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Opinión

Demandas consistentes y aves que miran

La tonificación que solemos ver por estos días, tiene que ver con la situación social que se observa agravada en varios casos por cuestiones de pérdida de trabajo o de ausencia de changas, que afecta a los padres  de familia. 

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Y esa tónica sustancial se pone de manifiesto con la novel producción de merenderos y comedores en diversos sitios del distrito. 

Poner en movimiento tales emprendimientos suele resultar un acto dinámico, entusiasta, consensuado por una determinada cantidad de personas. El punto álgido, sin embargo, no es largar la extenuante carrera; sino sostenerse en el tiempo, con todo lo que implica trabajar en esos lugares. 

No es tarea fácil la permanencia por múltiples razones, pero esencialmente se suelen divisar dos ítems controversiales: la continuidad diaria o semanal de quienes se han comprometido, con las diferencias de opinión que puedan resultar, y la labor desgastante de peticionar alimentos en comercios de la zona de influencia del comedor o merendero, o incluso más lejos aún. 

Lo noble del principio se trunca pues. Mas hemos de mantener la llama encendida para que, en la mayoría, el proyecto se extienda. Al menos, mis amigos, hasta que se advierta un mejoramiento de la coyuntura social y económica en general y en Olavarría en particular. 

Volviendo a la génesis, en algunos casos los primeros pasos son familiares. En otros se realizan por cuenta y orden de una entidad barrial y hay un tercer pie que es significativamente político partidario. 

La circunstancia triste se ve. No es un invento fantasioso. Es algo palpable porque la plata no alcanza y es caro comer. No obstante ello, las aves de rapiña sobrevuelan la comarca y se detienen ante estas menudencias tan tentadoras. 

El tema es estar cada quien atento. Con los ojos bien abiertos. Sin descuidar nada, puesto que cualquier detalle puede permitir el ingreso indeseado e indebido de los carroñeros que buscarán usufructuar con la necesidad cierta de las almas en cuestión. 

No se puede exclamar libremente que: “Nada se hace” desde la Comuna local. Eso es evidentemente una cita polémica y política al sumo. Más bien se debiera expresar que: “Lo que se hace, no es del todo suficiente por el incremento de familias a asistir”. 

Por otro carril, y al mismo tiempo, se precisa con urgencia un auténtico registro de la cantidad exacta de personas y familias y cuáles son los requerimientos de estos núcleos, porque no solamente habrán de ser ayudados con comida: también necesitarán, se supone, calzados, ropa y por qué no, medicamentos. 

El cuadro se agiganta, sin dudas. El tópico a cristalizar sería aunar criterios y no obrar con mezquindades ni soberbia. Nadie es más que otro en este tren que corre por la vía de la  colaboración. 

Ni de un lado ni del otro tendríamos que notar suspicacias. La hora no amerita estas tonterías. Pero están presentes. Los que odian al oficialismo y éste que no larga prenda. 

Puja estéril, mis lectores, porque lo que vale es la cosa en sí, o sea en estos momentos, la voluntad de servir al prójimo. Aunque ese servicio debe ser auténtico, sin fotos exultantes que muestran niños comiendo guiso de arroz o dirigentes moviéndose de un lado a otro, cual marionetas extenuadas. 

Los críticos acérrimos de don Ezequiel Galli le han visto la pata a la sota con este asunto tan delicado. Y querrán acarrear agua para su molino. Los referentes y vecinos preocupados no especularán: lo único que desean es complacer las pancitas de los peques y verlos reír. 

En el medio del puente, las idas y vueltas, con propuestas incluidas, para paliar, para soportar el cimbronazo. Por ahora sólo se baraja la bruma, el denso humo de demasiadas dudas y escasas certezas. 

Por Mario Delgado.- 

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho