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Opinión

Las vueltas de la vida

Algún registro habrá, mis amigos, de voces sabias que han mencionado el letal concepto de que cierta izquierda vernácula, es permeable a Cristina Fernández viuda de Kirchner.

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Esta mirada obsesiva sobre los destinos de ambos rediles, trae aparejadas críticas y enojos de multitud de militantes y referentes rojos, sobre todo, porque no consideran pájaro de buen agüero a la dama de los mohines. Pero hay otros que sí, que sirven de amparo al universo del cristinismo.  

Pero repito para despejar dudas quisquillosas: es un vértice de la zurda nativa, un sector de la misma si ustedes quieren, los que, a conciencia o no, desarrollan un derrotero muy allende a la ex Primera Dama nacional. 

“¡Vade retro!”, quizá grite un émulo de Marx y Lenin, ante tamaña aseveración de este humilde servidor. Aunque bien vale, por cierto, recurrir a las pequeñas perlitas de muestra que cobijan con preocupación, desde luego, este razonamiento contemporáneo. 

A la cancha hay que salir dispuesto a todo, es verdad. Y que actitudes de radicalizados émulos del trapo rojo, sirvieron y sirven a los propósitos cristinistas, no debe dudarse siquiera a esta altura de las aciagas circunstancias de la ex Jefa de Estado. 

Fíjense sino, en la enorme amistad y trato afable que se prodigan hoy en día, la actual senadora y el dirigente social Juan Grabois, hombre que se auto proclama “amigo del Papa”, sello indubitable de pretendido acerbo entre algunas zonas políticas. 

El lujo de la vestimenta y el calzado, no interfiere entre ambos proyectos. Y Juan se ubica así entre su séquito ahora más cercano. Grabois, como ustedes bien saben, interpreta una forma de hacer las cosas difíciles para quien gobierne, si ese gobernante no es de su “palo”, se sobreentiende. 

El tipo se fue “ganando un lugar” al lado de la selecta rama de componentes de la “mesa chica cristinista”. Su método es idéntico al de otros de su estirpe: impulsar el caos, poblando las arterias de personas que demandan cosas al señor Estado, y repiten ese accionar con mucha frecuencia. 

Ese factor ya de por sí, luego de treinta y cinco años de democracia, divorcia a la sociedad, crea animosidades diversas. Va en busca de la confrontación y el debilitamiento del ejecutor de turno del poder. 

Grabois es invitado por los medios y aparece con sus zapatillas marca “Nike”, ejercitando diatribas nuevas y viejas contra la “oligarquía argentina”. Abre su boca para expulsar odio hacia los que más poseen. Discurso facilista que prende enseguida, pues, en medio de una comunidad que sufre el flagelo de no llegar con gloria, ni siquiera con holgura, a fin de mes. 

Aprovecha la coyuntura y arroja leña al fuego. Dice que a sus “pobres” hay que otorgarles “herramientas” para abrirse paso frente a la hostilidad del momento. 

Empero si observamos a sus acólitos marchando, notaremos un detalle insólito y contradictorio, al menos: su muchachada enardecida por el grisáceo humus del capitalismo déspota, no lleva ninguna pala, ni pico, ni martillos, ni cucharas de albañil. Aunque sí esgrimen garrotes amenazadores y cubren la mayoría sus facciones con pañuelos y no por el drama del sofocante calor que pudiere hacer. 

Obedeciendo órdenes, seguro, hace días nomás, se metieron en un set televisivo y profetizaron con pancartas y banderas, la vuelta sintomática y salvadora, según ellos creen, de Cristina Fernández que los avala. 

Son éstos criterios de la cotidianeidad. No es una opinión que puede discutirse y descartarse inclusive si no se adhiera uno a ella. Estos, no obstante, son espejos visibles de lo que sucede con Grabois y su “ejército” de desplazados por el sistema. 

Reproduciendo entonces consignas populares de rápido efecto en quienes oigan su propaganda, manteniendo en alto la tesitura de la necesidad inviolable del regreso con pompa de Cristina, confluyendo en agrupar desamparados y gente que cobra planes, a los que bien valdría preguntarles si, por casualidad, no son obligados a marchar cual tropas sedientas de victorias épicas. 

No debiera quedar ni un resquicio de titubeo. La izquierda que quiera, que se deje usar, puede ser un puente de acercamiento a la voluntad cristinista.  

Las vueltas de la vida…

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho