Opinión
El velo del Templo
La expresión es de alta conmoción y no deja en pie indiferentes. Porque la historia bíblica expone que Jesús al morir físicamente, expiró y en medio de un gran ruido, “el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo”. Mateo 27: 50 y 51.
El velo separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo y medía unos 18 metros de altura por 10 centímetros de espesor. Era todo un símbolo religioso de un Viejo y un Nuevo Pacto entre la Deidad y el Hombre.
El estruendo del rasgado de semejante velo, se oyó nítido en derredor y no pudo minimizarse semejante prosaico acontecer.
Más allá de simbologismos y cuestiones inherentes a la fe, permítanme hacer una pequeña comparación, un humilde símil con el bullicio desatado hace apenas días atrás, con el pretendido hilo conductor de la “Federación de Sociedades de Fomento y Juntas Vecinales”, que indudable es, mis amigos, se deshilachó de golpe. Muy de golpe, produciendo insospechadas incursiones por las redes, sembrando polémicas, pergeñando reuniones y cónclaves para apuntalar tal o cual tesis.
Pero si anoche mismo hubo dos encuentros entre fomentistas, obvio en distintos recintos y con diferentes propósitos, lo cual refuerza la teoría del “velo partido en dos”. En al menos dos partes. Porque no habría que olvidar una tercera pata de la mesa revuelta. Y esa posición la ocupan aquellos que “lo ven de afuera”, que no se juegan por nadie y que anhelan un “fomentismo ligado a sus deberes y actividades”.
Por supuesto que esos “tercermundistas fomenteriles”, coinciden si son entrevistados de a uno, en que la cosa muto bruscamente para mal.
La pregunta es si se podrá retomar la noble senda después de semejante “despiplume” que ha dividido aguas como vara del Mar Rojo, ya que estamos en comparaciones sagradas.
En el medio del dilema, un actor y un observador de fuste es el Municipio de nuestra ciudad. En la anterior administración federativa, se logró algo que fue muy discutido por cierto, pero que representó si se quiere un sustancial avance: la presencia concreta, reiterada de funcionarios en las reuniones de la entidad madre. Hilario Galli y Laura Sequeira, se convirtieron así en rostros visibles para el universo fomentista habitué a los encuentros mensuales.
Y ahora, con novel Comisión Directiva, la situación apunta para otro córner. Algunos dirigentes no se sienten a gusto con intromisiones o consejos desde Rivadavia y San Martín. El propio Presidente ha sostenido la bandera de la “independencia”.
Aunque la forma en que se la ha tratado a Laura el lunes 29 de enero, y en un contacto cerrado posterior a otra dirigente, Sandra Gómez Menguillo, rozaría para varios la “violencia de género”.
Sin perjuicio de cada ingrediente descomponedor de la buena relación entre todos, hemos de poner también los puntitos sobre las respectivas “ies”. Mal que le pese a quien sea, las instancias no se dieron sin previas charlas y sin adjetivar ciertos referentes, lo que podía ocurrir si se abría la puerta a personas sin experiencia fomenteril y sin determinadas nociones elementales de convivencia dirigencial.
Hubo tres listas y la autoridad máxima política local, se encargó de proclamar su total independencia con relación a los candidatos.
En los pasillos del fomentismo, se tejieron versiones y se elucubraron cientos de hipótesis. Oficialmente no avalaron a nadie desde el Palacio San Martín, pero ¿fue así en rigor de verdad absoluta?
La rotura en la pared es cada segundo más extensa. El fuego arde sin cabildeos. La extrema delicadeza del tema, exige ir meditando en una vía de escape que no dañe aún más la calidad del ser fomentista. Además se han dejado de lado encrucijadas vitales que sufren hoy los vecinos de barrios y localidades: inseguridad por doquier, falta de alumbrado público conveniente, arreglo de calles, el camión regador y una camada de artículos más por solicitar, por peticionar. Función de base del fomentismo.
Y sí, se han subvertido los roles. Convence más una acusación en Facebook o en Whatsapp que recorrer las arterias de cada zona. Se ocupan más algunos del “puterío” que de cumplir sus obligaciones ante sus pares y la vecindad.
“Que no entre tal, que no venga aquél”, disparan los más intransigentes. Afuera, en las calles, la vida continúa buscando referentes que sean interlocutores válidos.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-