Opinión
Ideas y recorridas
El pre armado de las listas de oferentes electivos, puede ocasionar sorpresas candentes o redundar en nombres que ya suenan en los oídos olavarrienses.
El pre armado de las listas de oferentes electivos, puede ocasionar sorpresas candentes o redundar en nombres que ya suenan en los oídos olavarrienses.
Algunos serán virtuosos y lo reconocerán; otros tratarán de disimular con una sonrisa. Pero lo cierto es que cuesta horrores ir colocando apellidos en las planillas. Tanto cuesta que hasta se ha tenido que apelar, en determinado caso, a insistir y hacer retrotraer una decisión ya tomada por una persona, de abandonar su prolífica carrera política.
No es fácil asirse de una firma. Claro que intentamos hablar, mis lectores queridos, de gente con consciencia, con espíritu y deseos concretos de construir algo, mirando hacia el porvenir, que, más allá de las contingencias, siempre se nos antoja promisorio.
Por empezar, las postulaciones de frentes o partidos, son variopintas y algunos expertos consideran que demasiadas. Esa será una cuestión que dejamos a vuestro criterio. No obstante, aceptando el reto, las nóminas a completar se complican para más de una agrupación.
Creemos a rajatabla que llenar casilleros al tun tun, no es provechoso, no sirve. Hay que contar con una reserva, con una cantidad potable de ciudadanos decididos a ser parte de la arena democrática.
El famoso cuento de “un par de tipos de fuste arriba y el resto, lo vamos manejando”, es real en algunas creaciones de pre candidatos. Genera tal acertijo, dudas y descrédito en las personas avezadas en estas lides. Y habrá que aguardar que nadie haga incómodas preguntas.
Sin embargo, continuando el tedioso razonamiento de la escasez de talentos que se rompan por participar, nos comentaba un dirigente hace apenitas horas atrás, hablando en confianza de sus compañeros de lucha: “Es muy triste ver que no se les cae una idea”. Y se fue el señor, resignado, a completar la lista para entregar a la Justicia Electoral platense.
¡Epa! Surge aquí cual piedra de catapulta, otra arista para pulir con carisma y dejar brillante al sumo. Lo que se nos presenta a tambor batiente, es el campo de las propuestas, de los proyectos, de las hermosas ideas. Un político que se precie de buena madera, poseerá como mínimo, un par de cosas por decir, al toque del clarín. Ni bien arrimado el micrófono, ya salen de adentro al galope los condimentos para el auditorio. Un simple titubeo o carraspeo inadecuado, pueden ser sinónimos de fracaso mortal. La falta de palabras consecuentemente hilvanadas que broten cual cristalino manantial, es una actitud negativa.
El punto es muy sencillito, pues: si se estudió la materia, habrá algo ponderable para sugestionar al público ávido. Si por el contrario, se improvisa un “candidateable” sin luz propia, los avatares a soportar, triunfarán irremediables por sobre los éxitos.
Se pondrá a esta altura del cotejo, otra vez sobre la mesa la vieja discusión: si es más loable incursionar en nóveles expresiones, o promover siempre un experimentado al menos, por lista. Antigua disputa que corre cansina entre sellar las oportunidades a los nuevos militantes o dirigentes, o darles la llave del avión para que vuelen, o en su defecto, por lo menos carreteen.
La segunda cualidad que debiera usufructuar un postulante, pasa mis amigos, por conocer de qué material está hecha esta preciosa ciudad que nos cobija.
Saberse de pe a pa, los barrios, las localidades, los distintos hitos, las calles asfaltadas, las zonas sin cloacas y demás menesteres vernáculos. A veces tiembla uno, con vergüenza ajena, como oyente de ciertos políticos que no saben ni siquiera cómo se llama tal o cual barrio. Prueba indestructible de que no han optado por caminar, por bucear con pasión y paciencia. El mate con los pobres, no ha de impregnarse en las redes sociales para aparentar, sino como una vertiente de confianza y amistad entre el vecino y quien aspira a un cargo rentado.
Hemos observado de todo, desde 1.983 hacia estos tiempos modernos. Empero el saber de verdad y el tener un extenso repertorio para compartir con las almas conciudadanas, y el no fruncir el ceño frente a un charco de agua barrial, continúan en la cresta de la ola de los imprescindibles eslabones de quien anhele llegar a sentarse en una banca.
Da pena, mucha pena, les aseguro, el divisar a gente que se postula imaginando que gobernar o legislar, es un juego de niños.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-