casa amarilla”, ya no se dan más. Un exponente de Cambiemos de la primera hora, le ha confiado a este modesto cronista con dolor: “Yo acerqué a tal persona al partido (al PRO) y hoy (que es parte del Gobierno local) ni me saluda”.

El horno no está para bollos, mis amigos. Que cada quien saque sus conclusiones. Por Mario Delgado.-     

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho