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Opinión

A seis meses de la muerte de Victoria y Alan: Con las manos vacías

Este 2 de julio no es un día más para varias familias que aún aguardan una respuesta oficial, desde el ámbito de la Justicia con relación directa a las muertes acaecidas en aquél tristemente célebre 2 de enero de este mismo año. Por Mario Delgado.

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Este 2 de julio no es un día más para varias familias que aún aguardan una respuesta oficial, desde el ámbito de la Justicia con relación directa a las muertes acaecidas en aquél tristemente célebre 2 de enero de este mismo año, momento en que perdieron la vida en la zona sur de la ciudad, Victoria Katherine Rodríguez y Alan Falatovich, ambos con dos décadas recién de existencia.
Los comentarios y las inquietudes fueron surgiendo ni bien conocerse la versión oficial de los hechos, la cual puede llegar a diferir en gran parte, con la visión de los acontecimientos que posee al menos la familia de Alan, con su hermana Diana a la cabeza, al frente de una especie de “cruzada” para “preservar la memoria de mi hermano y esclarecer lo sucedido”.
Se sostuvo la teoría de que Alan y un amigo, Alejo Eseverri, salieron en una VW Suran desde la Casa 1.006 del barrio “CECO” con destino a un pub céntrico. El vehículo era del papá de Alejo. Alan no sabía manejar vehículos, aunque sí era excelente nadador.
Por esos momentos, habrían conocido a dos chicas: Victoria Rodríguez y Loana Cabrera. Deciden ir los cuatro hacia el “Parque Sur”, predio del Club “Estudiantes” a charlar y oír música. Ellas se movilizaban en un Ford Fiesta.
Estamos ya cerca de las 4:30 horas de la madrugada del martes 2. El año recién abre sus alas. Los minutos transcurren sedosos. Los cuatro optan por estacionar a la vera del cauce del agua, a tres metros del Arroyo “Tapalqué”. Los autos quedan de cara al curso de agua que no cuenta con ninguna valla protectora.
Continuando con la lógica de la primera apreciación del caso, se metieron todos en el Ford Fiesta y el otro vehículo queda con las puertas abiertas y la música encendida. En un instante determinado se cortan los sonidos y es entonces que Victoria y Alan, van en busca de solucionar el problema auditivo.
El coche es encendido involuntariamente por el muchacho y se lanza sin pausa hacia un rumbo hostil: las aguas que esperan indolentes tres metros abajo.
La crónica expuesta dirá que hubo un desesperado intento de socorrer a las víctimas, acto de arrojo producido por Alejo, que pese a los esfuerzos, no logra auxiliar a su amigo ni a la chica tampoco.
Las fuentes de información se contradicen al tocar este tópico tan medular, puesto que una segunda fuente revela que en rigor de verdad Alejo le habría contado a su padre recién por la tarde y la joven Loana, hizo algo similar no llamando en tiempo y forma ni a la Policía ni a Bomberos, como certifica la primera línea de investigación. Sí se comprobase tal actitud de los compañeros de las víctimas, ¿no sería acaso eso “abandono de persona”?
Las peripecias no cesaron nunca: las familias de los fallecidos no vieron jamás los cuerpos, antes de ser llevados a Azul para la operación de autopsia. A raíz de todo este manto de oscuridad, es que las sospechas corren sin limitaciones.
La anatomía de Alan presentaba golpes múltiples, con hematomas en el rostro, en los labios, en sus pómulos y en la nariz. Además tenía las manos negras con moretones que podrían significar un acto de defensa. La piel del rostro era de color azul.
Sin embargo, para los peritos que compusieron la autopsia, tenía el occiso un solo golpe. Extraordinaria contraposición.

Para la dolida familia, dos más dos siguen siendo cuatro. “Tenemos testigos que pueden declarar que la autopsia no expuso la rigurosidad de los hechos”.

En principio la causa fue caratulada: “Averiguación de causales de muerte”, en manos del Fiscal Cristian Urlézaga, cayendo luego en el fuero de la Doctora Viviana Beytía. Pero sin una consideración en pie que muestre ante los dolientes y la comunidad en general, cómo verídicamente se dieron los prolegómenos de las respectivas muertes.

Han transcurrido seis intolerables meses sin novedades alentadoras ni esclarecedoras. Diana exclama: “Estamos fuertes, de pie. Tengo muchas dudas de que las cosas hayan sido como ellos dicen. Pero debo estar firme para defender a mi hermano, que era como mi hijo y a “Vicky”. Mi hermano siempre fue buena persona, muy amado y yo dije frente al cajón de él que iba a luchar hasta lo último para saber qué había pasado aquella vez”.
Las dudas sobrevuelan esta instancia tan crucial y cruenta. ¿Hubo una pelea entre ambos pibes? ¿O acaso hubo en la zona más protagonistas? Mucho dinero en danza por un lado y aristas que no se pulen hasta ahora del otro rincón. Sin cámaras, sin más testimonios in situ, la cuestión epiloga mal. “El dolor que siento está latente y no quiero que nadie más pase por lo que nosotros estamos pasando”, solloza Diana, compungida y anexa: “Estas personas no se acercaron nunca para aclarar cómo fueron las cosas. Todo es muy raro. Yo sé a qué hora se fue Alan. Si esto fue un accidente como ellos dicen, pediremos las disculpas, pero que se haga todo como amerita este suceso tan horrible”, subraya la hermana de Alan.
Por Mario Delgado.-

Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho