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Opinión

Buscando atajos

Una situación que no mejora del todo en Olavarría, con el transcurso de las administraciones, es la relación del Sindicato de Trabajadores Municipales y el organismo empleador, el Ejecutivo.

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Los intentos de acercamiento por estas semanas han sido infructuosos y han abierto más la división entre ambos. 

Hablar de buena voluntad o alentadora predisposición, sería risueño. Las bases del conflicto se sentaron en la sede sindical, con motivo de realizarse la primera Asamblea donde se determinó, entre gremialistas y trabajadores asistentes, más de 200, que había que fortalecer la idea de la confrontación, en aras de defender los derechos salariales de los compañeros, especialmente de aquellos que ganan menos, por estar en las categorías inferiores, desde lo salarial insisto. 

Hubo luego charlas acá y en La Plata pero sin avances optimistas. El círculo permanece cerrado en dos posturas dominantes e irreconciliables hasta hoy: el ofrecimiento del señor Intendente y su equipo por un lado, y lo que anhela el Sindicato por otro. 

Los recuerdos de tales choques están. No es la primera ocasión ni será la última donde se avive el problema y se pase demasiado tiempo sin ver el sol de la solución. 

Es casi un perverso juego de cada temporada. Con sus actores centrales saliendo a la palestra. Con José Stuppia en el foco de la tormenta y un grupo de seguidores que cuentan con fueros sindicales la mayoría de ellos. 

La instalación de la carpa se veía llegar desde el vamos. Y arribó nomás una madrugada fría para darle una impronta particular al centro cívico de la ciudad. El visitante que pase por ésta comarca, no podrá dejar de sentirse atraído por el movimiento de los acampantes y sobre todo, me dirá un señor de Azul, “por la impunidad con que se mueven”. Conocedores a full de sus preceptos, cada quien se ocupa de abrevar en las aguas de la indiferencia hacia el otro. 

Entonces hacen humo como si nada, o encienden las bocinas, más llegadoras que los bafles, con cánticos y frases anti macristas (que otrora fuesen anti eseverristas, ahora que me acuerdo) y preparan sistemáticos, la olla popular correspondiente a cada jornada. Insalvable dicotomía entre derecho a reclamar y derechos del prójimo. 

Algunas mamás ya se han quejado por la densidad del humo y el hollín que ingresa sin restricciones al Colegio Monseñor César Cáneva. Lamentos que todavía no han obtenido respuestas auspiciosas. 

Corre el rumor de una pronta suspensión de clases en dicho establecimiento escolar, debido a la mugre que deja la humareda. Y el intenso olor. 

Mientras tanto los ocupantes de la carpa, son generalmente los mismos. No reviste el entusiasmo de la inicial vez. Pero los días son números y corren tras un tren invisible y nada distinto acaece. Se perfecciona en todo caso, la potencia del sonido, audible desde por lo menos, la Avenida Avellaneda. Un sonidista aguerrido estaría muy contento con la nitidez de la fuente sonora. La vecindad no. Ni que decir de los hombres y mujeres que laburan en la Municipalidad, muchos compañeros de los que encaran la medida extrema. 

Cada quien en lo suyo. Los carteles se exhiben cómodos y las banderas por ahí se desperdigan víctimas del viento. Habrá una escalera y un voluntario para restablecer el orden dentro del  desorden. 

Y nada cambia. Y dentro de algún tiempo, el escenario será idéntico. Un solo sindicalista se atreve a tanto. Otro, antaño, se jactaba de haberle plantado una suculenta olla popular al ya fallecido don Helios. 

La tirantez no se descomprime. El líder sindical quiere para su gente el 25 %, retroactivo a abril y un aumento mensual de acuerdo al índice IPC del INDEC.  La Comuna tiene para entregar en sus arcas un 27 %, repartido en cuatro cuotas y sin aumentos hasta mayo del venidero período. 

Las categorías altas cobrarían de tal forma, un tentador aumento. Sin embargo el peso sindical y la solidaridad, hacen que: “O para todos igual, o para nadie”.

Paciencia, amigos, después de todo ¿no es acaso esta, otra vez, una cortina de humo para distraer al resto de la población?

Por Mario Delgado.- 

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho