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Opinión

Opinión: ¿Alguien se beneficia?

Las partículas de la involución se expanden por las arterias de la localidad. Los destellos de violencia son cada vez mayores y con una intensidad bestial.

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Las partículas de la involución se expanden por las arterias de la localidad. Los destellos de violencia son cada vez mayores y con una intensidad bestial. Los índices de inicio en los submundos delincuenciales, cuentan con una edad increíble: apenas niños son algunos y ya se han “sulfatado” sus pilas por la intromisión al organismo de puercas sustancias que los han atrofiado.
En ese nivel de despropósito, tomar un arma y volarle la cabecita a un rival de ocasión, no habrá de considerarse tarea muy difícil de plasmar.
Las pandillas urbanas pululan por sostener un territorio libre de posibles competidores. La venta de drogas al menudeo y la carencia casi total de expectativas de los protagonistas del quiebre, suelen hacer el resto.
Aparecen émulos de John Wayne que terminan hilvanando la última punta del ovillo. Los “pinches” del negocio turbio y mugriento, a pedir de boca, pero, ¿y los auténticos “capos di tutti capi? ¿Y los señores alquiladores de “fierros”?
Daría la impresión de que el caldero hierve, por cierto que en general, no solamente en nuestra ex tranquila comarca, sino en todo el cuerpo argentino.
En tal circunstancia desagradable, con heridos y muertos incluidos, bien vale una reflexión potente y audaz: ¿Alguien se beneficia con este presente caótico e infernal? La contestación queda a criterio tuyo, amigo que me lees. No olvidemos que éste es un año electivo y cualquier cosita puede ser usada en contra o a favor de tal o cual posicionamiento político.
Sin embargo, no es sencillo el recorrido hacia la génesis del mal trago, de modo tal que todos debieran opinar con sumo cuidado.
Es cierto que habrá personajes que se rasguen sus vestiduras, a la antigua usanza, parodiando o discursando sobre cómo salir del fango actual.
El drama es real y valen las ideas para quitar el quiste. La salvedad, no obstante, caro amigo, transita por un peldaño muy finito, y amerita el momento para obrar con cautela.
Si miramos por el espejo retrovisor de la historia vernácula, divisaremos la lamentable cifra de una veintena de cadáveres, desde Germán Navarro hasta Natalia Bustos, cuyos decesos traumáticos han quedado impunes o están a medio resolver.
Semejante crisol de muertos sin sepultura, no es menor para una ciudad fabril como la que habitamos. Estremece recorrer los nombres y los datos que circundaron a cada occiso que aún aguarda la paz final de que todos nos enteremos del cómo y el quién les quitó lo más preciado de un ser vivo: la propia capacidad de recibir ese hálito de vida diario.
Eso por un lado de la cancha barrosa. Por el otro, los procesos de contaminación vienen de arrastre también. Mucho se perfiló el mundillo nuestro, con tópicos de distracción y poco se dijo, hasta hace apenas tiempo, de las macabras garras que iban hiriendo el tejido social olavarriense.
En una ocasión más, es válida la impronta de que a la situación de hoy, no se llegó de balde ni de golpe. Ha sido un satánico trabajo de trituración de valores y un perfecto mirar para cualquier sitio esquivo, por parte de varios de los responsables del Estado en sus tres poderes.
Acá hay responsabilidades compartidas y deberes de igual modo para sacar la nave a flote. O entre todos salimos del fondo o se pudre todo.

Nadie tendría entonces que hacer leña de un caído árbol, porque nadie está exento de obligaciones, cuando no de culpas. En tal sentido, se planea una imponente reunión en la Sociedad de Fomento “Dámaso Arce”, sita en 25 de Mayo 1.129, para el venidero lunes 5 a las 19 horas, para entablar allí una cosmovisión puntillosa de orígenes y puertas de escape del mefistofélico minuto que padecemos.
Absoluta puntualidad y concurrencia masiva, ese tendría que ser el resultado de la convocatoria. Plasmarse la Municipalidad, la Policía, la Justicia, los fomentistas y los vecinos de todos los puntos cardinales olavarrienses. Que quede chico el hermoso salón. Que las almas se nucleen ávidas de oír y de hablar. Que se venzan las barreras del temor y del “no te metás”. Que la sociedad en su conjunto EXIGA con respeto y autoridad, la liberación inmediata de las puertas cerradas, de los comercios que bajan tempranito sus percianas y de los padres que no quieren ni que sus hijos salgan a la calle, por miedo a las balas perdidas de algún hamponcito de cuarta categoría.

Por Mario Delgado.-




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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho