Opinión
Transportando novedades
Tal vez, y solo tal vez, mis amigos, las falencias del querido transporte público nuestro tengan que ver con la escasa queja que presentan los propios usuarios.
Porque si nos remontamos en tiempo y espacio hacia atrás, notaremos claramente que nunca ha habido una protesta púbica de los mismísimos estoicos pasajeros. Cuando se salió a manifestar por algo en concreto, fueron los estudiantes y hasta los docentes, quienes apuntalaron la medida pro boleto gratis para el mundo educativo. ¿Recuerdan ustedes?
De modo tal que el grueso de la masa usuaria, jamás ha puesto las barbas en remojo, más allá de alguna indicación puntual y hasta aislada, en algún medio de comunicación. Después, los comentarios boca a boca y los padecimientos diarios, se han bebido en soledad.
Trabajadores, jubilados, gente en general, de la planta urbana, de la periferia, de las localidades, de todo el distrito en resumen, que viene siendo bastardeada por la neta ambición empresarial desbocada y nunca jamás, controlada como debiera ser.
Ni los que estuvieron ni los que están. No embromemos. Ninguno hizo alarde real, práctico de los deberes de órgano veraz de contralor. Cabe sí, en medio de las penurias del pasaje, una pequeña risita burlona.
Hablar, han hablado todos. Al cuete, nomás, porque los señores concesionarios la han juntado con palas a la plata y no se ha visto una leve mejora en la salud del alicaído transporte local. Entonces, que no nos vendan espejitos de colores. Ninguno. Suerte por los menos que vino la SUBE…
¿Quién ha dicho que de 47 unidades que tiene hoy “Nuevo Bus”, solamente utiliza menos de la mitad para su función concesionada oficialmente en 2007?
El resto de los coches va a servir a los obreros de fábricas y a pibes de colonias de vacaciones. ¿Y? Del estado paupérrimo de ciertos coches, nunca se mencionó ni un ápice.
Del cambio unilateral de recorrido que han efectuado en ocasiones, aduciendo motivos equis, tampoco. De la no especificación de cuáles son las paradas, menos que menos. ¿Y de las reprobables demoras por roturas de unidades?
No hemos oído el clamor de ningún político con respecto a los horarios pico y la ausencia de coches al servicio real de la gente. Cuando han quitado unidades para las fábricas o colonias, como les decía, ha quedado o queda, un vacío que no se llena, provocando esperas inútiles en la gente. ¿Y?
¿Cómo se puede creer que se va a controlar lo que nunca se miró de cerca? Si han hecho lo que han querido. ¿Y los aumentos que han otorgado, bajo presión? Y la vil y cobarde utilización del personal como punta de lanza?
Salvo nosotros, nadie ha dicho nada. Las voces se callan con dinero o con desidia. Y los pobres pasajeros, nunca salieron a la calle por miles a reivindicar un servicio que nunca les fue digno. Entonces el canto del cisne continuó. Y aún lo hace.
Campos, camiones, contenedores, y decenas de bienes más, fueron adquiridos por al menos uno de los concesionarios. A costa del rugir de las olas. No embromemos más.
¿Y del combustible subsidiado, vendido a camioneros? ¿Y de las piezas de los coches alteradas para pasar airosos la Verificación Técnica Vehicular?
Podríamos refrescar otra vuelta de tuerca: los choferes sin descanso ni baño. Mas las cuitas son tantas que dan ganar de lagrimear un rato largo.
Mal se viaja aquí. Muy mal. No se sabe todavía con certeza, dónde cuernos debe parar cada unidad, en varios puntos cardinales de la ciudad. ¿Y?
Se han extendido cientos de pasajes gratis sin registrar revisación médica fehaciente. De cada 20 personas que suben al coche, 12 no abonan boleto. Pero las perspectivas de evolucionar, las necesitan todas las almas por igual. Evolución en serio. En calidad de trato, de servicio, de limpieza y comodidad.
La lluvia se filtra, el frío, ídem. ¿Entonces? ¿Quién puede pensar que en tantos años, no se pudo alcanzar el cenit? La respuesta es triste y clara: porque los usuarios no se pusieron los pantalones largos y de ese modo, se jugó con ellos siempre.
¿Ustedes creen de verdad, que ahora alguien vela por los intereses del pasajero?
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-