Opinión
De los empleados municipales y sus funciones
Respirable era la atmósfera deliberativa este jueves 28. Pese a los distanciamientos en ciertos ítems, la cuestión venía siendo tranquila. Hasta que se despertó la sala con un pedido de informes bien puntual, expresado por el eseverrismo a través fundamentalmente de la concejal Margarita Arregui, avezada en lides ejecutivas también.
El punto saliente de la noche, que encendió antorchas, es un texto bastante largo, pues: “Pedido de informes solicitando al D.E.M. informe que servicios ha incrementado el Municipio, funciones que cumple cada empleado que fuera incorporado durante el año 2.017, costo individual y total e incremento en la masa salarial”.
Arregui hizo una arremetida frontal contra la actitud comunal de adoptar nuevos trabajadores, a los cuales en algunos casos, incluso, no se les asigna una tarea concreta o se utiliza demasiada cantidad de obreros para un trabajo sencillo.
Y brillaron en el aire los números nuevos, se perfiló la cifra y sostuvo la ex componente de los gobiernos de Helios y José Eseverri, que “se han inscripto personas en lo que va de este año”. Y se anotó la cantidad total: 2.602 empleados al servicio de la Municipalidad.
Fue crítica y concisa, aunque su alocución fue sometida a juicio por el referente del oficialismo Ernesto Cladera.
El arquitecto, con “capturas de pantalla” en mano, observó que “en realidad no se han incorporado obreros en este período”. Cros a los dichos de su antecesora en la palabra.
Aunque manifestó que su bloque “iba a acompañar el pedido de informes porque es necesario poner blanco sobre negro”. No obstante, presuroso se animó a confirmar que en rigor de verdad “durante septiembre se registraron diez bajas, con lo cual existen ahora 2.592 trabajadores”.
Se tensaba la cuerda al máximo. Hubo miradas y gestos entre concejales. Prosiguió en su senda Cladera, chicaneando un poquito con un burlón “no conviene decir que antes sucedía lo mismo”, y se mostró convencido de la importancia del rol laboral de cada quien.
A pedir de boca quedó el dicotómico asunto, así que Einar Iguerategui, de Cuidemos Olavarría, remachó la polémica en ciernes, con una alusión al líder de su espacio político: “José Eseverri en ocho años puso un 55 % más de empleados de los que ya había. Ezequiel Galli, en menos de dos años, ya colocó 36 % más”.
El sector de “Cambiemos” se persignaba, pero no quisieron continuar agregándole carbón a la locomotora.
Sin embargo, Emilio Vitale, de “1 País” prefirió asirse al micrófono y cerrar la instancia con una referencia directa al “aumento de la masa salarial en un 96 %”. Como se notó un ominoso silencio, aprovechó entonces para deslizar la perlita nocturna: “Tal circunstancia, se convierte en un destrato al empleado viejo, que ya prestaba servicios con anterioridad a la actual gestión. Éste 36 % más de gente, se tiene que repartir y acomodar a un incremento salarial de sólo el 20 %”, indicó.
Inquietos movimientos en varias bancas. Para cortar de cuajo la respiración, antes de la votación y la aprobación unánime del tema, Vitale sentenció pontificiamente “En Olavarría tenemos un empleado municipal por cada ciudadano y tal realidad, complica a las empresas privadas que se ven impedidas de obtener licitaciones para tareas que bien podrían hacer”.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-