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Opinión

Compromiso dirigencial

Rencillas entre pares, acomodamientos inusuales, ilusiones personales y alguna que otra apuesta fuerte, con gente realmente nueva en esto tan hermoso pero trillado a la vez, de hacer algo por el otro, es lo que se exhibe en la vidriera política allende las elecciones. 

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Rencillas entre pares, acomodamientos inusuales, ilusiones personales y alguna que otra apuesta fuerte, con gente realmente nueva en esto tan hermoso pero trillado a la vez, de hacer algo por el otro, es lo que se exhibe en la vidriera política allende las elecciones.

Y, en este mar de estados alterados, la lupa busca frenética, a ambos márgenes de la vitrina, en el oficialismo y en la oposición, un atisbo, aunque más no fuere un atisbo consciente de compromiso dirigencial, frente a la cotidianeidad cada rato más confusa del pueblo en sí.

Entonces se dibuja la cuestión con un marco de referencia sostenible mientras corren las agujas del reloj: la citada lupa, debe moverse demasiado, en movimientos pendulares, para obtener un resultado que acredite un aplauso reconfortante.

Es cierto, de todos modos, que la escasez de mentes y cuerpos que se introducen de lleno en un proyecto común, es notable y reiterada en distintos troqueles de la existencia social.

Hay, y para muestra bastaría un botón,  una “ponchada” de entidades de toda índole, creadas sin dudas con propósitos loables, que por estos tiempos dinámicos no poseen en su haber, un cierto número equis de personas disponibles y capacitadas cada jornada, para adentrarse en las tareas que requiere el funcionar diario de la institución correspondiente.

Es probable divisar de reojo, en determinados estamentos, que hay una irrespirable falta de voluntad de trabajar en serio por el prójimo. Las excusas son infinitas y a lo mejor, varias quizá hasta entendibles.

No obstante, la vuelta de tuerca nos dejará inevitablemente, de cara a la circunstancia tan apremiante. Para escapar del atolladero, mis amigos, ¿cómo le encontramos la punta a la madeja?

En el dominio político, mal que le pese a algunos, que espero no se ofendan y opten por no leerme más, acaece idéntica parsimonia. Se quejan a menudo señores dirigentes de no poder sentirse cómodos con su entorno de colaboradores. A quienes pareciera que habría que motivar con esencias aromáticas exóticas para que muevan. Obviamente, es inexorable intuir que a personitas así, es muy erróneo solicitarles una idea para apuntalar la campaña.

El laburo sistemático y activo de seducir ciudadanos, precisa de compromiso. De horas quitadas al sueño, a la familia y a los placeres mundanos. El militante de alma, de base, con aspiraciones de liderazgo o de una candidatura revoloteando por su cabeza, no puede permitirse minutos de descuido o de distracciones estériles.

Sin apostar al compromiso, es confuso el sendero. Si a tal inconsistencia le echamos el combustible de la ausencia de ideas, el termómetro restará en vez de sumar y prolongar sueños.

El punto álgido nos transporta hacia una verdad triste: en Olavarría da la impresión que más de cuatro dirigentes, todavía no se cuadran como es menester y no han interpretado cuál es su misión y qué se aguarda de ellos.

Lo más trágico es que son impulsados al cenit a la fuerza, ordenados como a través de una “computadora madre”, conectada inalámbricamente  a sus   cerebros que no reaccionan por sí solos.

Recordarle a un efector democrático, cuáles son sus obligaciones a un mes y fracción del 13 de agosto, es un quiebre en cualquier pre concepto. Una ridiculez que reafirma la sutil falta de nombres con ganas y proyectos defendidos a capa y espada.

Lo importante no será nunca, ser postulante por serlo tan solo. Lo grande del hecho, lo maravilloso de tal oferta, tendrá como pantalla demostrativa ante todos, que recorrerá las venas de la ciudad, que caminará presto por la tierra y embarrándose sin dramas, cuando así lo requiera el vecino de los barrios sin la bendición del asfalto. Se sabrá de sobra las calles y los sitios, los llanos y las sierras, sin recurrir torpemente a planos adicionales. Tendrá nociones de cultura, de seguridad, de violencia de género, de planificación, de viviendas, de producción y de industrias. Y actuará nuestro referente comunal fundamentalmente, con soltura, sintiéndose a gusto en cada reducto, sin ser empujado, como a niños por un tobogán.

Por Mario Delgado.-

 




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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho