Opinión
Dilemas económicos
Los datos son certeros, no meramente contemplativos. Y nos dicen a voz en cuello que el primer cuatrimestre de este 2018, culminó enhiesto con una inflación mayor al 8 %.
En tal contexto, el peso argentino se devaluó un 15 %. Y volvió a resurgir de viejas historias, el temor, la desconfianza a optar por tal moneda nuestra e ir en busca de la divisa yanqui. Pequeños y grandes inversores, le abrieron los grifos a la corrida.
Pero claro que todo este mover inusitado, se ha observado favorecido por una seguidilla de medidas tendientes a ajustar bolsillos. Hete aquí que se advierte, una ocasión más, como en tales circunstancias, se resiente el presupuesto del hombre común, y se da un estrepitoso achique de gastos que resulta, a todas luces, perjudicial para el trayecto de la vida en sociedad, que necesita del consumo interno para sobrepasar instancias de zozobra. Pero con un equilibrio fiscal que todavía es casi una utopía.
La retrospección es siempre interesante y sirve para ubicarnos con autoridad, frente a cada momento del país. No valorar lo acaecido tiempo atrás, es un suicidio desde el punto de vista intelectual. Y no hay peor ignorante que aquel que se revela contra lo irrefutable. El desconocimiento es sinónimo de posibles engaños.
Porque los cuadernos históricos nacionales, nos confrontan con distintas etapas de crisis, en distintos estamentos, tanto en democracia como bajo regímenes dictatoriales.
Veamos, pues, mis amigos. Allá por 1.952, don Juan Domingo Perón, recurrió junto con su ministro Alfredo Gómez Morales, a una medida de retoque profundo. Se comercializaba por ese entonces el tristemente célebre “pan negro”.
Luego vendrían los “bonos del 9 de julio” de Álvaro Alsogaray, durante la presidencia de Arturo Frondizi. Aparecía después el General Juan Onganía y su ministro Adalbert Krieger Vasena para producir un devalúo monetario. Más adelante llegó el “rodrigazo” de Celestino, sellando el populismo estéril de José Ber Gelbard.
Ya más aquí en el tiempo, José Martínez de Hoz fracasó también y favoreció, eso sí, a sectores netamente especulativos con la “bicicleta financiera”. Ya en período democrático, Juan Vital Sourrouille, estabilizó el peso, en el mandato de Raúl Alfonsín, con el “Plan Austral”, antes del efímero “Plan Primavera”.
En horas de Carlos Menem, Domingo Cavallo como un súper hombre de la economía, lanzó el “Plan de Convertibilidad”, que ponía una presunta paridad de 1 a 1 con la moneda norteamericana.
Este proceso arrancó el 1° de abril de 1991 y cayó en desgracia a mediados del ’96 cuando el propio Cavallo no aceptó la afluencia del gasto público que demandaba el proyecto reeleccionista del presidente riojano.
A posteriori nos encontramos con un auténtico golpe institucional contra Fernando de la Rúa, ya muy debilitado, es verdad, instigado por Eduardo Duhalde, como líder de una importante ala peronista, y los radicales alfonsinistas bonaerenses. De la Rúa no quiso dejar atrás la ya inconsistente “convertibilidad” cavallista.
Llegó enseguida la apropiación de los depósitos bancarios y la pesificación asimétrica tan devastadora. Y surgió tenebroso “el corrallón”, que echó por tierra al anterior “corralito” que había existido por 90 días.
Ya en la era Kirchnerista, Roberto Lavagna y su equipo, negociaron un pago de deudas que puso en pie a la Argentina alicaída. Negociación incluida con el buitre mayor, o sea el “Fondo Monetario Internacional”.
Hoy se da una vuelta de tuerca y volvemos a padecer minutos que no quisiéramos soportar. Al mandato macrita le faltó un sinceramiento cuando pisó Balcarce 50. Coinciden los expertos en redundar en tal aseveración. Es decir, debió sin tapujos dar detalles de la economía real que recibió de Cristina Fernández. Mas no lo hizo, por miedo a perder popularidad instantáneamente.
Y se fue cayendo en yerros sustanciales. Retocados algunos, pero otros no. Y se perdió de vista el horizonte prodigioso para los pequeños y medianos empresarios. Y se desalentó el mercado interno. Y se empezó una seguidilla de apelaciones a recetas contraindicadas con lo que debiera recibir el pueblo laburante y ajetreado.
En aras de reconquistar el poder y reconstruir la buena relación con el electorado, se menciona ahora el concepto de “unidad en búsqueda de un objetivo común”.
Pero se pronuncian discursos discordantes con las apetencias de los sectores más vulnerables o excluidos. Se vuelve a confiar en las manos arteras del FMI que no presta de balde y que no escatima ajustes en perspectiva de cobrar en tiempo y forma, lo cedido al Estado.
Falta sensibilidad social y un llamado concreto a un pacto amplio, social, sindical, político y empresarial. Si no es así, costará emerger de este coletazo, que no es igual a la crisis terminal del 2001, pero agrede la sensibilidad de un pueblo cascoteado a raudales.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-