Opinión
De los negocios sin gente y el pedido de "esfuerzo" a la clase media
Los comerciantes de Olavarría hablan de la falta de gente en sus negocios, de la baja en las ventas, “que la gente no tiene plata”.
Como si tal cosa, en el Foro de Intendentes de Cambiemos, Jorge Macri, Intendente y primo del Presidente, se despachó a gusto: “Es un esfuerzo que le pedimos a la clase media” y calentó más el clima de los olavarrienses. La clase media está agobiada. Por Mario Delgado.
Expresiones poco simpáticas se han pronunciado en los últimos días, que reavivan el caldo de cultivo de la preocupación popular. Por un lado, desde la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, nuestro señor Presidente Mauricio Macri, ha dejado bien certificado que los aumentos en las tarifas correspondientes de gas, serán una realidad: “No vamos a retroceder”, exclamó decidido el Primer Mandatario.
Claro que luego mostró un supuesto camino paliativo, al sugerir “un pago en tres cuotas bimestrales”, aunque no deslindó que tal factibilidad también traerá aparejado un nuevo extra, o sea un interés “de acuerdo a la tasa vigente que exponga el Banco Nación”, resumió el ingeniero.
Esto redunda entonces, mis lectores del alma, en que entre mayo y agosto, las boletitas del citado producto vital por estos lares, podría estar llegando a hogares y comercios, envuelto en un desgraciado moño, con una excesiva cuenta por pagar.
Por idéntica acera transita la energía eléctrica, subida al mismo tiempo, al carro de los incrementos desproporcionados para el común de la sociedad. Hete aquí que hoy se pueden divisar boletas con números muy trágicos que hacen alzar la voz de los vecinos. El doble o incluso el triple de la anterior, han ido arribando displicentes las cuentas a los hogares o negocios.
Como si tal cosa, en el Foro de Intendentes de Cambiemos, concretado en Ferro Carril Sud de aquí, en pleno corazón provincial, el señor Alcalde de Vicente López y con serias apetencias a Gobernador, Jorge Macri, se despachó a gusto con un tajante mensaje que pretendió separarlos a ellos, los oficialistas, de toda culpa y planteó un pedido expreso: “Es un esfuerzo que le pedimos a la clase media”, dijo en estrecha relación al ítem de aumento tarifario y al correspondiente abono posterior de cada boleta abultada.
La clase mencionada está agobiada. Sufre y se desangra. Y para colmo, siempre es la que más paga en término, la que más contribuye, la que quiere estar al día con el Estado. Pero ya no da más. La espalda encorvada tiene y los que dominan la cosa pública, salen con sus lujos y autos de alta gama, a repetir la fórmula tradicional: “Un poquito más y ya triunfaremos. Por nuestros hijos”.
Verso aburrido e irreal. Lo vengo escuchando desde purrete y jamás llega la victoria. Prometida venida de una redención inverosímil. Para colmo, amigos, ante una cortina de fondo casi siniestra: un montón de negocios, de diversos rubros, y a toda hora del día, no ven ingresar personas, ni siquiera a preguntar algo.
Son muchos los comerciantes muy tristes con este “síndrome del negocio vacío”. Pero los gastos fijos existen igual. Y encima ahorita les obligan a colocar el sistema “Posnet”, sin considerar la cotidianeidad alicaída del sector.
Desde los panaderos a los tenderos. Desde los kiosqueros a los restaurantes. Todos esbozan frases fotocopiadas. Y la gente gana la calle. Copa los ámbitos de protesta, va al Concejo Deliberante, anonadada. Porque una cosa es corregir los despilfarros de los negativos años del kirchnerismo y cristinismo caduco; mas algo completamente distinto es barrer la clase media y no advertir que la población asalariada, los “medio pelo”, los laburantes sin privilegios, ya no resisten otro peso en la mochila.
El punto de inflexión es lo económico en la Argentina. El drama que aún subsiste, empero es que en la vereda de enfrente de la política, por estos tiempos, sólo hay zozobra y búsqueda de liderazgos que todavía no están al alcance. Por eso el Gobierno conserva un hándicap del que no debiera abusarse.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-