Opinión
Hilando fino en fomentismo
Encontrarme con auténticos fomentistas es una actividad digna del espíritu y que llena con gozo los bolsillos del alma.
Podemos recrear anécdotas de épocas idas y de viejas luchas por reivindicar tal o cual postura barrial.
El poder siempre ha sido el poder, esté quien esté al mando del timón. El tema ha pasado siempre, empero, por saber manejar peticiones y por ser íntegro, frente al tiempo de espera. No ha sido fácil nunca, para muchos conseguir propuestas. Y, para colmo, la puerta marrón, más de una ocasión, ha permanecido trabada.
Pero el ser de un dirigente no se doblega, es de roble, posee una característica de luchador indeclinable. Ni ante la más temible adversidad, que incluso muchas oportunidades, se ubica literalmente dentro de su mismo espacio o radio de influencia, ha de ceder.
El viento huracanado de la política partidaria fue minando nombres y recursos. Los anhelos fomenteriles de leyendas del ramo, se opacan hoy con ciertas sombras chinescas que ni siquiera podrían atar los cordones de los verdaderos “popes” de la solidaridad barrial. Los auténticos de ayer y del mañana.
Por suerte, en medio de la tromba devastadora, aún quedan intactas mentes y cuerpos sanos que saben reivindicar la tarea y que no se entregan en los brazos de los negligentes y nefastos de turno.
Pero han hecho astillas la “Federación”, entre otras cosas. ¿Quiénes son los responsables? De casi cincuenta entidades que enarbolaban la insignia, con diferencias sí, pero con objetivos claros, han desperdigado la pólvora y sólo se juntan alrededor del fuego fatuo, muy pocos.
El resto, emigró a otras corrientes de aguas. Quizá en breve, haya sorpresas estimulantes. No hubo acuerdo básico ni conciliación que fuese factible para frenar la diáspora. Por el contrario, amigos que me leen, pareciera que la risa burlona de los de adentro, despidió con sorna a los que se iban. Se fueron reclamando un montón de cosas, entre otras, la legalidad mancillada nada más y nada menos, de la entidad cabecera.
Los aparatosos pedidos de “desafuero” no cuajaron y los pretendidos “puros” tomaron en sus manos la conducción, aduciendo firmes y frenéticos: “Ahora sí avanzaremos”.
Sin grandes explicaciones, reemplazaron los cargos de los renunciantes y se pusieron a la cabeza de una labor comprometida, según ellos entienden, con lo social y dando lugar a comedores y merenderos en formación.
Apoyaron sin dudas cortes de calle, o desvíos de arterias, en el barrio AOMA, aún por fuera de la institución de esa zona. Y así por el estilo, han marcado un rumbo tangencial.
Nunca quedó claro, nunca se hizo explícito el aval del Municipio a la Lista 3 (que triunfó finalmente), allá por noviembre del 2017. Pero los que dicen saber del ítem, confiesan frente a un pocillo de café, que hubo injerencia de Rivadavia y San Martín.
Si fue tan de esa manera, es de interpretar que hoy el Palacio céntrico, se arrepiente de haber facilitado la erupción del volcán. La lava hierve y el Presidente federativo no aflora, dejando en la diestra del Vice, todo el clamor del pueblo allende sus ideas.
Curiosamente, se palpan silencios. Las posiciones se dividen y el ideario de varios es. “Hay que dejarlos terminar el mandato”. Olvidan tal vez, en su afán de recambio real, que no son inocentes los que mueven los hilos detrás de bambalinas. Han obtenido un liderazgo que ni siquiera pudieron sospechar antes y por ende, no soltarán la presa tan sencillamente.
Toman consignas izquierdistas pero sin dañar la imagen de “Coopelectric”. ¿Por qué será? Y los azorados fomentistas, del otro lado dela verja, observan sin lograr entender del todo lo que acaece. Una barbaridad que no contempla parangones. “Lo que supimos conseguir, se fue por la borda”, me aduce un veterano líder barrial, compungido. Pero sin el lazo todavía dispuesto para cazar al impío, la jungla continúa jugando su rol primogénito de colocarse en la senda de la arena política, de cara al 2019. Todo se ve desde ese lado porque lo que intuyen es simple: “Llegó nuestro turno”, argumentan, refregándose las manos. Sin perfil seductor en la sociedad, debajo en números del tradicional “Frente de Izquierda y de los Trabajadores”, sólo les es propicio aprovechar con creces esta mesa servida. Y bien les vino, por supuesto.
Lejos, demasiado distantes han de verse en el horizonte los referentes de barrio, los tipos con alma y huevos para compaginar sus vidas al servicio del otro. Los sin dobleces.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-