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Opinión

Entrar es lo de menos

Se acerca el plazo estipulado para que la Comisión de Nocturnidad del Honorable Concejo Deliberante olavarriense, emita su texto con relación a un tema atrayente y controversial por excelencia por estos pagos:

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la nocturnidad de los menores, especialmente los pibes de entre 16 y 18 años que quedan “bollando” en un limbo de dudas, debido a la Ley 14.050 del 2009 que regula, como ustedes bien saben, los movimientos noctámbulos de los purretes. 

Los comentarios y las apreciaciones vertidas son variopintas, dado el cúmulo de visiones al respecto que han sido oídas en todo un período de acumulación de pensamientos e ideas, para intentar aplicar de aquí en más. 

La cuestión no es sencilla puesto que ninguna normativa local, podría superar lo que ya pone de manifiesto la Ley provincial. De modo que lo que se expida, deberá contemplar esta situación concreta, para no colisionar de frente con lo ya establecido, pero, a su vez, tratar casi desesperadamente de solucionar una especie de “cuello de botella” para los menores. 

De todo tipo de opiniones se han recogido y esgrimido en varios ámbitos. Desde la señora Jueza de Menores de Azul, hasta los mismísimos actores del proceso, o sea los chicos y chicas en ese espacio, en esa franja etaria tan particular. 

Y las carpetas de los ediles se han ido llenando de propuestas y también de quejas. Los pibes están ávidos de salir y divertirse y se encuentran con un problema: no existen hoy, lugares propicios que los reciban, o mejor expresado, mis amigos, que los contengan. 

Deambulan entonces por las calles y se dispersan hacia quintas o casas donde construyen sus fiestas “privadas” a veces multitudinarias. 

Riesgos hay, no hemos de ignorar tal cosa. Porque generalmente nadie se hace cargo a la hora de poner los lineamientos claros. Los padres se suelen “borrar” y dejar solos a sus descendientes que, por otra parte, suelen mentir en la cantidad real de amigos que concurrirán. O, sino, utilizan a algún mayor para alquilar una quinta por ejemplo, que luego se convierte en un boliche súper asistido de menores. 

No resulta tarea accesible el dilucidar cómo encarar el porvenir noctámbulo de los chicos. Porque además han virado mucho los hábitos horarios de éstos: ya no salen a las 20 horas como otrora, para aquellas recordadas matinés bailables. El punto de arranque es de madrugada, previa instancia hogareña. 

No es un tópico menor éste. ¿Cómo adaptás una ciudad a que salga más temprano? ¿O cómo acomodás la Ley vigente a la cotidianeidad de los jóvenes y adolescentes?

Por otro lado, se han barajado ciertas alternativas, aunque sin prosperar en su camino hacia un presunto éxito. O sea, amigos, no se divisan en el horizonte demasiadas versiones optimistas. 

Por cierto hemos de señalar que nadie, ni “bolicheros”, ni entidades de bien público, han surgido de la bruma ofreciendo sus preciadas instalaciones para el divertimento juvenil. Las murmuraciones son elocuentes en este sendero intrincado. 

Al dar vuelta la página, descubrimos un revelador testimonio de labios de los involucrados. Si no hay alcohol, no hay “joda” para un gran número de púberes locales. Chicas y muchachos sacian su sed sin importar otra cosa que tomar. 

Beber no es una excusa; es una moda y como tal, la mayoría cede a la presión del entorno o a la tentación del momento. Y se vacían los vasos y no faltará quien le agregue una sustancia prohibida a la ya prohibida para menores, bebida espirituosa. 

Y el descontrol puede cundir, corolario de una nochecita agitada y sin frenos. No seduce el sexo, atracción lógica y mítica a esa edad. No, señor: lo único lindo que ven muchos es el color del alcohol. “El encanto del alcohol”, como lo definió un joven. 

Entonces, ¿cuál es el eje del carro? ¿Entrar a un boliche a bailar o que se les permita regar sus gargantas a gusto con lo que sea? 

Daría la impresión que las aguas se bifurcan en este minuto. Porque algunos directamente piden autorización para beber sin culpas. Y otros exclaman: ¿De qué nos sirve entrar a un lugar equis, si después no nos dejan tomar alcohol?

Otros, más pensantes, razonan a tiempo: “Que podamos contar con un boliche es lo principal”, sostienen tratando de arriar ganado porfiado.  

La noche es maravillosa. Posee encantos poéticos y todos lo interpretamos así. Mas luego de horas de estudio y de escuchar distintos personajes, caeremos en la cuenta de una duda fenomenal: ¿Dónde nos situamos como sociedad, ante tanta naturalidad juvenil, en cuanto a la circulación masiva de alcohol y drogas en nuestra ciudad tan conservadora? 

Para terminar, sigo insistiendo en soledad con lo de siempre: la trampa de la estupidez es ocuparnos, por ejemplo, de que no se fume en el Bingo. Sin embargo ¿quién se carga la mochila al hombro de los cientos de pibes borrachos y drogados que tenemos cada fin de semana? Si no me creen, den una vuelta por la Guardia del Hospital y me avisan. 

¿Y los padres..?

Por Mario Delgado.-    

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho