Opinión
Solemne Tedeum y política
Cada 25 de mayo, año tras año, la expectativa crece y se fortalece con el mensaje que exhibe el máximo responsable de la grey católica argentina, en el solemne Tedeum que se entrega en la Catedral de Buenos Aires.
Y éste 2.017, no fue para nada, la excepción a tan extendida regla. Porque el Arzobispo Mario Poli, condimentó su discurso con dardos y sentencias de porte, mostrando empero, un tinte esperanzador, partiendo de una unidad de base: un consenso entre todos los componentes de la sociedad, más allá del rol que desempeñe cada quien en el día a día.
“Buena parte del pueblo no se siente invitado a festejar porque carece de lo necesario para una vida digna”, expresó el prelado, abriendo la puerta de la meditación para elucubrar lo que ocurre en derredor.
Poli es un sacerdote muy cercano a Francisco I. No acostumbra a dar entrevistas al periodismo, sin embargo, coincide en apoyar a los “curas villeros” y palpa continuamente los devenires de los pobres y desahuciados, que quedan fuera del sistema.
Es, por ende, un religioso sensible y experimentado, por lo tanto su voz audible posee autoridad: la autoridad del que pisa el barro.
Ante las autoridades presentes en la ceremonia recaló en duros cuestionamientos a las vivencias de índole social y económica y, además pontificó: “Dolorosamente aprendimos en nuestra historia que la inequidad genera violencias”.
Habló también de las promesas incumplidas por Balcarce 50 y de los fracasos pero propició un gran acuerdo nacional que selle divisiones.
En una geografía cada vez más laica, hemos de hacernos, a la luz de la alocución expuesta, ciertas preguntas elocuentes. Una es ¿Por qué continúa pesando tanto la mirada de la Iglesia de Roma? Y la contestación surge inmediata: porque, pese a los incrédulos o escépticos, la religión tiene influencias que no se desgastan.
El rol de los religiosos, atrae a los que desean oír y aún, a los que no. Con las consabidas críticas de la que es merecedora la propia institución de la cruz. En varias oportunidades algunas congregaciones o sus dirigentes, se han distanciado de los pobres por los que hoy se preocupan.
Mas este auténtico pacto propuesto, eco de aquél firmado luego de la Guerra Civil Española entre comunistas y franquistas, sería una noble salida a dilemas nuevos y otros de arrastre. Animarnos a un Pacto de La Moncloa, podría ser relevante.
El tema pasa por quienes estarían sinceramente ofrecidos a una reunión de confluencias, en torno a una mesa de inicio de alianzas estratégicas y a kilómetros de distancia de egoísmos y absurdas mezquindades que significan en la praxis, sólo semillas de retroceso republicano.
Líderes sindicales, empresarios, referentes de las iglesias, partidos políticos y, obviamente, Casa Rosada, habrían de inaugurar un nuevo tiempo, en el marco de una Argentina ciertamente para todos.
Hacia allí apuntó Mario Poli. Lo que equivale a afirmar que es lo que también anhela su Santidad, desde la ciudad de Rómulo y Remo.
Desde varios escenarios, han hablado hombres y mujeres que comprenden la gravedad de las circunstancias actuales y que están al servicio de mover la palanca, activar el encuentro maestro.
Queda saber si el Poder Ejecutivo, con el señor Presidente a la cabeza, pondría las barbas en remojo e intentaría al menos, un círculo virtuoso.
Con saltar al vacío, con dar el primer pasito, no se pierde nada.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-