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Opinión

Vestigios de una hoguera que siempre arde

El fragor fomenteril de hoy nos sirve en bandeja vestigios de una hoguera que siempre arde. Una demostración in situ de constante ebullición.

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Un pórtico hacia dimensiones pobladas de polémicas y reyertas personales, teñidas claro de tintes políticos partidarios y sendas especulaciones. Donde se intenta avanzar pero se frena tal proyecto. Donde se habla del Estatuto, mas no se cumple a raja tabla. Donde nadie sabe bien a qué juega el colega. Una concatenación de sorpresas e indefiniciones que le están generando una mala fama al fomentismo, y de la cual costará emerger para restablecer el auténtico propósito de los dirigentes de los barrios: ser un nexo efectivo con las autoridades del Municipio y del Concejo Deliberante también, por qué no.
Se vendrán otras escaramuzas más por estas álgidas horas. El hilo está demasiado tenso y algunos referentes ya no se bancan tanto empantanamiento crucial. Habrá nuevas reuniones y teorías se elaborarán entre expertos, para destrabar este laberinto. Habrá también presentaciones por fuera de la Comuna, que no desea actuar, es evidente. Se tocarán otros funcionarios con el objetivo de que le den forma a un pedido drástico. Es que un núcleo fomentista entiende, aún hoy, que no se trabaja con el reglamento en la mano.

El vapuleado Estatuto de Federación es una puerta vaivén desde hace años. Los errores no empezaron aquí, hoy; ya se daban antes. Se lo alaba a voz en cuello al mismo tiempo que se lo anhela cambiar y adaptar al modernismo del presente. Sin embargo, como el compendio es flexible a la voluntad del que lo maneja, se lo suele adecuar a conveniencia, sin prejuicios.
O sea, lo toman o lo dejan, según sople el viento y desde ya, no lo mutan nunca. Criticado o no, es la herramienta existente y debiera ser atendida en su totalidad. Pero no sucede tal cosa. Y por ende, las paredes a veces tiemblan.

El Ejecutivo mientras tanto, está en pugna: de un lado Laura Sequeira, Directora de Relaciones con la Comunidad y en el otro rincón, Hilario Galli, Subsecretario de Gobierno. Ese equipo no funciona como tal y a Laura pareciera que la ha hubiesesen abandonado a su suerte. Hilario a su turno, trató el miércoles 28 de otorgarle un broche de oro pacifista a una situación belicosa que no se ha cerrado. Quiso con palabras bonitas, cicatrizar heridas de vieja y novel data.

Su tarea no resultó favorecida por el bullicio de los que no se bancan ciertas realidades y piden a grito pelado una Asamblea Extraordinaria para re ubicar cargos que, dicho sea al pasar, no quedaron asentados oportunamente en el Libro de Actas de la entidad madre.

Lío madre tiene, pues, Federación. Posiciones intransigentes, con una diezmada Directiva que da batalla y se recompone de antemano. “Si no hay registro de puestos, no hay Comisión”, dirán unos. “No queremos conflictos”, dirá la Comuna. “No nos dejan continuar en paz”, dirán a su vez los líderes federativos.

Cada cual para su puchero. Sin paz, sin tregua, sin futuro. Nadie se hace responsable de la creación de una Lista tan variopinta, entre afines a Cambiemos, al guevarismo, al peronismo e independientes, la cuestión no marcha, no se pone otro cambio que no sea la primera. Y así, el motor chilla, a punto de fundirse.
Tal vez intervenga otra figura de más arriba. Tal vez los que han mirado de afuera se lancen a la conquista del espacio. Quizá los movimientos del tablero deparen transmutaciones impactantes. Lo verídico es, no obstante, que así como se ven las cosas por hoy, es muy dificultoso sembrar buen fomentismo.

Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho