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Opinión

Álgidos momentos sociales

Fue arduo, duro, caliente el debate por la instrumentación de un aumento en la Tarjeta del Programa de Seguridad Alimentaria y las circunstancias anexas que devienen de ese Proyecto original del edil Eduardo Rodríguez del “Foro Olavarría”. 

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La temática había sido pulida previamente, se notó, con la anuencia de otros bloques, como el “Frente Renovador” y “Radicales Convergentes”, aunque al poco andar del tratamiento se advirtió la captación positiva de “Unidad Ciudadana” y el sector de los “Trabajadores”. 

También se captó en el aire la prolijidad y el supino respeto con que Rodríguez esgrimió sus argumentos, buscando en cada frase el consenso, sin achacarle grandes culpas al oficialismo por la situación. 

Aunque se permitió adentrarse en la jungla del dolor popular: “Hay familias olavarrienses que sufren” ante la ausencia del “sustento básico”, o sea la  adecuada y diaria alimentación familiar, reflexionó preocupado. 

Puso el índice sobre la “pérdida de trabajo y el poder adquisitivo de la gente” a raíz de la terrible inflación reinante. Y acto seguido sugirió “un aumento del subsidio actual que reciben las Cáritas” e interpeló por un idéntico beneficio para “otras entidades de carácter benéfico” que actúan en la ciudad. (Hoy las entidades de beneficencia católicas reciben $ 2.400 por mes). 

Y, como era de esperar, instó sutilmente al Ejecutivo a dar un toque hacia arriba al monto de las Tarjetas del Programa “que tienen en su haber la irrisoria cantidad de $ 250 por mes”, afirmó el concejal, quien aprovechó para invitar al Intendente a “convocar una Mesa Social amplia” y ponerse, de tal modo “al frente de las acciones pertinentes”. 

Cerró esta primera alocución, aconsejando a su vez a los servicios Territoriales a “permanecer abiertos los fines de semana para ayudar”. 

Gabriela Delía convalidó lo expuesto por su colega y felicitó a los referentes sociales y barriales presentes en el recinto céntrico. Germán Aramburu fue un grado más allá con una moción que se aprobó por mayoría para “eximir de tasas municipales a los propietarios de los merenderos y/o comedores”. 

Marcelo Latorre contó el caso testigo de una señora, que posee un lugar de éstos en el barrio Nicolás Avellaneda, y “no podía pagar por 25 días el gas”. Agregó también la posibilidad de hacer un relevamiento, por parte de la Comuna, sobre el estado concreto de los necesitados. 

Inmediatamente tomó el inalámbrico el señor Fermín Ferreira, de “Cambiemos” que sostuvo de entrada que: “Nosotros le ponemos el pecho a esta realidad, no le esquivamos”. Se generó un suspiro de alivio en varios ediles; sin embargo duró milésimas de segundos la paz, porque sus palabras siguientes chocaron de frente contra toda esperanza del resto de las bancadas: “PERO NO PODEMOS ACOMPAÑAR ESTE PROYECTO”, remarcó con fibra rojo en la tarde de jueves. Se estremeció la sala. Algunas bancas chirriaron, nerviosas. “Ya que hay especuladores políticos detrás de estos movimientos y no los podemos respaldar”, enfatizó. Y se despidió reforzando la idea de los políticos que apañan los comedores por una jugada especulativa nomás. 

Entonces se desataron las plagas egipcias sobre la humanidad de Fermín y su bloque. El dique se abrió, cual Mar Rojo en la antigüedad y vinieron discursos durísimos y extensos a la vez para “pegarle” con gusto al oficialismo. 

Fueron expertos en retrucar como Einar Iguerategui, de “Cuidemos Olavarría” o Federico Aguilera de “UC”,  con la apoyatura del propio Rodríguez y Juan Sánchez, quienes ofuscados, arrojaron lava hirviendo: “Que diga quienes son esos presuntos especuladores”, gritó Einar. “Esperaba otra actitud”, dijo Eduardo. Y Sánchez tomó una serie de conceptos para desglosarlos y hacer quedar mal parado al bloque del Alcalde. 

Un oportuno cuarto intermedio, para un tópico que ya se extendía cual chicle y en absoluta demasía. Volvió luego del receso Aguilera a la carga y la contadora Arouxet urdió una defensa de la ponencia de Ferreira que no cuajó, que la embromó aún más, ya que atacó a Federico por la campaña de las garrafas más baratas. 

Y cuando la tarde languidecía, entre el frío y la llovizna, se dio el “Sí” por mayoría, a excepción del sector gallista. 

Una lástima, sin dudas, mis amigos, que la cosa no haya ido por otros carriles, más suaves, menos confrontativos. Una pena la estocada oficialista, sin tacto, sin convicción, sin citar nombres que hubiesen inclinado, en tal caso, la cancha. 

Y la sensación que brota es simple: algo grave acaece, algunos lo perciben más, otros menos, pero está. El Proyecto pedía un acompañamiento del Jefe Comunal y su tropa, no decía que éstos no estén al tanto o no estén tendiendo una mano. Se desmoronó el edificio antes de consolidarlo. 

Por Mario Delgado.-  

 

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho