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Opinión

Y llovieron comentarios

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Suena el timbre. Todos a clase. A ponerse el mameluco y a desarrollar las tareas, mis amigos, porque éste, así como lo ven, es un año electoral de primera línea, donde cada quien juega algo importante en el reparto democrático.

En tal contexto de ilusiones, chicanas y negociaciones férreas, donde nada es casual, pero todo es posible, se despertó un interés muy particular en ciertas almas por mutar el devenir de los hechos a partir, nada más y nada menos, que desde los barrios.

Gente que venía construyendo un puente sólido de intercambio barrial, con eventos culturales incluidos, se juntó con un dirigente sindical, José Stuppia, y se le fue otorgando un lugarcito cada vez más consistente a la propuesta original y deseada casi con timidez.

Los muros a derribar son inmensos. El más significativo es quizá el de la duda de aquellas personas que aún no se hallan convencidas de dar un paso al frente. O al costado de lo que, hasta hoy, haya sido su estandarte.

Pero la agitación de las aguas del Mar Rojo, ocurrida en la tempestuosa nocturnidad del viernes 17, en Colonia Hinojo, en el seno mismo de la reunión de “Federación”, donde saltó la bolilla y se discutió “a cara de perro” la situación, es una auténtica demostración de que la cosa, va en serio.

El punto es temerario y sugerente. ¿Querés o no un Partido Vecinalista compuesto por fomentistas, con el diametral objetivo de arribar al Concejo Deliberante, en las venideras compulsas del décimo mes? Atravesando claro, previamente, el piso requerido por las PASO de agosto. Los ánimos se caldean y las opiniones se bifurcan, sin embargo, lectores del alma. La repercusión de lo expuesto, más allá de las críticas entendibles, ha sido excelente y da pie a un gesto impensado: el aval de fomentistas de fuste para “recorrer los barrios” y conversar con la población y, desde luego, tratar de acarrear fomentistas para tal redil partidario en ciernes.

Por supuesto que nada es fácil y menos con el panorama que se presentará aquí, con los distintos actores encolumnados tras la necesidad de progresar en sus senderos.

Los prolegómenos pintan auspiciosos. Aunque los detractores suspiren diatribas candentes. En breve se sabrá la decisión de la Justicia Electoral y si es factible, entonces, un grupo vecinal se tirará a la pileta con entusiasmo y convicción. Convicción de que se puede lograr un edil.

Queda poco y mucho, al mismo tiempo. Para ver la bandera a cuadros, el acompañamiento ha de ser no tan solo dirigencial, si no de la propia vecindad, de los habitantes de cada localidad o barrio olavarriense.

Querer conquistar una banca es proclive a decenas de fuerzas políticas, permanentes o circunstanciales. Quedan en la gatera más de uno, lamiéndose las llagas. Y otra vez recomenzar… ¿Qué posee de diferente este equipo? ¿Qué atracción circunda a tal armado para trepar al cielo, recién nacido?

Los fomentistas han sido vapuleados y relegados, con el correr de los ciclos ejecutivos. La “Federación” ha girado al compás de un invisible hilo, más de una ocasión. Y la representatividad institucional, ha quedado en teorías inválidas.

Y ni que decir de los sectores nunca visitados por el poder de turno. La impotencia y la bronca, ha servido de caldo de cultivo para propender a este proceso. Mas también la esperanza de canalizar luz donde haya sombra.

Es positivo recordar, no obstante, que todavía pueden existir, miradas medio románticas sobre el proyecto. Y que alguien sueñe demasiado. El edificio recién se empieza a construir. O a marcar, si ustedes prefieren. Y de la exactitud de esas mediciones, dependerá más tarde el éxito o el fracaso.

Por Mario Delgado.-

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Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho