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Opinión

Cuando caer no es sólo descender

Cosas sospechosas vienen sucediendo por estos pagos cementeros. Muy dudosas, a decir verdad. Si apenas empezar el año, ya tuvimos un peculiar episodio lacrado de ideas que se entrecruzan, mezclando silencios ominosos y decires expresados a medias. Por Mario Delgado.-

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Intentar reconstruir los pasos postreros de los dos jóvenes que finalmente cayeron al arroyo Tapalqué, a la altura de la Avenida Avellaneda, allá por el 2 de enero de este 2.017, no resulta una tarea de fácil acceso, si se la desea desarrollar con tesón y verosimilitud imparcial.
Todo parece haber arrancado desde la Casa 1006 del barrio CECO de nuestra Olavarría. La noche pintaba excelente, abriendo puertas a la diversión.
Alan Falatovich y Alejo Eseverri van a un pub. Conocen luego a un par de chicas: Katherine Rodríguez y Loana Cabrera. Ellas se trasladaban en un Ford Fiesta y Alejo y Alan en un VW Suran, propiedad del padre del primero.
Los minutos transcurren sedosos. Deciden ir a la vera del cauce de agua, estacionando los vehículos de cara al arroyo. Los cuatro se introducen en el Ford Fiesta y el otro auto queda con las puertas abiertas y la música encendida en la ya madrugada del domingo 2.
Estas vivencias serían conocidas después, narradas por los dos sobrevivientes de la tragedia. En un momento determinado, se cortan los sonidos y es entonces, que Katherine y Alan van en busca de solucionar el problema auditivo.
Alan no sabía manejar y el auto es encendido por él, poniéndose involuntariamente en marcha hacia un destino hostil: las aguas que esperan tres metros abajo. Una corta cantidad de metros y el vehículo impulsado mecánicamente, se precipita sin concesiones.
La versión oficial de los hechos incluye además un supuesto auxilio que Alejo habría querido hacer, no logrando para nada su cometido. Sin embargo él y la chica, se alejan del lugar sin dar aviso a la policía ni a ningún servicio de emergencias.
Por la tarde el muchacho narra a su progenitor el caso tan delicado y éste señor, denuncia ante los uniformados tal cruda realidad. Dicen los que saben que la dama restante, se fue a su casa y se acostó a dormir sin dar muestras a nadie de lo vivido en el sur de la ciudad.
Las familias de los fallecidos no vieron en ningún instante los cuerpos, antes de ser llevados a Azul para la operación de autopsia. Luego de ello las deducciones comienzan a rodar lentas pero sin pausa.
La anatomía de Alan presenta golpes múltiples. Tiene las manos negras y la piel del rostro azul. Era un perfecto nadador, pero las circunstancias lo superaron, es evidente.
Todavía queda por poner blanco sobre negro en varios ítems, porque para la familia Falatovich, las suspicacias abundan y no se hallan conformes con los escasos argumentos esgrimidos desde aquél día hasta aquí. Ciertas rendijas permanecen inquietas, algunos elementos que sincronizarían tal vez, si se indaga con premura, otra historia distinta a la contada.
El correspondiente Expediente, aún vive en la DDI local. La causa se tituló: “Averiguación de causales de muerte”, con la intervención del Fiscal Cristian Urlézaga.

“Estamos fuertes, de pie, dirá la hermana de Alan, Diana. “Tengo muchas dudas de que las cosas hayan sido como ellos dicen. Pero debo estar firme para defender a mi hermano, que era como mi hijo y a “Vicky”. Mi hermano siempre fue buena persona, muy amado y yo dije frente al cajón de él que iba a luchar hasta lo último para saber qué había pasado aquella vez”, esboza la mujer compungida en extremo.

Daría la impresión que algo no cierre, no convence del todo. ¿Hubo una pelea entre ambos pibes? ¿O acaso hubo en la zona, más protagonistas? Mucho dinero en danza por un lado y aristas que no pulen en tiempo y forma. Sin cámaras, sin más testigos, la cosa epilogó mal. Algo obscuro divisan quienes luchan por la comprensión fehaciente de lo acaecido.
“El dolor que siento está latente y no quiero que nadie más pase por lo que nosotros estamos pasando. Sería bueno que el Municipio se haga cargo y se valle este sitio que es muy peligroso”, insiste Diana.

La visión tradicional de los acontecer de esa fatídica ocasión, se contrapone con la óptica de Diana y su familia. “Estas personas no se hicieron presentes nunca para aclarar cómo sucedieron las cosas. Todo es muy raro. Yo sé a la hora que se fue Alan. Sé cómo se fue y sé además, cómo era, entonces necesito la verdad. Si esto fue tal cual ellos expresan, si fue un accidente, que se haga todo como corresponde y pediremos las disculpas pertinentes”.

Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho