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Opinión

Los alcances de la corrupción

El Diccionario es preciso en su definición del término, del concepto lamentablemente ancestral de corrupción: “Es la práctica constante en la utilización de las funciones y los medios de las organizaciones, especialmente las públicas, en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores”. 

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Hemos de interpretar y subrayar que tal acción vil, ya nos acompaña desde tiempos muy antiguos. Algunos registros egipcios y griegos, certifican que estos movimientos, no son cosa del hoy solamente. Y ni que hablar de la enorme corruptela del Imperio Romano. Dicen algunos historiadores, a su vez, que el Emperador Napoleón Bonaparte, dejaba robar a sus funcionarios, pero no en cantidades ostentosas. 

La malsana costumbre atraviesa también a la historia de nuestro país, llegando a estos días presentes donde se ha desatado un novel escándalo con los “cuadernos de la corrupción K”, planteados estos informes por el periodista Diego Cabot y un equipo de colaboradores, en el centenario matutino porteño “La Nación”. 

Y el tema copó los anaqueles del recinto deliberativo local, en la fría tarde de este jueves 9 de agosto, dándose allí un exhaustivo tratamiento, con polémicas de alto voltaje incluidas. 

El perfil nacional del asunto en consideración, ameritaba desde luego, una mención, un redoble conceptual de los concejales, algunos de los cuales ya miran de reojo al 2019 electoralmente hablando. Sin perjuicio de ello, habría que comprender que el espacio de tiempo insumido en este aguerrido abordaje, fue muy pronunciado, muy largo. 

Cabría, alguna bendita ocasión, un pequeño análisis de los legisladores y en tal reflexión, descubrir que las prioridades discursivas debieran pasar por lo que acaece en nuestro pago chico, del que ellos son referentes, a no olvidar. Pero claro, mis amigos, la coyuntura amplia tira, sirve además para arrojar misiles al adversario sin elaborar complicadas cartillas sobre investigaciones locales o son un notorio ejemplo de que a los ediles, a algunos sobre todo, insisto, les atrae cual abeja a la flor, la incidencia nacional o provincial, como caja sonora de resonancia de sus aspiraciones políticas a futuro. 

Y se manifestó otra tarde más, un duelo a contrapunto entre los ediles Arouxet y Aguilera, que hablaron de los caminos tristes de la corrupción. 

Mientras la concejal oficialista, iba en pos de reconocer la independencia de la Justicia y la valoración de que se conozca la trama delincuencial, en la época kirchnerista, el edil camporista se sujetó fuerte al potro de la arenga y casi a grito pelado, supo arreciar en contra de ciertos personajes del Gobierno actual, con el mismísimo Presidente a la cabeza de un ensamble corrupto de primer orden. 

Para Aguilera hay que “hablar de corrupción en serio” y no centrarse en estas menudencias aún no juzgadas. 

Las balas picaban y el punto de quiebre seguía allí, intacto. Imposible ítem de conciliación. Acusaciones por doquier y flotando en el vetusto salón el sabor amargo de que, desde acá, nadie resolverá nada.

Al parecer tampoco resulta fácil hacerse eco, o cargo de yerros o desviaciones rayanas con el tópico en discusión. Y ese es otro dilema: la presunción de inocencia no prima, no reviste atractivo; por el contrario, lectores míos: lo que seduce y aglutina es el balde de agua fría de las críticas. 

Negar la corrupción en este país es como colocarse anteojeras e intentar caminar por una ruta súper transitada. Pero si cualquier ciudadano medianamente informado, podrá esbozar con autoridad, datos de la corruptela de otras y de esta época. Es casi inherente al ser humano en su faceta de poder. Hubo corrupción y tráfico de influencias durante el gobierno de facto del ’76 al ’83. Y el mecanismo impuro continúo su ciclo ambicioso luego. La chicana sirve, mas no refleja sinceridades en esta oportunidad. La corrupción mata y lo ha hecho en estas tierras sanmartinianas. 

Hablar de este delicado tema es menester, por supuesto. El problema radica en descifrar  con imparcialidad, quien en rigor de verdad, está en auténticas condiciones de lanzar con furia la primera piedra. 

Por Mario Delgado.-   

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho