Opinión
Entre la resignación y las caras largas
La democracia es el latido del pueblo, la expresión popular que se expide, en nuestro país, cada dos años, con su visión favorable o de rechazo hacia tal o cual postulante a cargos ejecutivos o legislativos.
La democracia es el latido del pueblo, la expresión popular que se expide, en nuestro país, cada dos años, con su visión favorable o de rechazo hacia tal o cual postulante a cargos ejecutivos o legislativos.
Tal decisión claro resulta inapelable, lo cual no es sinónimo conjuntamente de criterio sin errores. Aquella vieja frase: “El pueblo nunca se equivoca”, todos los librepensadores saben hoy que termina siendo un síntoma de arrogancia, más que una auténtica verdad.
Empero, mis amigos, partamos de la consensuada base de que la posición que adopta la mayoría del electorado, ha de respetarse, aunque no se la comparta o surjan los interrogantes tradicionales de los opositores al vencedor.
En nuestra Olavarría querida y asimilada a los vaivenes de cada elección, la cuestión ha de plantearse muy interesante, puesto que se configura un mapa que bien puede representar una puerta abierta al futuro. Promisorio para quienes han obtenido la corona y de profundo estudio intestino, para aquellos que quedaron rezagados y no alcanzaron las metas que anhelaban de todo corazón.
Por supuesto que nada es para siempre y nadie debiera creérsela, por un lado, por el sector de Rivadavia y San Martín específicamente, pero tampoco los que secundaron al ganador, tendrían que quedarse mascullando desánimos o impotencia por mucho tiempo. Es menester que se levanten y cumplan su rol con madurez.
Entre la resignación y las caras largas, se miró el tablero de los primeros numeritos que iban llegando a los búnquers de “Unidad Ciudadana” y “CoPeBo”. Los cánticos de los militantes cristinistas coparon la noche en la Avenida Colón al 2.800. Más o menos conscientes de la caótica derrota nacional, se fueron refugiando en el reflejo de luz que les ha quedado encendido y a todo ritmo: la entrada de su líder al Senado Nacional y la reelección de Federico Aguilera y Germán Aramburu y el inicio de un nuevo ciclo político para la señora Alicia Almada, docente de alma y sindicalista de los maestros.
Era tal la algarabía que las penas se diluían con la emoción de ser segundos de sus adversarios más reñidos, los componentes de “Cambiemos”, augures indiscutidos de la victoria este 22 de octubre.
La resignada apuesta se barnizaba con un grito mancomunado. Y las sospechas que se cristalizaron finalmente, confirmando vaticinios de profetas del ocaso: no todo el tándem santellanista, votó a “Unidad Ciudadana”. Mal que les pese a algunos, la vigencia de las estadísticas, volvieron a reeditar el problema insalvable del peronismo.
Entonces se abrazaron los tres concejales entrantes, y a su vez, flotaba también la perspectiva de un por venir bien agitadito. ¿Qué será del justicialismo a nivel general? ¿Culminará su rol Cristina encajada en la Provincia de Buenos Aires o logrará trascender? Y aquí mismo, amigos, ¿quién está en condiciones de tomar las riendas del “PJ” de la calle Coronel Suárez y restaurar no sólo la estatua de Eva, sino el cuerpo activo de los émulos justicialistas?
Los muchachos vivieron, créanme, este segundo escalón en el podio, como un triunfo. Limitado, pero si a ellos les sirve…
Por la zona de la “Casa Helios Eseverri”, Vicente López casi Roque Sáenz Peña, no era oportuno el instante para tomar fotografías sonrientes. Desazón e incomprensión se divisaban en los rostros adustos. La derrota no ampara a los derrotados. Y son pocos los que se bancan la disyuntiva y comprenden a pie juntillas las reglas democráticas de ganar o perder.
El núcleo eseverriano venía de su golpe más sufrido en el 2.015 e imaginaba un escenario más favorable ahora. O sea, subir a un segundo lugar que lo dejase a tiro de piedra para dentro de veinticuatro meses.
La voluntad del elector vernáculo le fue adversa, muy adversa para tales planes. Descolocó abruptamente a los soldaos de José María.
Las caras largas reemplazaron a las esperanzas de un resultado más optimista. Eduardo Rodríguez y la doctora De Bellis irán a ocupar sus bancas desde el 10 de diciembre, repletos de dudas con relación al más allá.
A “Cuidemos Olavarría” les ha de quedan varias alternativas, no obstante: 1) Despejar la maleza y convertirse en la única fuerza interlocutora de Sergio Massa, si es que éste sigue en el candelero, a media luz aunque más no sea. 2) Sortear los escollos y construir una expresión localista ciento por cien. O 3) Catapultar a Eduardo Rodríguez, cosa peticionada por cientos de vecinos que comulgan con su accionar político y su idiosincrasia.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-