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Opinión

Nocturnidad: instantes claves

El trabajo de la Comisión de Nocturnidad y Juventud del HCD, ha sido arduo, concienzudo y ha buscado, sobre todo, la voz, la palabra de cada uno de los posibles actores de la cuestión tan vital en Olavarría:

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la posibilidad o no de los jóvenes menores de 18 años, de ingresar y permanecer sin dramas de admisión en boliches. 

En un contexto de cambios de costumbres y horarios de salida, la temática fue entregando diversas opiniones y aportando conocimientos a los ediles, enriqueciendo la coyuntura. Podríamos sugerir que el punto original, se amplió considerablemente, dando espacio a la Justicia, por un lado y, fundamental, a los propios involucrados, léase los adolescentes y jóvenes que hoy penan aquí por un resultado acorde a sus necesidades y costumbres. 

Pese a los minutos y horas de charlas y debates, los concejales no se han puesto en idéntico sitio de mira. Persisten, a escasos días de la Sesión Especial por este tópico (se hará el martes 6 a las 10 horas en la Sociedad Española, Rivadavia 30 38), ideas encontradas, incluso dividiendo aguas dentro de alguna misma bancada. 

Más allá de consideraciones políticas que respetamos, lógicamente, es menester introducir un brevísimo comentario. Nos parece que la dinámica del ítem, admite tales dicotomías y por ende, le agrega un plus interesante a la ya respetable tónica. 

La gran marea a enfrentar es, de acuerdo a lo averiguado por este cronista, la bendita Ley de la Provincia de Buenos Aires 14.050 / 2009 que sujeta las libertades de los menores, atándolos a un tope horario (23:30 a más tardar) y a la prohibición de venta a menores y el  consumo de bebidas alcohólicas por éstos, en lugares de esparcimiento nocturno.

Entonces se han orquestado dos visiones al menos, mis lectores del alma. Por un lado marchan aquellos concejales que se apegan a esta normativa sin descuidarla ni un ápice, y otros legisladores que inscriben otra factibilidad, más permisiva. En este segundo grupo, ellos resaltan que cada Municipio es en definitiva, autónomo ante ciertas circunstancias como estas hoy esgrimidas por la realidad. 

La Municipalidad pues, podría sustentar una especie de “reglamento local” para su distrito, aún perviviendo la Ley citada y tan polémica. 

El dilema existencial se observa desde la atalaya de la verdad de la milanesa: los pibes se meten en las quintas y hacen allí sus fiestas, sin los recaudos pertinentes. 

Y, por la tangente, avanzan a velocidad de crucero los adquiridos derechos de los purretes, que chocan con la medida restrictiva en análisis. La cosa es para alquilar balcones, puesto que pueden votar los ciudadanos desde los 16 años, Ley Nacional 26.774 y Ley Provincial 14.456; pueden manejar vehículos; deben ser oídos ante disputas de los progenitores; pueden reclamar alimentos a sus padres y otra serie de beneficios al alcance de la edad; mas no se les facilita esto otro, la faz noctámbula. 

El HCD vernáculo, hemos de insistir, adoptó un magnífico rol, poniéndose a la altura de lo solicitado, más allá de la decisión final que se adopte. 

Y en este entramado de ediles y personeros de la noche que han ido desfilando con sus posturas, descubrimos con asombro varias cositas, brillantes perlitas de inmenso valor para quien desee verlas con imparcialidad y capacidad. Un tema delicado es que los jóvenes han reconocido sin titubeos que falsifican documentos para entrar a bailar a boliches. 

Y la gran punta de lanza es que han aceptado con naturalidad total que toman alcohol como si fuese agua, deslindando otra forma de “divertirse”. Chicas y muchachos a la voz de “ahura” se emborrachan cual cubas y lo han citado sin pruritos. Y lo que debiera poner la piel de gallina, es todavía peor: en cientos de casos, son los propios progenitores los “facilitadores” de las botellas. 

Obvio, también se puso el acento en las drogas. El que quiera entender, que lo haga. El que no, que se siga ocupando de que no se fume en el Bingo. ¿Se me comprende?

Sociedad hipócrita, ésta que tenemos. Pero sigamos. La propuesta enarbola cinco artículos escuetos y directos, sin desperdicios. Veamos: 1°. Se propenderá a crear un Registro de Locales Bailables, los cuales han de abrir sus puertas a los menores.

2°. Se habilita el ingreso y permanencia de pibas y pibes, pero con previa autorización de un mayor. Se podría imponer un sistema tipo tarjeta SUBE, para indicar quienes son los autorizados o no. Acá se torna complicada la novela porque algunos sospechan que, ante determinados imprevistos, los padres se lavarían las manos y harían la común: reclamar a los gritos a bolicheros y al Estado Comunal por sus hijos con coma alcohólica u otras yerbas. 

3°. Se despide la hora tope, y se busca así facilitar la rotación de edades en el local. 

4°. Se aconseja al poder Ejecutivo local, promover actividades recreativas exclusivas para jóvenes, sumándolas claro a las que ya están en pie. 

Y 5°. Se pone en vigencia una orden de registro de quintas y locales, que quieran ser utilizadas esporádicamente como centro bailable, con sesenta días de anticipación. Para que no haya sorpresas ni “malos entendidos”. 

Como describimos, mis amigos, la llama está encendida. El debate en sí, es preciso reconocer, no culmina aquí. Porque esas aristas que se han expuesto tan crudamente, debieran sujetarse a otro estudio también tangencial. La noche sin alcohol, no existe para la gran mayoría de los hijos suyos, mis lectores. Y ese es un tema que todavía se nota inconcluso…

Por Mario Delgado.-    

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho