Connect with us

Opinión

Exabruptos y vicisitudes

Published

on

A veces los empinados rictus de la realidad, hacen que determinados personajes, impresentables algunos, disparen frases cargadas de subjetividad y demasiado mordaces, rayanas incluso con ciertas apologías.
Luis D’Elía, maestro, político y piquetero, yendo al grano, se despachó contra el Presidente Mauricio Macri, a quien a su entender, “hay que fusilarlo en la Plaza de Mayo a ese hijo de re mil puta” (textual). Y dio ejemplos previos de figuras como San Martín y Belgrano que habrían procedido en su época, en tal prospecto con “los traidores”.
Armó tal revuelo y quedó tan mal parado, que tuvo que intentar remediar en parte su dislate con una explicación tibia: “Yo utilicé una metáfora”, argumentó. Pero ya el lío dialéctico estaba hecho, de modo tal que ahora deberá afrontar una denuncia del Estado por “incitación a la violencia colectiva”.
Es indudable que nos situamos ante un caso pendular. Mas hemos de toparnos en el camino con otros tantos personeros del odio que predican desde el pupitre del resentimiento y la desesperanza.
Tales cosas son posibles por dos elementos basales: un deterioro tremendo de la actitud de respeto que debiera darse con naturalidad ante determinadas personas, que ocupan un cargo público. Convengamos además que la falta de respeto hacia el otro, se palpa en todo lugar, y sin importar distinciones de edad o sexo, ni clase social.
Pero se desprende de la lógica del sentido común, que también se ha mutado hacia una caída en la prolija mirada que antaño se poseía de un referente.
Y, por otro andarivel, cerquita nomás, se encuentra el gran bonete, el detonante que conlleva a todo este pandemónium: lo mal que la está pasando la gente asalariada o que la pelea día a día, dependiendo de changas o trabajando en negro.
Es perfectamente cierto, entonces, mis pacientes y distinguidos lectores, que el fuego quiere arder. Leña no le falta. Si la sociedad no se siente contenta y contenida por el Gobierno, y si éste a su vez, timonea en otro rumbo, distante del de la mayoría “proletaria”, las situaciones se opacan, dificultando el florecimiento de los buenos ánimos populares.
La economía, el modelo económico implementado, se distancia de los requerimientos básicos del habitante común. De ahí en adelante, cualquier movimiento es proclive a la burla, el escarnio o los lapidarios insultos de D’Elía y compañía.
El terreno es fértil y el árbol da este tipo de frutos agrios. Sin embargo y pese a la bronca generalizada y la sensación de impotencia de muchos sectores, como comercios, pymes y demás estándares de la comunidad, habremos de comulgar con la filosofía de que no se tiene que marchar a paso redoblado por tal senda de vituperios y blasfemias.
La gente, el argentino, no avala en su conjunto a estos personajes porque no llevan ellos “el culo limpio”. (Permítanme ustedes ahora, esta expresión bien de barrio).
Para criticar hay que exhibir autoridad moral y conocimiento de causa. El período previo al actual, no fue de luces led iluminando la carretera; tuvo sus lados oscuros por doquier. Y el mismísimo autor de la descomunal diatriba citada al inicio de esta nota de opinión, fue protagonista de variopintos episodios donde la violencia y el desinterés por la vida democrática, se podían ver con facilidad relampagueante.
Estamos en un callejón, es verdad. Nadie con óptima visión y audición, puede esquivar el bulto a lo que nos roza. Es un momento de incertidumbre y aumento demencial de la recesión, con pronunciadas disminuciones de ventas y sin perspectivas de mejorar en breve.
Acuciadas están las familias de tasas e impuestos. Comer es caro a su vez. Y los tentáculos de las tarjetas de créditos aprisionan, sojuzgando cada hora más. Las cuevas de dinero con prestamistas, surgen cual hormigas.
No obstante las herramientas son las mismas de siempre, desde el ’83 para aquí: las urnas y la participación popular, las manifestaciones y el estar al pie de las noticias, no dejarnos llevar como ovejas al matadero por escuálidos seres sin proyección de futuro.
Por Mario Delgado.-

Advertisement

Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

Published

on

Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

Continue Reading

Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

Published

on

“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

Continue Reading
 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho