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Opinión

Miedo al miedo

Los coletazos tenebrosos de aquellos convulsionados días de principio de la década de los dos mil, continúan vigentes y se los retroalimenta un poco también, cada cierre de temporada.

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Sin perjuicio de lo triste y tumultuoso de esos momentos vividos como país y ciudad, hemos de interiorizarnos en la posición de que son muchos los actores políticos y sociales que trabajan hoy para que tal instancia no se repita, desechando los incesantes rumores que se describen por doquier. 

El cimbronazo económico actual despierta suspicacias e induce a comentarios negativos de toda índole. Desde los autorizados hasta los más desopilantes. No obstante, la cotidianeidad (básicamente de las clases media y baja) es crucial, aún sin llegar, felizmente, a la cúspide de tamaños instantes del pasado cercano. 

La similitud pareciera reconocerse inviable. Lo que no quita que la preocupación ya se halla instalada en distintos puntos geográficos, con eje en el denominado “conurbano bonaerense”. 

Tal es así que son varios los Jefes Comunales que han implementado revisiones didácticas en su escala de ayuda social, proponiendo incluso dobles bonos de diciembre y un adelanto del aguinaldo de fin de año. 

Medidas elogiosas que son transmitidas a sus colegas. La pregunta es: ¿Qué estimamos pueda suceder en estos pagos nuestros? 

Luego del acuerdo sindical con el Palacio San Martín, después de la bulliciosa carpa céntrica, la cuestión ha permanecido en tensa quietud por los dominios de los trabajadores comunales. 

Todo dependerá entonces del manejo propicio que considere el Ejecutivo para con sus millares de empleados. El resto de la comunidad es motivo también de inquietudes a visibilizar. Y, fundamentalmente, esa gran franja es la que está bajo lupa. 

Sabido es que han proliferado cual hongos, los merenderos y comedores de carácter comunitario en diversos barrios olavarrienses. Algunos han nacido basados en acciones partidistas de agrupaciones políticas existentes o en vías de existir. Otros por propulsión de dirigentes barriales y/o sociales de la zona de influencia del sitio a cubrir con la asistencia. Y un tercer grupo, con cierto aval de organizaciones de interés público. 

La opinión generalizada es que “no hay hambre” en este territorio que habitamos, mas la “situación es muy crítica en relación a familias donde los jefes de hogar han perdido el empleo”, aseveran los entendidos. Otro tamiz desagradable lo genera la “ausencia de changas frecuentes, como se encontraban antes”. 

Lo que amerita una observación bien detenida, más allá de posibles y atendibles matices, es el cuadro general de necesitados reales que posee nuestro distrito. “Cada fin de semana, vienen tres o cuatro personas más. Y por ahí, de otro barrio.”, confesó a este medio un referente experimentado de un comedor comunitario que funciona hace bastante. 

“No solamente precisamos alimentar a los chicos; también en varios casos a sus padres. Hay gente que se va quedando desempleada o no pueden mantener la casa, porque eligen: o pagan los servicios o compran para comer”, subraya el mismo exponente social. 

De a poco, las nubes negras en esta materia cubren la comarca. Se podrá polemizar un poco, pero en definitiva, y de cara al temible mes de cierre de año, es menester tomar al toro por las astas, sin subliminales vías de escape. 

El Municipio por su parte, derrama auxilio a unas 1.700 familias, a entender por sus propios datos, y a su vez, tienden un puente a algunos de los comedores. Pero la intensidad de la coyuntura supera a la ficción. Y a los límites imaginados. E inclusive se dan colectas para apuntalar a los merenderos, o al menos, a algunos de ellos. 

El entrecruce político partidario sale por ahí a la luz. El dilema empero sobrepasa todo lo conocido. O sea, el drama está presente. Y el miedo al miedo, también se da cita. 

La rueda gira y ahora dependerá no solamente de la fuente inagotable de solidaridad de este pueblo. Es función también del oficialismo de turno, obrar con premura y tacto, sin mezquindades ni egoísmos que pudiesen en rigor de verdad, terminar perjudicando a los desamparados de hoy y, por carácter transitivo, al resto del bastión social local endeble. 

Trabajos en común con las asociaciones civiles especializadas, y un generoso aporte, cubrirán las grietas de las faltas de alimentos de cientos de familias. Y alejarán todo ruido de vergonzosos saqueos u atracos a comercios. O dejarán en absoluta evidencia a los desquiciados de siempre que no hacen otra cosa que acoplarse a los vecinos con problemas, para sacar ventajas para su quintita. 

En estas circunstancias no hay tiempo que perder ni opciones para tibios o mentecatos. Es el minuto cero, donde la acción debe primar por sobre lo teórico. Pero eso sí, con responsabilidad y sin rendirnos ante los personeros de lo apocalíptico. 

Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho