Opinión
¿Cuál es el olor a peronismo..?
La disposición judicial expresada por la doctora María Servini de Cubría, Jueza Federal, de intervenir el partido Justicialista (PJ) a nivel nacional y el respectivo nombramiento de Luis Barrionuevo como Interventor precisamente, desató en la noche de la Segunda Sesión Ordinaria del HCD olavarriense, una auténtica andanada de críticas y chicanas, con un revuelo dialéctico que nos transportó sin escalas, al pasado y al presente de la política argentina.
Fue intenso, acalorado y demasiado extenso el tiempo invertido, por cierto, a un ítem de extrema relevancia pero que no se podrá resolver desde este paisaje cementero.
Empero un grupo de ediles dijo lo suyo, en aras de lograr un repudio a dicha medida judicial. Pero lo fundamental no fue en rigor de verdad, el resultado final, que arrojó una desaprobación por el voto doble del señor Presidente del Cuerpo Legislativo, luego de un estratégico empate, sino más bien, los argumentos exhibidos para apuntalar una u otra visión de la cosa en sí.
La fogata la encendió el abogado y edil de “Unidad Ciudadana”, Germán Aramburu, el cual fue enérgico en su disconformidad con la opción de la magistrada. Describió un paisaje negativo en cuanto a tal actitud, señalando que este accionar no es mera casualidad.
El PJ no sería, a entender del concejal, el único punto de mira e inclusive puso por encima de la letrada en cuestión, al propio Gobierno de Casa Rosada.
Adjuntó el dato específico de que el venidero 17 de mayo, se conocerá la resultante de una apelación interpuesta y que, además, el 18 se activará un Congreso partidario que de seguro, tomará opinión y posición sobre la realidad justicialista.
Sostuvo optimista y desafiante que, aunque se quedasen sin un lugar físico emblemático, como lo es la sede del PJ, no tendrán dramas los peronistas de “juntarnos en cualquier lugar”.
Unos metros más allá, se sienta el también abogado Mario Gregorini, de “Cambiemos”, que se encargó de sostener que el “PJ está en un período de recambio” y por ende, instó a su par: “Que no tenga miedo Aramburu que el peronismo va a seguir existiendo”, subrayó.
Repasó históricamente, distintas “versiones” del peronismo, desde Ítalo Lúder hasta Cristina Fernández y sentenció que su bloque no acompañaría porque “este es un asunto particular de un partido político. Es un tema interno de tal agrupación”.
Emilio Vitale, del “Frente Renovador”, avanzó sobre otros vértices: “No hemos de transpolar el pasado”, sugirió. “Al sistema político hay que arreglarlo”, afirmó muy convencido e inmediatamente, presentó en el recinto una moción para mutar el concepto inicial de “repudio” por el de “preocupación”. La idea era que avalase tal tesitura el oficialismo. No prosperó esa propuesta.
Desde el tándem de “Cuidemos Olavarría”, tomó el micrófono Einar Iguerategui, quien fue tajante al propender a no “minimizar la intervención”. “No es sólo un problema del peronismo”, pontificó resuelto y observando a los ediles oficialistas, ironizó, chicaneándolos: “No hay que hacerse los distraídos”.
Volvió al ruedo Gregorini buscando que “la Justicia resuelva esto” y, como un dardo envenenado, disparo a mansalva contra sus oponentes políticos la frase más candente de la noche: “ACÁ HAY OLOR A PERONISMO”, expresó.
El edil cristinista Federico Aguilera, remontó la nave de la historia hacia la época dictatorial de los setenta, al exponer que: “El último antecedente intervencionista lo tenemos en el ’76, en plena dictadura”. Su acto inmediato, sin dar tregua, fue zambullirse en otro costado de la argumentación, al sostener con énfasis: “No tienen sustento legal para construir esta intervención”.
Otro golpe de timón conciso lo dio Iguerategui, que preguntó alzando la voz: “¿CUÁL ES EL OLOR A PERONISMO..?”, en alusión al choque frontal planteado por Gregorini minutos antes.
Gabriela Delía, “Radicales Convergentes”, ultimó los aprestos previos a la votación, al comunicar que no adhería porque “es un problema judicial y político que deberá dilucidar la Justicia y el peronismo propiamente dicho”.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-