Opinión
¿Vienen y se van?
¿Puede resultar llamativo que en nuestra ciudad haya dejado de ser atractivo el asunto de ser prestador del transporte público de pasajeros? Ciertos indicadores, marcarían que sí, aunque el contrapeso sea muy fuerte: las cifras millonarias obtenidas por ambas concesionarias, desde el 2007 hasta aquí, que superan con amplitud cualquier cálculo teórico, entre subsidios estatales y ganancia por pasajes.
El enriquecimiento de los señores empresarios del sector, ha sido considerable, y es una cuestión bien comprobable, aunque siempre haya existido el llanto casi constante por parte de los referentes de las dos compañías, habida cuenta de solicitar nuevos aumentos de boletos. Y en más de una ocasión, han sido expuestos los propios choferes como punta de lanza, con un Delegado sindical que absorbía el reclamo patronal como propio, poniéndose del lado de los jerarcas.
A sabiendas o no, quizá presionados o no, los trabajadores han jugado un rol protagónico interesante e intrigante, sometidos al parecer por el perverso grito de los empleadores que han corrido la voz de que sin incremento de los boletos, la posibilidad de quedarse sin su pan diario es muy factible.
Pero las arcas de los “capos” siguieron su curso lineal hacia arriba. Al mismo tiempo, la calidad de viajar tanto en “Nuevo Bus” como en “Ola Bus”, no ha producido mejoras sustantivas en ningún instante de todo este tiempo tan extendido.
Al contrario: se han divisado distintos parámetros de acción, sosteniendo a veces el miedo como subrayábamos recién, o procediendo con violencia en otras oportunidades, para resguardar sus propósitos bien definidos, los señores empresarios. Otra instancia la han dado los incrementos por Decreto que se autorizaron con la intención de levantar la vara de ganancias y allanar conflictos en puerta.
En esta saga interminable, un dichoso día llegó la SUBE y los dramas no cesaron, empero. “Esperé a la Línea 501 más de una hora”, sostiene Carmen, una señora que toma con asiduidad el colectivo citado. Y se podrían llenar varias páginas con testimonios similares, teñidos de impotencia e indignación de los pacientes usuarios.
En tal escenario, mis amigos, los que defienden a las empresas, argumentan por estas horas que el gran bonete está en manos de los estudiantes de los tres niveles y la famosa TEO.
Las unidades se incendian, se retrasan, se usan para llevar obreros a la fábricas, o a las colonias de vacaciones a los chicos en verano, mas a la gente que viaja asiduamente que la parta un rayo. Tampoco se mira a la forma de trabajar de los conductores. Pasan frío o calor, no cuentan con baño apropiado en ningún lado, no tienen descanso; aun así algunos laburantes del volante, dan la vida por sus patrones. El estatus se mantiene inexorable, sin mellas.
En este contexto, la licitación por un nuevo período, debiera cristalizarse en mayo del año venidero. Si no hubiese oferentes, bien podría suceder que se dé una condición especial: ambas empresas podrían acceder a una prórroga por cinco años más.
Y aquí se fortalece una hipótesis que se discute entre bambalinas por ahora, pero que no tardará en salir a la palestra. El punto es que ya han venido varias compañías foráneas a explorar la zona y se muestran interesadas en postularse hasta que se encuentran con un escollo: las miles de TEO que se entregan en este distrito y que corren por cuenta y orden de los transportadores.
Entonces se derriten las aspiraciones de aquellos que se ven tentados por venir a ofertar acá, allá por el quinto mes del 2019. ¿Se entregará pues, en un espacio no muy distante, una nueva discusión sobre el formato de financiamiento de las TEO? De permanecer el actual mecanismo, las brujas ahuyentan nóveles postulantes.
Por otro carril, pero dentro de idéntico ítem, una fuente empresarial confiable, ha sostenido la tesis singular de que no se dan los controles que se tendrían que dar en los coches, por ese motivo tan peculiar. “El Municipio no revisa como es menester porque las empresas sostienen las TEO”.
Una idea no demasiado alocada si se toma como marco de referencia una simple cosa: antes de la actual Administración las unidades eran fumigadas una vez al mes; hoy tal hecho no se registra.
Ni que hablar de las paradas no demarcadas, ni de las unidades que no recorren las calles que deben, dejando a pasajeros sin el servicio tan esencial. Ni de las frecuencias que no respetan.
Si sumamos cada eslabón, poco de bueno, de agradable, puede inferir el transporte nuestro. Las unidades no se renuevan ni se controlan desde el ámbito de la Comuna, insistimos en tal matiz porque lo hemos consultado con fuentes de las concesionarias. Las excusas se multiplican pero nadie responde con la precisa. Y los que pagan el pato son los que abordan los coches.
También hemos de inferir, cerrando esta nueva nota sobre las peripecias del usuario local, que en más de una ocasión, las piezas de los coches son cambiadas para ir a la verificación y después vuelven a su lugar de origen. Otra perlita de tantas…
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-